En
los últimos años meses hemos sido testigos de movimientos sociales de un nuevo
tipo. Las movilizaciones populares de la “primavera árabe” con demandas
democratizadoras en Túnez y Egipto, las ocupaciones de plazas públicas en
España protestando por las medidas de ajuste frente a la crisis económica, las
manifestaciones de repudio a las conductas de los operadores de Wall Street y
la revolución de las cacerolas en Islandia, las marchas masivas de estudiantes
chilenos reclamando cambios profundos en el financiamiento de la educación
superior, las manifestaciones en Turquía contra el régimen político dominante
y, más recientemente, las movilizaciones en varias ciudades de Brasil contra el
coste del transporte, los gastos ostentosos en la organización de competencias
deportivas y la corrupción, constituyen
fenómenos que, a pesar de sus significativas diferencias y especificidades,
tienen varios rasgos en común, que comienzan a ser identificados por los
estudios sociales.
Desde
la perspectiva de los educadores, es posible mencionar, al menos tres
características comunes que merecen ser destacadas por sus consecuencias sobre
nuestra tarea, tanto en el plano curricular como pedagógico.
- Los participantes de
estos movimientos suelen ser mayoritariamente jóvenes muy educados. Son ellos los que participan más activamente de las protestas en
demanda de más democracia, de mayores y mejores posibilidades de inserción
ocupacional, de honestidad y responsabilidad social, de cambios en las
políticas públicas. No es un dato menor que los actores que participan más
activamente en los movimientos sociales de la sociedad de la información tengan
altos niveles de escolarización. En cierto sentido, este fenómeno indica
que los sistemas educativos no están formando sujetos pasivos,
conformistas o socialmente irresponsables.
- La dimensión emocional es
un componente muy importante de los nuevos movimientos sociales. Resulta paradojal que el alto nivel educativo de los
participantes de los movimientos sociales esté asociado a una fuerte
intensidad afectiva mucho más que a demandas programáticas racionalmente
articuladas. La indignación es
el concepto clave y la dinámica de los movimientos aparece asociada a la
pérdida del miedo, a la búsqueda de dignidad y de respeto, a vínculos de
confianza y de reciprocidad y al entusiasmo que provoca dicha búsqueda.
Las potenciales y las limitaciones de movimientos intensivos
emocionalmente son conocidas. Los sentimientos pueden ser un excelente
punto de partida, pero para evitar que los movimientos se diluyan, es
necesario articular la movilización emotiva con la racionalidad propia,
tanto de la responsabilidad ética como de la gestión de políticas
públicas.
- El uso de las tecnologías
de la información es un factor crucial en la organización de las acciones.
En este punto el análisis de estos
movimientos permite apreciar la articulación que existe entre el espacio
virtual y el espacio físico, entre el contenido de los mensajes y el
dispositivo utilizado por los movimientos, así como la importancia que
adquiere no sólo estar conectado, sino conocer el manejo y las
posibilidades de cada uno de los dispositivos de información disponibles,
para superar intentos de control, censura o manipulación. No caben dudas
de que el uso de Internet promueve formas inéditas de distribución del
saber, de movilización colectiva y de crítica social.
Sin
embargo, sabemos que existen hipótesis que van desde considerar a Internet como
un dispositivo culturalmente comprometido con la autonomía de las personas,
hasta hipótesis más escépticas que consideran que la incorporación masiva de
usuarios a la red estuvo acompañada por el ingreso del mundo comercial y la
estandarización de productos, con efectos en cierto sentido opuestos a sus
mandatos libertarios de origen.
Los
llamados “nuevos movimientos sociales” nos obligan a reflexionar sobre las
competencias necesarias para ejercer la ciudadanía en sociedades en red. Desde
este punto de vista, el diseño curricular de las experiencias de aprendizaje
vinculadas a la formación de ciudadanos reflexivos implica incorporar la dimensión
técnica, indispensable en la formación de ciudadanos digitalmente
activos; la dimensión emocional, que supone el manejo de los sentimientos
de indignación, entusiasmo, miedos y ansiedades; la dimensión cognitiva, desde
donde podemos enseñar a manejar la información y los conocimientos que permitan
comprender los fenómenos sobre los cuales los ciudadanos deben expresarse; y,
con importancia central, la dimensión ética, que da sentido a
las otras tres y donde se juega fundamentalmente el problema de cómo lograr
adhesión a la justicia social y a los valores propios de una democracia plena.
Juan Carlos Tedesco
Universidad
Nacional de San Martín (Argentina)
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