Las
perspectivas para la educación durante 2015 no pueden ser analizadas al margen
del clima y el debate electoral. Esta circunstancia puede ser propicia para
abrir la discusión en el máximo nivel o, al contrario, puede provocar una nueva
frustración al constatar, como lo fue en ocasiones anteriores, que la educación
no ocupa un lugar importante en la agenda de los líderes políticos nacionales.
El
punto de partida de estas reflexiones es reconocer los logros e identificar las
limitaciones de las políticas de la última década. Por un lado, disponemos de
un marco legal que goza de legitimidad en la sociedad y garantiza la provisión
de recursos financieros básicos para la educación. La experiencia de esta
década, sin embargo, deja dos aprendizajes fundamentales: (i) el 6% del PBI no
es suficiente para lograr en plazos acelerados los objetivos que se definen en
las leyes de educación y (ii) aumentar los recursos financieros no implica
automáticamente mejorar la calidad y la equidad del servicio educativo.
Para
que el aumento de los recursos financieros provoque mejoras en la calidad y la
equidad será necesario provocar cambios en los patrones institucionales y
culturales que dominan el funcionamiento del sistema educativo. Ambas
dimensiones (la cultural y la institucional) están íntimamente articuladas y
colocan en el centro de la discusión el desafío de introducir mayores niveles de responsabilidad por los
resultados en la gestión educativa.
La
tentación de muchos funcionarios consiste en creer que la responsabilidad por
los resultados aumenta si se introducen sistemas de evaluación. Medir los
resultados de los alumnos y evaluar a los docentes son las respuestas
habituales. Sin embargo, la experiencia nacional e internacional indica que
medir no mejora la calidad, de la misma manera que el termómetro no cura la
enfermedad. Sólo nos da un indicador del diagnóstico.
Mejorar
la calidad y aumentar la responsabilidad por los resultados supone, además de
financiamiento e instrumentos de medición, discutir qué, quien y cómo se enseña. En pocas palabras, introducir la
pedagogía en la agenda de discusión.
Qué se enseña?
No pretendo abarcar en este corto
espacio la complejidad de la discusión acerca de los contenidos de la educación
en sus diferentes niveles. Sólo quisiera señalar la importancia de colocar la
prioridad en la enseñanza y el aprendizaje de las alfabetizaciones básicas
que exige el desempeño ciudadano en nuestra sociedad. Por un lado, es
absolutamente necesario que nuestros alumnos egresen de la escuela obligatoria
con un dominio profundo del código de la lecto-escritura. En pocas palabras,
que comprendan textos escritos y que puedan expresarse a través del lenguaje.
Este dominio no debe reducirse a la lengua materna (el castellano) sino que
deberíamos lograr que todos nuestros estudiantes manejen una segunda lengua,
como lo marca la ley.
Pero hoy no alcanza con la
alfabetización en lecto-escritura sino que es necesario estar alfabetizado
digital y científicamente. La alfabetización digital supone aprender no sólo
los aspectos mecánicos de las tecnologías de la información sino conocer los
criterios con los cuales trabajan los buscadores, las posibilidades y los
riesgos de la utilización de cada uno de ellos. La alfabetización científica, a
su vez, supone no sólo manejar informaciones sino dominar el método de
razonamiento científico que permita el ejercicio de una ciudadanía reflexiva.
Para lograr que estos contenidos dominen
el proceso de enseñanza y aprendizaje no alcanza con modificar los diseños
curriculares. La experiencia argentina de las últimas décadas nos enseña que
los planes de estudio llegan hasta la puerta de las escuelas. De allí para
adentro sigue sucediendo lo mismo que antes. No hay más que comparar los
cuadernos y las carpetas de nuestros alumnos de hace veinte o treinta años y
los actuales para comprobar lo poco que ha cambiado la enseñanza, a pesar de
los cambios en los diseños curriculares. Para entrar a la escuela, es preciso actuar
sobre el actor fundamental de la educación: el docente.
Quién enseña?
Ya se ha transformado en un lugar común sostener que ningún país tiene
una educación de mejor calidad que la calidad de sus maestros. Definir una
política integral para el sector docente es, sin duda alguna, el principal
desafío de la política educativa. El carácter integral de dicha política es
fundamental y sus componentes son, al menos, los siguientes: mejorar las
condiciones de trabajo, reformar sustancialmente la formación inicial y en
servicio y avanzar en la definición de la carrera docente, tal como lo
establece la Ley Nacional de Educación. Con respecto a las condiciones de
trabajo, el punto clave pero no el único, es el salario. Sobre este tema las
variables provinciales son muy importantes y sólo resta decir que es imperioso
llegar a un acuerdo de mediano y largo plazo con los sindicatos docentes para
evitar que la huelga sea el mecanismo habitual para la solución de los
conflictos.
La formación docente requiere
cambios profundos que van desde políticas que atraigan a la docencia a jóvenes
talentosos, acreditación de los Institutos de Formación Docente, incorporación
de los primeros años de desempeño a la formación, diversificación de las
modalidades de capacitación en servicio y una activa política de formación de
formadores.
Por
último, es urgente avanzar en la definición de la carrera docente en el nivel
primario y secundario del sistema educativo. La ley habilita la creación de una
vía de ascenso profesional que permita seguir ejerciendo la docencia y no, como
sucede hoy, que la única forma de ascender es dejar el aula para pasar a
ejercer funciones directivas.
¿Cómo se enseña?
Finalmente, es preciso hacerse cargo de la necesidad de modificar los
estilos de enseñanza y aprendizaje para enfrentar los desafíos cognitivos y
éticos que requiere una educación que debe preparar para un mundo muy exigente
tanto desde el punto de vista del desempeño en el mercado de trabajo como del
desempeño ciudadano y personal. Promover valores de adhesión a la construcción
de sociedades más justas así como preparar para el aprendizaje a lo largo de
toda la vida obligan a innovar en estrategias pedagógicas que superen tanto los
métodos tradicionales como la banalización de enfoques pretendidamente modernos
pero que no logran resultados de aprendizaje satisfactorios, particularmente en
los sectores sociales más vulnerables.
Estos
desafíos interpelan a los sectores dirigentes y a las administraciones
gubernamentales. Sin embargo, la responsabilidad es de todos: gobierno,
familia, empresarios, medios de comunicación, organizaciones no
gubernamentales. Si no nos ponemos de acuerdo en qué educación queremos para
nuestros hijos, difícilmente podamos construir una sociedad en la cual podamos
vivir juntos.
Juan Carlos Tedesco
Nenhum comentário:
Postar um comentário