5 de fevereiro de 2013

Pagar por resultados?, Juan Carlos Tedesco


¿PAGAR POR RESULTADOS?

            La teoría económica aplicada a la educación tiene una historia interesante. La primera versión consistente apareció después de la 2da. Guerra mundial, motivada por preocupaciones de nivel macro-social. La teoría de los recursos humanos, de amplia difusión en ese período tanto en los países centrales como en los periféricos, fue la respuesta a las necesidades de articular la educación con el desarrollo económico. Este enfoque brindaba fundamentos supuestamente científicos y racionales a las decisiones de política educativa. Poco a poco, sin embargo, la teoría económica fue incorporando aspectos propios del proceso de enseñanza y aprendizaje. La teoría del capital humano y el pensamiento económico neo-liberal instalaron el mecanismo de mercado en la explicación del vínculo pedagógico y promovieron ideas tales como pagar a los maestros por los resultados de aprendizaje de sus alumnos. Algunos llegaron aun más lejos y sugirieron la idea de pagar a los alumnos por obtener buenos resultados.

            Ya se conocen las consecuencias de la aplicación de estos postulados: generan más desigualdad, promueven vínculos de competencia entre alumnos y entre docentes, destruyen el interés intrínseco por el conocimiento, desalientan la motivación de los docentes por los alumnos más desfavorecidos y, en última instancia, no logran promover mayores niveles de eficiencia en el funcionamiento del sistema educativo.

            No me parece interesante abundar en estas críticas, ya suficientemente probadas y divulgadas. Creo más importante, en cambio, abordar la pregunta acerca de la razón por la cual estos postulados –que nadie o muy pocos se atrevieron a proponer durante siglos- han tenido tanta difusión y, digámoslo francamente, tanta adhesión.

            Estimo que el punto de partida para intentar responder a estos interrogantes consiste en admitir que el sistema educativo funciona con muy bajos niveles de responsabilidad por los resultados. Obviamente, este rasgo de la cultura administrativa escolar es funcional a la selección social que ejerce la educación, ya que los bajos resultados se concentran en la población socialmente más desfavorecida. Preocuparse por los resultados, en consecuencia, es absolutamente legítimo. Pero para los educadores y para los  dirigentes políticos comprometidos con la justicia social, esa preocupación debe estar dirigida al diseño de instrumentos que permitan introducir mayores niveles de responsabilidad por los resultados en el marco de políticas destinadas a lograr romper el determinismo social de los resultados de aprendizaje.

            La tarea es compleja pero ya es posible identificar varias pistas sobre las cuales podemos trabajar. Por un lado, es necesario introducir en la formación inicial y continua de los docentes, experiencias de aprendizaje que promuevan los valores de responsabilidad por los resultados como un componente central del oficio de enseñar. Por otro, es urgente cambiar el modelo de organización del trabajo en la escuela. La responsabilidad por los resultados debe ser institucional y no individual. Es necesario salir del aula como unidad de desempeño para pasar al trabajo en equipo y al proyecto por establecimiento.

Las pistas anteriores se refieren a la oferta educativa. Pero en este tema  también es importante trabajar sobre la demanda. Al respecto, es importante que los partidos políticos y las organizaciones no gubernamentales comprometidas con la justicia y la equidad social incorporen a sus agendas de trabajo, el fortalecimiento de la capacidad de demanda educativa de los sectores sociales más desfavorecidos. Las familias pobres suelen adjudicar la responsabilidad por el bajo rendimiento de sus hijos a ellos mismos y no ejercen demandas sobre las escuelas para que cambien sus estrategias pedagógicas.

            Por último, pero no menos importante, debemos señalar la importancia central que tienen las organizaciones sindicales docentes. Estas organizaciones deben manejar la tensión que provoca la defensa de los derechos laborales de los maestros y profesores por un lado y la adhesión a los principios de una educación de buena calidad para todos por el otro. Si se observa el panorama internacional, se puede advertir una significativa heterogeneidad de situaciones. En algunos países, los sindicatos docentes han  logrado defender a los maestros sin perjudicar a los alumnos de los sectores más desfavorecidos. En otros, en cambio, se producen contradicciones que terminan por provocar el deterioro de la calidad de la educación pública. En este sentido, es fundamental que los sindicatos docentes establezcan alianzas claras con la sociedad para la defensa de sus condiciones de trabajo. Un pilar básico de esa alianza consiste en ofrecer garantías de compromiso con los resultados de aprendizaje de los alumnos, independientemente de sus condiciones sociales, étnicas, religiosas, de género o cualquier otra variable de diferenciación.

Juan Carlos Tedesco
Universidad Nacional de San Martín (Argentina)
            

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