11-10-11 | OPINION, Infobae
Por Jorge Werthein
Jorge Werthein es Doctor en Educación por la Universidad de Stanford. Es presidente de Sangari Argentina y fue Director de UNESCO Brasil
El mundo lamenta la muerte de Steve Jobs, el genial co-fundador de Apple. El mundo también recuerda la vida de Jobs y sus increíbles logros. Los medios de comunicación, al mismo tiempo que dan la triste noticia, le prestan tributo al inventor del Ipod, el Iphone y el Ipad. La manzana, nombre y símbolo de la empresa que Jobs ayudó a fundar y volver a levantar, de repente se transformó en soporte para demostraciones de admiración y afecto. Es raro ver que un ejecutivo reciba homenajes póstumos semejantes a los de una estrella pop. Él los merece.
Steve Jobs se ha vuelto símbolo de creatividad e innovación. Se lo considera un genio de la tecnología. Hay quienes afirman, sin temor, que no tiene sustitutos. Tal vez sea una exageración. De cualquier forma, no se puede negar que hay pocos como Jobs en el mundo. California, donde él vivía, alberga a miles de pop stars. Es indudable que no hay miles de inventores geniales como Jobs. Por más populares que sean las computadoras, la ciencia y la tecnología que están detrás de ellos, los inventores no cuentan con la misma popularidad, lo que es una pena.
¿Cómo sería el planeta con tantos Steve Jobs como estrellas de cine? ¿Cómo sería si el Silicon Valley tuviese una visibilidad equivalente a la de Hollywood? Es evidente que no queremos decir nada aquí contra el negocio del entretenimiento, contra elshowbizz. Al contrario, la tecnología contribuye con el crecimiento de ese sector que, a su vez, ayuda a popularizar la tecnología. El hecho indiscutible es que sería una ganancia para el mundo que más mentes creativas tuvieran la posibilidad de inventar, crear, innovar en las ciencias y en la tecnología, si hubiera más puertas abiertas para esas mentes desde la infancia.
Es evidente que no alcanza con que haya incentivos para que nazcan genios, pero, sin embargo, los incentivos, vengan de donde vengan, permiten que posibles genios no se frustren temprano y se den por vencidos sin siquiera llegar a ser vistos como personas especiales, capaces de encontrar soluciones simples para problemas aparentemente difíciles. No todos los niños y jóvenes brillantes tienen el ímpetu individual necesario para afirmarse en el mundo de la ciencia, de la tecnología, de los negocios. De la familia al Estado, con énfasis en la escuela, es necesario que haya estímulo a la creatividad, al razonamiento lógico, a la indagación, a la inventividad desde los primeros años de vida. Nadie parece estar en desacuerdo con eso, pero sigue habiendo ambientes educativos en los que ese estímulo se limita al juego y no siempre se combina la dimensión lúdica con la dimensión pedagógica (menos aún suele tornarse lúdico lo pedagógico, cosa que cambiaría para mejor una vida entera).
La biografía de Steve Jobs ayuda a entender un poco la mente de un creador y ejecutivo genial. Hay muy poco previsible y obvio en su carrera, como en el resto de la mayoría de los creadores geniales que, además de serlo, pertenecen al mundo de los negocios. Para ellos, no basta con investigar. El mercado les exige una dosis extra de creatividad. Al mismo tiempo que los limita -después de todo, es necesario vender-, el mercado los impulsa a encontrar, en relativamente poco tiempo, soluciones simples y simpáticas para la mayoría, esto es, para el consumidor mundial. Ese ha sido el gran desafío de los emprendedores contemporáneos.
Caben, para terminar, algunas preguntas: ¿Dónde estarán los futuros Steve Jobs? Si hay otros, ¿cómo permitir que salgan a la luz y puedan legar al mundo ideas y productos útiles, simples, prácticos, lindos y financieramente viables? ¿Podrían estar en América Latina, por ejemplo? ¿Por qué los grandes íconos de la ciencia y de la tecnología viven, casi siempre, salvo honrosas excepciones, en el hemisferio norte? Son preguntas que la muerte del "genio de la manzana" vuelve, una vez más, muy oportunas.
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