1 de julho de 2011

Howard Becker:"La ciencia progresa cuando se arriesga"

Libros y autoresEl sociólogo Howard Becker, del que se acaba de publicar su Manual de escritura para científicos sociales, reflexiona en esta entrevista sobre las actuales carreras académicas
Viernes 01 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa

Manual de escritura para científicos sociales
"La ciencia progresa cuando se arriesga"
 / SOPHIE BASSOULS / SYGMA / CORBIS
Por Howard Becker
Siglo XXI
Trad.: Teresa Arijón
236 páginas
$ 65
Por Raquel San Martín
LA NACION
Rara vez las ciencias sociales hacen visible el revés de su trama: sus intentos fallidos, los condicionamientos que impone la academia, las reglas no escritas que se deben seguir para hacer carrera. Las pautas de la escritura académica -casi nunca explicitadas, aprendidas por los jóvenes a fuerza de lectura e imitación- son parte fundamental del repertorio que es necesario dominar para pertenecer. Desmitificar que la escritura científica es neutral y que refleja el talento innato de un autor es el punto de partida del sociólogo estadounidense Howard Becker en Manual de escritura para científicos sociales , publicado en su idioma original en 1986, y que acaba de traducir Siglo XXI como parte de una serie que ya incluyóOutsiders Trucos del oficio , y que se prolongará este mes con Jazz en acción .
No hay en este manual reglas gramaticales, de estructura ni de titulación, sino experiencias personales, advertencias y consejos a los recién llegados de parte de un investigador veterano. Becker, quien desde los años 60 realizó aportes fundamentales a la teoría de la desviación y a la sociología del arte, sostiene que un texto ininteligible no es necesariamente profundo, y que ningún escrito se obtiene sin reescritura, ensayo y error.
Entusiasmado con que sus libros se traduzcan en la Argentina, el autor se hace un tiempo mientras finaliza un libro sobre los códigos de la vestimenta - Getting dressed - para dialogar con adn señala que la academia entrena hoy a los jóvenes investigadores "para ser conservadores, para no correr riesgos" y que lo que reivindica a la ciencia social no es su objeto de estudio, sino "hacer lo que se hace de una manera original e imaginativa".
-¿Hasta qué punto cree que los científicos sociales continúan siendo reacios a admitir que la escritura científica tiene una naturaleza retórica y persuasiva?
-La mayoría de los científicos sociales son muy reacios a abandonar la ilusión de que hay alguna clase de escritura que es "neutral", que no hace suposiciones ni toma posición en una controversia, sea política o científica. Creen que su lenguaje puede ser como una ventana que deja ver sin distorsionar o afectar la imagen. Pero eso es imposible, y todos lo sabemos. Cuando dicté las primeras clases de escritura que dí, uno de los estudiantes, después de escucharme hablar por varias semanas, me dijo: "OK, Howie, ¿cuándo vas a decirlo?" "Decirles qué?" "Cómo escribir sin retórica". Tuve que desilusionarlo y decirle que no lo podía hacer. Pero es un mito que se resiste a morir.
-¿Cómo influye la organización social de la vida académica en las dificultades de escritura que tienen los investigadores más jóvenes y los estudiantes de posgrado?
-La organización social de la vida académica está basada, entre otras cosas, en recompensas y castigos. Y una de las cosas que recompensa y castiga es la escritura. Cuando los editores de reseñas y los directivos de los departamentos académicos premian la prosa cautelosa que evita cualquier tipo de controversia y los modos no convencionales de expresión, los jóvenes inteligentes lo reconocen y hacen lo necesario para seguir ese modelo. Las instituciones académicas están ahora mucho más firmemente organizadas y supervisadas (y, debo agregar, con una base internacional) que cuando yo entré en la academia, y los investigadores jóvenes enfrentan obstáculos más difíciles de los que yo o mis colegas enfrentamos. Esto es verdad a tal punto que hoy yo tendría problemas para publicar un artículo en cualquier revista científica norteamericana prestigiosa, porque escribo de una forma demasiado poco convencional. Y puedo hacerlo porque ya no trabajo en instituciones académicas y por eso no soy parte de ningún sistema de recompensas: como estoy retirado, mis ingresos no dependen de publicar allí.
-¿Qué diferencias encuentra entre las actitudes de los jóvenes investigadores hacia sus carreras académicas hoy y las que tenía su generación?
-Hay una gran diferencia, y estoy seguro de que se debe a las posibilidades de empleo. Cuando los jóvenes me preguntan a qué atribuyo el éxito de mi carrera (y me agrada decir que ha sido muy exitosa), siempre les digo que tuve el cuidado de nacer en el año correcto. Quiero decir que por mi edad pude perfectamente aprovechar la enorme expansión de las universidades estadounidenses en los años 50 y 60. Fui especialmente afortunado porque cuando terminé mi doctorado era "demasiado joven" para ser contratado como profesor (¡sólo 23 años!), entonces me "condenaron" a trabajar como investigador. Eso, por supuesto, significó que cuando finalmente obtuve una posición académica, había publicado varios libros y artículos y entré en el peldaño más alto de la escalera. No porque yo fuera especialmente bueno, sino porque tuve la suerte de estar en el lugar correcto en el momento justo con las credenciales correctas en la mano. A mi generación esta clase de experiencia nos hizo optimistas. Los graduados hoy sienten, con razón, que tendrán dificultades para encontrar un lugar donde puedan hacer la clase de sociología que han aprendido a hacer, y consecuentemente son pesimistas. ¿Quién puede culparlos?
-¿Cómo prepara la universidad a los futuros científicos sociales para enfrentar el "darwinismo académico", esa atmósfera competitiva que usted describe?
-Ése es el centro del problema. Se los entrena para ser conservadores, para no correr riesgos. Pero la ciencia y la carrera académica sólo progresan cuando la gente se arriesga. La ciencia conservadora no busca nuevas ideas, se queda con las que están de moda. Esto tiene un efecto terrible en nuestros campos de estudio. Afortunadamente, siempre hay gente que, por la razón que sea, se arriesga a hacer algo no convencional.
-¿Cómo influye en la carrera científica la elección de un objeto de estudio?
-Mucho menos de lo que uno podría pensar. Cuando los estudiantes me preguntan si esta o aquella área específica de trabajo sería un buen lugar para hacer investigación, siempre digo que sí. Hay que ser original e imaginativo, y al mismo tiempo un artesano. Aprendí esta manera de pensar de Philip Perkis, que me enseñó fotografía. Nos dijo en clase: "Quizá piensen que sacar fotografías interesantes es encontrar algo interesante y fotografiarlo. Espero que hayan aprendido que la manera de hacer fotografías interesantes es interesarse por algo y luego fotografiar eso que interesa". Muy sabio.
-La objetividad ha sido repetidamente impugnada en las ciencias sociales. ¿Cree que de alguna manera ha sido reemplazada en los valores académicos?

-Esta cuestión se ha vuelto confusa, porque se considera "objetividad" un valor universal que no está fijado en tiempo y espacio, como todo está en este mundo. Una mejor manera de abordarlo es pensar que lo que uno tiene que decir seguramente será discutido por personas a las que les gustaría pensar que no es verdad. Hay que anticipar todos los argumentos que se pueden hacer contra lo que uno tiene que decir e imaginar cómo se pueden responder. Esto fuerza a tomar seriamente aquello que podría estar errado en el propio argumento. Ser precavido sobre esos problemas produce el resultado que se supone que produce la objetividad.
Nacido en Chicago en 1928, Howard Becker estudió sociología en la universidad de su ciudad natal, donde se formó con Robert Park, Herbert Blumer y Everett Hughes. Entre sus libros se cuentan muchos dedicados al ámbito de la cultura, como Los mundos del arte. Sociología del trabajo artístico y Outsiders. Hacia una sociología de la desviación, además de textos didácticos como Trucos del oficio.
LA VIDA SOCIAL DE LA MUSICA
"¿Cómo hace un grupo de músicos que no se conocen, que nunca tocaron juntos y que no tienen música escrita frente a ellos para tocar de manera competente frente a un público?", se pregunta Becker.
Para él, el comportamiento sobre el escenario es una metáfora de la vida social: "Es fácil pensar que lo resuelven porque conocen las mismas canciones, pero con frecuencia eso no es así, sino que tienen que negociar uno con otro para ver qué tienen disponible entre ellos que puedan tocar. Uno sugiere una canción y otro dice que no la conoce, pero agrega que si el primero empieza, él puede seguir. Puede hacerlo porque sabe cómo aprender una canción si la escucha una vez. En otras palabras, discuten hasta que encuentran algo que ambos pueden hacer juntos", describe.
Esa mirada sobre el mundo de la música y el repertorio es la base de Jazz en acción. La dinámica de los músicos sobre el escenario , que estará en las librerías este mes. El libro, que Becker escribió con Robert Faulkner, tiene origen en las experiencias de ambos como músicos profesionales (Becker, como pianista en Chicago).
-La improvisación es una parte central del jazz. ¿Tiene eso alguna similitud con la experiencia social?
-La improvisación es característica de toda la vida social: queremos hacer algo juntos y tenemos que encontrar la manera de hacerlo, aunque no tengamos en común ninguna opción. Proponemos esto o aquello, algunos aceptan, otros dicen que no saben cómo hacerlo, y finalmente encontramos una forma de resolverlo, más o menos de manera satisfactoria, aunque probablemente no sea como ninguno hubiera preferido. Si somos honestos, ésta es nuestra experiencia de la vida social.

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