La paradoja del regreso a las aulas
El abandono educativo baja por cuarto año alcanzando un nuevo mínimo
Los especialistas advierten: sin un esfuerzo extra, la mejora solo durará lo que la crisis
“Si encontrase trabajo, lo dejaría ahora mismo”, dije Junior Japa, de 18 años, en el centro de adultos de Inca (Mallorca). A su lado, María Cobos (22 años) asiente: “Hay que cogerlo cuando lo hay, que luego no sabes”. A pesar de sus dudas, María forma parte de los miles de jóvenes que han retomado los libros huyendo de una crisis que ha elevado el paro juvenil al 55%; y Junior es uno de los otros tantos que años atrás hubieran dejado los estudios tras la etapa obligatoria, pero que en ese contexto siguen adelante. Entre unos y otros han reducido el abandono escolar temprano en España hasta la cifra más baja que recuerdan las estadísticas: 24,9%, según el cálculo adelantado para 2012 por la Federación de Enseñanza de CC OO a partir de los datos de la Encuesta de Población Activa (puede variar décimas con el dato oficial que dé Educación).
Junior y María, que han retomado los estudios este curso y aún les quedan otros tres para sacarse el título de secundaria, con todas sus dudas, ofrecen además la imagen perfecta de la fragilidad de la gran mejoría que se ha producido desde el 31,9% de abandono registrado en 2008, antes de la crisis, hasta el 24,9% actual. La cifra, a pesar de todo, dejará aún a España entre las dos o tres peores de Europa, muy lejos de la media; en 2011 fue de 13,5%.
Esta estadística refleja cuántos jóvenes de 18 a 24 años han dejado de estudiar sin obtener, al menos, un título de bachiller o de FP, las cualificaciones básicas sin las que, allá por 2020, será casi imposible encontrar empleo, según la Comisión Europea. Así que lo importante es que los chavales acaben consiguiendo el título (y las destrezas y capacidades que los acompañan), no que vuelvan a clase haciendo más digerible la estadística; ese es solo el primer paso, aunque la UE se ha marcado como objetivo reducir el abandono temprano al 10% en 2020. Para España (donde la meta es el 15%), los economistas han señalado este camino como crucial para dejar atrás el modelo productivo del ladrillo y los servicios.
De momento, el descenso del abandono se está produciendo con más fuerza en los más jóvenes: ha pasado del 25,5% al 15,7% a los 18 años, mientras que a los 24, del 34,3% al 31,2%, según el trabajo en el que el Gabinete de Estudios de Enseñanza de CC OO ha calculado y analizado las cifras de 2012. Esos datos por edades predicen que el abandono seguirá bajando “si no cambian los demás factores”, es decir, si Junior y María siguen sin encontrar trabajo.
Baleares ha sido una de los lugares más paradigmáticos de la deserción escolar en España: mucho empleo fácil no cualificado atrayendo desde fuera y, desde dentro, un sistema escolar incapaz de contrarrestar ese imán. Ahora, durante la crisis, es una de las comunidades que más lo ha reducido (del 43,2% al 30,1%), junto a Murcia (del 41% al 27,7%) y La Rioja (del 37,2% al 22,8%).
Aunque no es tan alto como en otros puntos, el desempleo juvenil balear alcanza el 42,84%. Mientras, la matrícula en la ESO de adultos se ha multiplicado por tres desde 2008, y en FP de grado medio ha aumentado casi un 70%. En toda España, el acceso para adultos ha crecido en torno a un 41% y la FP media, un 35%.
“Igual que el abandono no tiene una causa única, el regreso tampoco”, señala José Manuel Patricio Martín, director del Centro de Educación para Adultos Borja Moll de Inca. Esta es una de las localidades más industriales de Mallorca (con fábricas de calzado, sobre todo), aunque también se ha apoyado mucho en el trabajo estacional vinculado al turismo.
En el centro de adultos, los alumnos han aumentado el 30%, pero podrían crecer más, añade el director: “Tenemos el espacio y la demanda; pero no los recursos de personal”, reconoce.
Tras años de grandes mejoras, entre 2011 y 2012 la tasa de abandono en Baleares apenas se redujo seis décimas. Esta “desaceleración” se ha dado en toda España, señala el estudio de CC OO: solo 1,6 puntos mejor que un año antes; la gran bajada fue entre 2009 y 2010. Además, apuntan con preocupación la subida del abandono entre 2011 y 2012 en Navarra (1,3 puntos), Galicia (2,3), Madrid (2,4) y Extremadura (2,6).
Francisco García, responsable de enseñanza del sindicato, interpreta que la mejora por razones de contexto social empieza a tocar techo, mientras las Administraciones no están poniendo lo suficiente de su parte. “De los poco más de 800.000 jóvenes de 18 a 24 años en situación de abandono temprano, en torno a 400.000 están en paro; 310.000 están ocupados, unos 130.000 inactivos. La mitad no tendrá ni la ESO. Estos jóvenes requieren un programa específico para la mejora de su formación personal y profesional”, dice el informe.
En los últimos dos años, el Borja Moll de Inca ha perdido ocho profesores, hasta quedarse en 26. Los colegios e institutos baleares están sufriendo los recortes como el resto de comunidades: este año ha reducido en 590 su plantilla docente (un 5,1%) y los presupuestos educativos de las islas han bajado un 7,9% desde 2010.
Esta es la paradoja educativa: la crisis está pegando por fin a los pupitres a más alumnos, pero por culpa de la crisis la escuela que les recibe tiene muchos menos recursos. Desde 2010, los presupuestos públicos para escuelas y Universidades han perdido más de 6.300 millones de euros (lo que supone, por ejemplo, decenas de miles de docentes menos) y la previsión del Gobierno es llegar a los 10.000 millones de recorte acumulado hasta 2015.
El director general de Ordenación Académica del Gobierno balear, Onofre Ferrer, habla con resignación de la inevitable “austeridad”, pero destaca la mejoría gracias a un “excelente trabajo”, y a “cositas”, como la cooperación entre Empleo y Educación o el esfuerzo en los cursos para preparar las pruebas de acceso a la FP. “Quizá haya habido un cambio de actitud en las familias sobre la importancia de la educación”, añade el presidente de la asociación de directores de instituto de Baleares, Antoni Quintana.
Desde Canarias, el vicepresidente y consejero de Educación, José Miguel Pérez, también hablaba la semana pasada de cambio de actitud social al celebrar que allí haya bajado el abandono hasta el 28,3%. Y Sacaba pecho por sus políticas, por el mantenimiento de plantillas docentes o el aumento de la oferta de FP.
Pero puede que se trate, simplemente, como opinan algunos expertos, de que la cifra ha bajado más allí donde era más alta, y que se deba al contexto económico. Echando un vistazo al mapa del abandono desde 2008, la respuesta no parece clara: hay autonomías que han mejorado desde cifras muy altas (Baleares, La Rioja, Murcia o Castilla-La Mancha) o más bajas (Cantabria o Navarra); las hay que, gastando por encima de la media y recortando por debajo, han mejorado mucho (La Rioja y Baleares) o muy poco (Asturias y Galicia); y se pueden ver grandes avances en autonomías con muy buenos resultados en los exámenes internacionales como el informe PISA (La Rioja) y con resultados desastrosos (Murcia).
“España es uno de los países en los que la disminución del abandono se debe principalmente al cambio del ciclo económico y no a las políticas educativas”, dice el economista de la Universidad de Lovaina (Bélgica) Kristof De Witte. El profesor analizó en 2012, junto a la especialista de la Universidad de Maastricht (Holanda) Sofie J. Cabus, la bajada del abandono en toda Europa, del 14,9% en 2008 al 13,5% en 2011.
Sin embargo, el anterior Gobierno del PSOE sostuvo en 2011 que la mejora también tenía que ver con los más de 6.000 millones de euros extra que se inyectaron a las escuelas con el desarrollo de la actual ley escolar (LOE) entre 2006 y 2010. Puede que tuviera que ver o no (como piensa De Witte), pero si lo hizo, ya no lo hará más, pues el recorte supera ya con creces esa cantidad, y se ha llevado por delante buena parte de los programas que se impulsaron para crear plazas escolares para menores de tres años o para apoyos a alumnos con dificultades como los planes PROA.
El Ministerio de Educación dirigido por José Ignacio Wert ha insistido mucho en que el problema de España no es de recursos —señalando precisamente al gasto hecho gracias, entre otras cosas, al esfuerzo de la LOE—, sino de estructura y que su reforma logrará dar la vuelta a la vez los mediocres resultados en PISA y al abandono. Asegura que lo conseguirá flexibilizando y adelantando las vías hacia la FP o el bachillerato y simplificando el currículo.
Sin embargo, los críticos responden que la reforma empeorará las cosas al poner más trabas a los estudiantes, por ejemplo, con reválidas al final de la ESO o convirtiendo en una vía muerta los PCPI. Estos programas de cualificación profesional inicial tratan de reenganchar a chavales que tienen un pie fuera del sistema, iniciándoles en un oficio mientras avanzan en conocimientos básicos. Ahora, estos programas permiten, aprobando un curso extra, sacarse el título de ESO y, aún sin él, la idea del Gobierno anterior era que dieran acceso directo a la FP de grado medio. La reforma impulsada por Wert no contempla ni una posibilidad ni la otra, sino el mercado de trabajo o una prueba de acceso para llegar a FP.
Expertos, como Julio Carabaña, insisten en que una parte de la culpa del abandono se debe al propio sistema, es decir, a que “la LOGSE [ley educativa aprobada en los años noventa], para dignificar la FP, se la prohibiera a los alumnos que no se graduaran en ESO”, dice el catedrático de la Complutense en un texto titulado Una vindicación de las escuelas españolas. Esto es hoy crucial: si en 2005 había más jóvenes que abandonaban con el título de secundaria bajo el brazo (el 64%), hoy son poco más de la mitad.
Desde CC OO rechazan la reforma educativa y relacionan los recortes con el estancamiento en la mejora del abandono. Calculan que se podría acabar con el problema con unos 5.000 millones de euros en los próximos cuatro años, para crear programas concretos para estos alumnos; más allá de los planes piloto de FP (enseñanza a mitad de camino entre la escuela y el trabajo). “Si les ofreces lo mismo no funcionará”, dice Francisco García.
“Uf, el bachillerato no sé, es mucha tela”, dice Jesús, de 18 años. Tras repetir 3º de ESO, decidió hacer las pruebas libres de acceso a FP de grado medio. Aprobó y se matriculó en Mantenimiento Industrial, pero abandonó: “Me pareció muy difícil” explica. Ahora ha retomado los estudios en el centro de adultos Antonio Machado de Segovia. En Castilla y León ha crecido un 42% la FP de grado medio y un 30% la educación de adultos desde 2008 (el abandono ha bajado del 26% al 21,5%), pero el centro, sin embargo, no ha notado más presión de demanda, dice su director, Juan Carlos García. El profesor reconoce que muchos se desenganchan porque encuentran trabajo, pero no echa en falta recursos.
En el centro de adultos balear Borja Moll, sin embargo, les gustaría tener un departamento completo de orientación educativa y laboral como el de un instituto. Su director, José Manuel Patricio, explica que en la ESO de adultos menos de la mitad de los matriculados llegan a examinarse.
Preguntado por la preocupación de que la cifra de abandono vuelva a subir cuando remonte el empleo, el director general de Ordenación Académica del Gobierno balear responde: “Bueno, casi, casi que eso sería un mal deseable...”.
Despedido de la fábrica, en el paro y sin la ESO
Manuel Madaula tiene hoy 23 años. Cuenta que se tuvo que poner a trabajar a los 16, justo cuando la ley le permitía dejar los estudios, “por motivos familiares”; es decir, porque en su casa hacía falta el dinero. Así, entró a trabajar en una fábrica de galletas de Inca, en Mallorca —donde ha vivido siempre—, la misma fábrica donde aún trabaja su padre. Primero, su empleo consistía en envasar y después pasó a desarrollar labores de logística. “Eran muchas horas, pero era entretenido”, cuenta.
Hace dos años, la crisis llegó a la empresa en forma “de reducción de plantilla”. Echaron a siete u ocho; entre ellos, a Manuel. “Estuve buscando, pero sabía que sin el graduado en ESO no iba a encontrar nada”. Manuel había estudiado hasta tercero de la ESO, curso que repitió una vez. Justo cuando iba a repetir una segunda, abandonó.
Así que empezó el año pasado en el centro de educación de adultos de Inca en ese curso. Dice que tampoco le ha resultado ni muy difícil ni muy traumático retomar los libros. Este año, con suerte, se sacará por fin el título de secundaria.
“He convencido a mi hermana para que siga”
“La he convencido para que siga estudiando”. María Cobos, de 22 años, habla de su hermana, de 16, y de cómo la persuadió recientemente para que no abandonase los estudios, para que siguiera adelante en un programa de cualificación profesional inicial (PCPI). Estos son caminos diferentes que intentan retener a los chavales que van peor, enseñándoles un oficio mientras siguen avanzando en algunas materias básicas. No quería que su hermana cometiera el mismo error que ella: dejar el instituto sin el título obligatorio.
Aunque María no dejó, sin embargo, de estudiar a los 16: hizo un curso de formación de una conocida cadena de estética (que no es oficial) para trabajar en la peluquería de su madre. Pero los problemas económicos les obligaron a cerrar el establecimiento y a ella la empujaron a trabajos eventuales, sustituciones o refuerzos. Unos empleos precarios que hoy todavía hace, pero compagina con los estudios. Dice que le cuestan, sobre todo, las matemáticas y aún le queda mucho camino por delante: está en primero de Enseñanza Secundaria para Adultos y son cuatro cursos.
Del instituto al centro de adultos
Junior Japa es un muchacho de 18 años muy risueño que se toma la vida con filosofía. Estudia en el centro de adultos de Inca porque es lo que toca, “porque sin título no hay trabajo”, dice. Pero si lo hubiera —“de lo que fuera, de pelapapas”—, no lo dudaría ni un segundo: lo aceptaría y, si es necesario, dejaría los estudios. Pero, de momento, no lo hay.
Nacido en la República Dominicana, Junior llegó a España a los ocho años. Su padre es carpintero, su madre está en paro y tiene un hermano de 15 años que sigue en el instituto.
Junior, aunque se declare muy dispuesto a hacerlo y lo hubiera hecho probablemente en otros tiempos de bonanza económica, nunca ha llegado a engrosar la estadística de abandono educativo temprano. De la Educación Secundaria Obligatoria pasó a un programa de cualificación profesional inicial (PCPI) que suspendió por dos veces. Así que del instituto ha pasado directamente a este curso de la escuela de adultos, donde vuelve a empezar desde el principio, primero de secundaria: le quedan otros tres cursos hasta conseguir el título.
A la tercera, seis años después, va la vencida
La primera vez que lo dejó fue porque no le gustaba estudiar, simplemente no le veía el sentido. Tenía 16 años. Ahora, a los 22, Cristina Huerta cuenta que retomó los libros un par de años después, pero duda un poco al explicar por qué no llegó entonces a examinarse de las pruebas libres de ESO cuando estaba a punto de hacerlo. Al final se decide: “No pasa nada, es porque me quedé embarazada”. Su niña se llama Jennifer y ahora tiene dos años.
Aunque es un empleo de temporada de marzo a octubre, Huerta no se ha quedado en paro: mantiene desde hace años un trabajo en una lavandería industrial. Así que su razón para retomar los estudios no es, como en muchos otros casos, el desempleo. El motivo es, simplemente, “mejorar”, explica tímidamente.
Cristina Huerta, que vive con sus padres, zapateros ambos en una zona de larga tradición, estudia este año segundo de ESO; le quedan otros dos para obtener el título básico. “Y entonces, ya veremos; pasito a pasito”, responde a la pregunta de si seguirá después estudios en FP o, tal vez, en Bachillerato y, tal vez, en la Universidad.
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