14 de maio de 2011

n proyecto cultural para la década de los Bicentenarios


 
 
 

DOCUMENTOS DE TRABAJO


El desarrollo de la Cartal Cultural Iberoamericana

Las culturas de Iberoamérica son su mayor riqueza y el legado más preciado para las nuevas generaciones. A lo largo de los siglos, los países iberoamericanos han tejido una red de lazos de sangre, len­guas, expresiones, narraciones, credos, valores e historias compartidas que for­talece su identidad y les posibilita un lugar privilegiado en el mundo.
Esta riqueza, sin embargo, se enfrenta con serias dificultades para extenderse a todos los pueblos y llegar a la vida de las personas. La pobreza, en muchas ocasiones extrema, las profundas desigualdades, la marginación de lenguas y culturas de los pueblos originarios y afrodescendientes, así como la escasez de recursos públicos y privados para apoyar el desarrollo, el acceso y participación de todos en los bienes económicos, sociales y culturales, limitan enormemente el futuro de nuestro patrimonio primordial.
Sin embargo, hoy nos encontramos ante un momento histórico inmejorable, un corte sincrónico que es preciso aprovechar. En 2009 y 2010 se inició para la gran mayoría de los países iberoamericanos la celebración de los Bicente­narios de las independencias, una conmemoración que habrá de extenderse hasta 2021. Es, pues, una década que estará atravesada por el reencuentro con las raíces culturales de los pueblos y por el planteo de acciones concre­tas que nos permitan hacer frente a los retos históricos, en pos de un futuro esperanzador con el que nos hemos ilusionado. Con el impulso de los Bicen­tenarios hemos de reforzar las señas de identidad iberoamericanas y promo­ver el desarrollo que nos permita desempeñar un papel destacado en el mundo. La fuerza de nuestras culturas ha de ser no solo el vínculo que nos una y sirva para el reconocimiento específico por parte de las demás regio­nes, sino también el catalizador de nuestra acción. Somos un buen ejemplo de mestizaje y de convivencia, y así debemos continuar y manifestarnos.
Hemos de ser conscientes de que vivimos en una era tecnológica y en un mundo globalizado, en el que la riqueza de los intercambios culturales y de la movilidad espacial facilita la internacionalización y el conocimiento. Nos encontramos, pues, ante una nueva visión de la cultura, la que ha de incor­porarse a las dinámicas internacionales y contribuir al desarrollo económico y social sostenible, pero que debe, al mismo tiempo, preservar su identidad y asumir un papel relevante para la inclusión social, el acceso y la participación de todos en los bienes culturales, y la recuperación del equilibrio, de la armo­nía y del vivir bien de todos los pueblos.
En este mundo y en esta nueva sociedad hemos de situar nuestras señas de identidad, singulares al mismo tiempo que plurales. Así lo puso de manifiesto la UNESCO en la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural y en la Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expre­siones Culturales, al defender y situar la diversidad como patrimonio de la humanidad. Una diversidad que se manifiesta en las distintas formas en que se expresa, enriquece y transmite el patrimonio cultural de la humanidad mediante la variedad de sus expresiones, a través de diferentes modos de crea­ción artística, producción, difusión, distribución y disfrute de las expresiones culturales, cualesquiera que sean los medios y tecnologías utilizados. Como afirmará también la Convención de la UNESCO, esa protección y promoción presuponen el reconocimiento de la igual dignidad y respeto por todas las culturas, comprendidas las pertenecientes a minorías y las de los pueblos originarios y afrodescendientes.
En esta misma perspectiva se sitúa la Carta Cultural Iberoamericana cuando establece entre sus fines la promoción y protección de la diversidad cultural, origen y fundamento de nuestra identidad, así como la multiplicidad de len­guas y tradiciones que la conforman y enriquecen, y la consolidación del espacio cultural iberoamericano como un ámbito propio y singular, con base en la soberanía, la solidaridad, el respeto mutuo, el acceso plural al conoci­miento, a la cultura y al intercambio cultural.
Es preciso, por tanto, situar la cultura en el centro de los debates sociales, fortalecer sus expresiones y hacer partícipes a todos los ciudadanos de su riqueza. La cultura no es solo bagaje, patrimonio del pasado, sino un sistema que se recrea constantemente, vivo y dinámico. El apoyo a los creadores es, en consecuencia, una necesidad ineludible. La formación de ciudadanos cul­tos, y por ello libres, en sociedades democráticas e igualitarias, es la aspira­ción de nuestros esfuerzos compartidos.
El documento que aquí presentamos pretende abrir un gran debate social en torno a los ejes y políticas culturales que contribuyan a dar sentido al Espa­cio iberoamericano. En esta línea, la Carta Cultural no es solo un mapa de su superficie: es una hoja de ruta para transitarlo y, fortalecidas las señas de identidad comunes y diversas de nuestros pueblos, favorecer el papel de Ibe­roamérica y sus lenguas en el mundo.
Enrique V. Iglesias
Secretario General de la SEGIB
Álvaro Marchesi
Secretario General de la OEI

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