6 de julho de 2013

INDIGNADOS Y FORMACION CIUDADANA, Juan Carlos Tedesco


           
En los últimos años meses hemos sido testigos de movimientos sociales de un nuevo tipo. Las movilizaciones populares de la “primavera árabe” con demandas democratizadoras en Túnez y Egipto, las ocupaciones de plazas públicas en España protestando por las medidas de ajuste frente a la crisis económica, las manifestaciones de repudio a las conductas de los operadores de Wall Street y la revolución de las cacerolas en Islandia, las marchas masivas de estudiantes chilenos reclamando cambios profundos en el financiamiento de la educación superior, las manifestaciones en Turquía contra el régimen político dominante y, más recientemente, las movilizaciones en varias ciudades de Brasil contra el coste del transporte, los gastos ostentosos en la organización de competencias deportivas y la corrupción,  constituyen fenómenos que, a pesar de sus significativas diferencias y especificidades, tienen varios rasgos en común, que comienzan a ser identificados por los estudios sociales.
Desde la perspectiva de los educadores, es posible mencionar, al menos tres características comunes que merecen ser destacadas por sus consecuencias sobre nuestra tarea, tanto en el plano curricular como pedagógico.
  1. Los participantes de estos movimientos suelen ser mayoritariamente jóvenes muy educados. Son ellos los que participan más activamente de las protestas en demanda de más democracia, de mayores y mejores posibilidades de inserción ocupacional, de honestidad y responsabilidad social, de cambios en las políticas públicas. No es un dato menor que los actores que participan más activamente en los movimientos sociales de la sociedad de la información tengan altos niveles de escolarización. En cierto sentido, este fenómeno indica que los sistemas educativos no están formando sujetos pasivos, conformistas o socialmente irresponsables.
  2. La dimensión emocional es un componente muy importante de los nuevos movimientos sociales. Resulta paradojal que el alto nivel educativo de los participantes de los movimientos sociales esté asociado a una fuerte intensidad afectiva mucho más que a demandas programáticas racionalmente articuladas. La indignación es el concepto clave y la dinámica de los movimientos aparece asociada a la pérdida del miedo, a la búsqueda de dignidad y de respeto, a vínculos de confianza y de reciprocidad y al entusiasmo que provoca dicha búsqueda. Las potenciales y las limitaciones de movimientos intensivos emocionalmente son conocidas. Los sentimientos pueden ser un excelente punto de partida, pero para evitar que los movimientos se diluyan, es necesario articular la movilización emotiva con la racionalidad propia, tanto de la responsabilidad ética como de la gestión de políticas públicas.
  3. El uso de las tecnologías de la información es un factor crucial en la organización de las acciones. En este punto el análisis de estos movimientos permite apreciar la articulación que existe entre el espacio virtual y el espacio físico, entre el contenido de los mensajes y el dispositivo utilizado por los movimientos, así como la importancia que adquiere no sólo estar conectado, sino conocer el manejo y las posibilidades de cada uno de los dispositivos de información disponibles, para superar intentos de control, censura o manipulación. No caben dudas de que el uso de Internet promueve formas inéditas de distribución del saber, de movilización colectiva y de crítica social.

Sin embargo, sabemos que existen hipótesis que van desde considerar a Internet como un dispositivo culturalmente comprometido con la autonomía de las personas, hasta hipótesis más escépticas que consideran que la incorporación masiva de usuarios a la red estuvo acompañada por el ingreso del mundo comercial y la estandarización de productos, con efectos en cierto sentido opuestos a sus mandatos libertarios de origen.
Los llamados “nuevos movimientos sociales” nos obligan a reflexionar sobre las competencias necesarias para ejercer la ciudadanía en sociedades en red. Desde este punto de vista, el diseño curricular de las experiencias de aprendizaje vinculadas a la formación de ciudadanos reflexivos implica incorporar la dimensión técnica, indispensable en la formación de ciudadanos digitalmente activos; la dimensión emocional, que supone el manejo de los sentimientos de indignación, entusiasmo, miedos y ansiedades; la dimensión cognitiva, desde donde podemos enseñar a manejar la información y los conocimientos que permitan comprender los fenómenos sobre los cuales los ciudadanos deben expresarse; y, con importancia central, la dimensión ética, que da sentido a las otras tres y donde se juega fundamentalmente el problema de cómo lograr adhesión a la justicia social y a los valores propios de una democracia plena.

Juan Carlos Tedesco
Universidad Nacional de San Martín (Argentina)


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