La especialista en medios y educación analiza los usos de los nuevos medios, sobre todo el celular, por parte de chicos y adolescentes. Qué buscan en ellos y por qué se crea un vínculo tan íntimo. La música, la escuela y los amigos en la “generación multifunción”.
Por Emilio Ruchansky. Página 12
El libro Los adolescentes del siglo XXI, los consumos culturales en un mundo de pantallas se basa en encuestas realizadas en 2011 con 1200 chicos de entre 11 y 17 años de escuelas de todo el país. “Se trata de una investigación cuantitativa, esto significa que las conclusiones nos dirán qué consumen culturalmente los adolescentes, pero será más difícil que nos digan por qué lo hacen. Los estudios cuantitativos muestran, no explican”, aclara en la introducción Roxana Morduchowicz, la autora del libro y quien elaboró, diseñó y dirigió el estudio cuando trabajaba en el Programa Escuela y Medios del Ministerio de Educación de la Nación. Otro estudio similar se hizo en 2006 y al compararlos surgen varias tendencias que parecen irreversibles: el mundo de los chicos, su personalidad y sus habilidades comunicativas no se juegan en la calle sino en las pantallas.
El primer párrafo del libro resume en pleno las nuevas tendencias: “Las casas de los adolescentes tienen más pantallas que libros, diarios y revistas. Todas cuentan con una televisión y seis de cada diez tienen dos o más aparatos. El ciento por ciento de los hogares tiene al menos un celular. Siete de cada diez tienen computadora, y la misma cantidad, lector de DVD. La presencia de las pantallas en las casas donde hay adolescentes creció fuertemente en los últimos seis años”. El mayor crecimiento es el del celular. En 2006 su presencia era del 65 por ciento.
En diálogo con Página/12, Morduchowicz repasó los principales puntos de la investigación y las características del uso de las tecnologías de comunicación e información. También se explayó sobre los nuevos desafíos que plantea a padres y educadores esta generación “multitasking” o “multifunción”, con sus particulares formas de leer y producir a partir de las pantallas, dentro y fuera de la escuela.
–Cuando se pregunta qué objeto “más lamentarían perder” y “cuál es el más importante en tu vida” por nivel socioeconómico, aparecen en segundo lugar y con el mismo porcentaje, en chicos con mayores y menores recursos: el celular. ¿A qué cree que se debe?
–El celular es el medio que más creció en los últimos años y el único que no distingue sector social. Prácticamente todos los chicos de 15 a 17 y la muchísimo más que la mitad de 11 a 14 tienen un celular. Básicamente, les permite dos funciones que para los adolescentes son muy valoradas. La primera es comunicarse con amigos. En esta etapa de la vida, es imposible entender la adolescencia si uno no analiza la relación con los amigos. El celular les permite estar comunicados las 24 horas. Y la segunda es escuchar música. La música es el consumo cultural que marca el paso de la infancia a la adolescencia. Los chicos y adolescentes usan la computadora, leen historietas, navegan por Internet, lo que no hacen de la misma manera es escuchar música. Un chico de 8 años puede estar media hora o menos por día escuchando música, un adolescente puede estar 3, 4 y hasta 5 horas. Ya se está estudiando y se sabe en muchos países de Europa, que cuando el acceso a Internet a través del celular sea masivo, va a ser pantalla única para el adolescente.
–Algunos teóricos hablan de boom del uso de celulares relacionado a la soledad y las distancias en las grandes ciudades. ¿Cree que influye en el uso o se trata de un fenómeno de hipercomunicación posibilitado por las tecnologías?
–Veo las dos cosas. Y le agregaría una tercera en el caso de los chicos: el carácter portátil del celular y la pertenencia, la propiedad tecnológica. La televisión y la computadora son de la familia, el celular es de él o de ella. Esta propiedad hace que la relación sea más estrecha, íntima, directa. Los chicos le compran la funda, le ponen tal o cual adornito. Por otro lado, dicen que lo que más valoran del celular es sentirse seguros y lo segundo, sentirse acompañados. Efectivamente, en las grandes ciudades, depende en qué barrio uno viva, a veces tiene menos seguridad que en otros, el celular es un reaseguro. De hecho, es el único medio para el cual ellos utilizan este adjetivo: “Seguro”. No así con la televisión, que dicen: “Me hace compañía”, es decir, muchas veces viene a llenar espacios vacíos. Y hay una cuestión generacional: cuando uno le pregunta por qué no apagan el celular, ya que la mitad no lo hace, contestan: “Lo tengo debajo de la almohada por si algún amigo me necesita”. Les permite estar disponibles para los amigos en una etapa donde se juegan las relaciones sociales de una manera muy especial, mucho más que para un adulto.
–Este uso indiscriminado tanto del celular y muchas veces de la computadora, ¿puede generar dispersión? ¿Qué incidencia tiene dentro del aula?
–El rol de la escuela, respecto del celular, es muy controvertido en todo el mundo. Se está discutiendo y debatiendo. En principio podría decirse que es distractivo y el chico no podría utilizar el celular si está en clase. Esta fue la primera disposición que se tomó en la Argentina en muchísimas provincias. Se prohibió en clase. Sin embargo se está reviendo porque no todas las escuelas del país tienen acceso a Internet en las aulas. Si un docente está dando clases y hablando sobre la contaminación de un río y resulta que necesita un dato y hay algún chico en el aula que tiene un celular inteligente, entonces ahí hay un uso educativo. Como tienen cámaras, si están haciendo una experimentación, tranquilamente un profesor de ciencia, biología, de botánica, podría decirles a los chicos, saquemos fotos de esta planta, de ese experimento, de esta actividad para después comparar y demás. Las tecnologías, en todas las épocas, tienen un altísimo potencial y un valor educativo o cultural importante. Hay que ver cómo se usa.
–¿Y en cuanto a la dispersión?
–A esta generación se la llama, en el mundo, generación multimedia. Y no sólo por la variedad tecnológica de la que dispone, sino por el uso en simultáneo: cuando ven televisión, navegan por Internet, hablan por teléfono, escuchan música y hacen la tarea, todo al mismo tiempo. Es una generación para la cual el zapping, que para mí era una actitud ante el televisor, para la generación actual es una actitud ante la vida. Los medios no se excluyen, se superponen, se integran, se complementan. ¿La atención de los chicos es diferente? Absolutamente, es una marca de esta generación. No hay estudios en el mundo que confirmen, quizás porque es muy pronto, que se registra más fracaso escolar por esta marca juvenil de generación multitasking, como algunos prefieren llamar, “multifunción”.
–¿Pero influye en no poder mantener la atención en una sola cosa, sea leer un libro o ver una película entera?
–Hay muchísimos estudios que demuestran efectos positivos de esta marca del siglo XXI como efectos negativos. Es positivo la manera de procesar imágenes, contenidos, que es muchísimo más veloz. Como efecto negativo se marcan la dispersión, el no poder concentrarse, el tener que cambiar permanentemente de ventanas, de medio, de soporte, de contenido.
–Hay un fenómeno de sobreinformación también.
–Y ahí ponemos el foco en la escuela. La escuela nació con Guttemberg, cuando se creó la imprenta, se hizo necesaria una institución que enseñara a leer aquello que la imprenta ayudaba a difundir. La escuela fue la proveedora de información en los siglos posteriores, pero hoy tiene que redefinir su función porque ya no tiene el monopolio de la información. Información es lo que sobra, los chicos tienen en Internet una biblioteca inmensa, infinita si uno quiere. La escuela tiene que enseñar a interpretar, procesar y evaluar esa información. Por ejemplo, los estudios marcan acá y en el resto del mundo, que los chicos tienen una alta credibilidad respecto de lo que encuentran por Internet. Hay que enseñarles cómo buscar, cuál es la credibilidad de la fuente y a pensar esa sobreinformación que hoy.
–¿Cómo influyen en los adolescentes las redes sociales? ¿Por qué tienen tanta importancia?
–La adolescencia todos la recordamos como una etapa donde el cuerpo cambia, se transforma y nada nos conforma a medida que la estamos viviendo. El hecho de no tener la dimensión corporal, es decir una exposición física, hace que los chicos en las redes sociales se desinhiban más porque no precisan mostrarse en una época en el que cuerpo está en transformación y les trae sobresaltos, vergüenza o timidez. Hoy el uso del Facebook está extendido en el 90 por ciento de los chicos de 11 a 17 años, aunque la edad legal para entrar es 14 años. Y se sabe que de los chicos de 11 a 14, seis de cada diez están en alguna red social. El perfil en una red social es mucho más que una página web, pone en juego su propia personalidad. Ensayan, prueban, suben algo en el perfil y si les va bien, después lo incorporan en la vida real.
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