Para 1966, Mao Zedong estaba convencido de que había que “volver a las fuentes”: debía recuperarse el impulso comunista fundacional y evitar las “desviaciones burguesas”. Así, inició la llamada “Revolución Cultural” que incluyó, entre muchas otras medidas, el desactivar las universidades y enviar a, aproximadamente, 15 millones de estudiantes secundarios a trabajar en tareas manuales, de oficio o de alfabetización en zonas marginales.
Con ese espíritu suprimió la histórica ceremonia del “Gaokao” (examen superior) que había comenzado a practicarse en la Universidad de Nanjing en el 258 D.C para seleccionar a los cuadros que ingresarían en la administración central del Imperio Chino. Más tarde, se convirtió en el ingreso a la Universidad con exámenes de alta exigencia.
Recién en 1977, por impulso del nuevo Secretario del Partido Comunista, Deng Xiaoping, se volvió a esta práctica milenaria. En esa primera oportunidad, sólo el 5% de los 5,7 millones de jóvenes que se presentaron fueron aceptados; entre ellos, Xi Jinping y su actual Primer Ministro Li Keqiang. En los tres primeros años, del `77 al `79, se amplió el número de universitarios a 1 millón. Fue con esta base intelectual que se hicieron las reformas que permitirían llegar a la China de hoy. El 7 y 8 de junio pasado, 9,4 millones de estudiantes se presentaron para ingresar a la Universidad. Aproximadamente el 65% lo logrará, y en su mayoría llegaran a graduarse. Los exámenes principales son idioma chino, matemáticas e idioma inglés.
Debemos destacar que toda la educación media y superior es paga (con la excepción de becas oficiales y privadas, que premian a estudiantes sobresalientes). Por una vía china se reproduce el valor que le dan a la educación superior los EE.UU., Francia o Alemania, que tienen universidades públicas y privadas de excelencia para formar a sus estudiantes más calificados.
El caso más parecido al chino es el francés, que concentra en 2 instituciones públicas los mayores requerimientos educativos: la ENA (Escuela Nacional de Administración, humanística) y la Escuela Politécnica (científico-tecnológica). Nada se parece más a la realidad que los sueños y los milagros alcanzados, así como las frustraciones y los errores cometidos. Educar y gobernar es un solo acto: ponderar el pasado y construir el futuro.
Diego Guelar es embajador en la República Popular China
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