En Más allá de la economía verde (Temas/Avina), Ricardo Abramovay postula que la ecoeficiencia ya es visible en muchas industrias
A pesar de la eficaz tarea del ambientalismo para colocar en la agenda mundial la necesidad del cuidado del medio ambiente, hoy en día, según la Red Global de la Huella Ecológica, los seres humanos utilizamos más recursos naturales que los que el planeta puede producir.
Los estragos de la deforestación, el crecimiento estrepitoso de la basura tecnológica o el avance desenfrenado del consumo -aun cuando sabemos que van a contramano de las necesidades del planeta- dejan en evidencia que, a pesar de todo, el capitalismo sigue siendo ciego, sordo y mudo cuando de ecología se trata.
¿Significa, entonces, que estamos ante una batalla perdida? En el libro Más allá de la economía verde (Temas/Avina), Ricardo Abramovay dice que no. Que el mundo cuenta con sobradas condiciones para que el término "economía sustentable" deje de ser un contrasentido. Pero hay muchas barreras todavía por derribar.
"Aunque el precio de las energías renovables hoy se muestre favorable a una revolución en la matriz energética mundial, las inversiones en combustibles fósiles avanzan de forma impresionante. Aunque los automóviles paralicen nuestras metrópolis, las inversiones en este sector no cesan", reconoce el autor, especialista en desarrollo sustentable y profesor del Departamento de Economía de la Universidad de San Pablo.
De todas maneras, como él mismo sostiene, el tiempo apremia. Los problemas del medio ambiente requieren ser resueltos con mayor rapidez de la que creemos. "Si tuviéramos sesenta años para resolver estos problemas, la incorporación gradual de ecoeficiencia a los sistemas productivos sería un camino viable. Sin embargo, no tenemos todo este tiempo, lo que nos obliga a hacer elecciones que nos permitan repensar el sentido, el propósito de las actividades económicas. Es necesario saber la utilidad real de lo que se ofrece a la vida social", reflexiona ante la nacion.
Más allá de la economía verde es el resultado de un proceso de debate colectivo organizado por la Fundación Avina a lo largo de 2011 en el que Abramovay participó. La obra se presentará el próximo miércoles, en el marco de la Conferencia Internacional Iarse 2013, que promueve la responsabilidad social empresaria y la sustentabilidad en las empresas.
En el libro, el autor parte del actual escenario, enumerando muchas de las razones por las cuales se ha vuelto inviable. La exacerbación de un sistema productivo que no tiene en cuenta al medio en el que está inserto ha provocado, por ejemplo, que 16 de los 24 servicios que prestan nuestros ecosistemas -agua, suelos, oxígeno, absorción de gases de efecto invernadero, entre otros- hoy estén en peligro.
Pero también en lo social el actual sistema ha demostrado incosistencias: aunque ha disminuido considerablemente a escala mundial, la pobreza extrema y la desigualdad continúan afectando a una porción para nada despreciable de personas en el mundo.
ÉTICA E INNOVACIÓN
Una vez planteado el panorama -así como la necesidad de no demorar el viraje hacia una economía verde-, Abramovay se dedica a desarrollar los pilares fundamentales que deberían sostener el cambio: un mayor sentido de la ética, así como una relación más fluida con el entorno. Todo esto, con una importante dosis de innovación. "Los dispositivos de la sociedad de la información en red desempeñan aquí un rol crucial. Las tecnologías digitales abren camino a que las personas puedan disfrutar de la utilidad que los bienes ofrecen sin que sean necesariamente sus propietarias", ejemplifica.
Pero ahí no termina la importancian del rol de la tecnología: "La concepción de los productos tendrá que abandonar la lógica lineal actual de extraer, producir, consumir y poner afuera, una vez que no hay este «afuera». El reto es que los productos sean concebidos de manera que el resultado de su consumo no sea basura, sino nutrientes que vayan a alimentar nuevos procesos productivos. Pero esto supone, antes que todo, la reinserción de la naturaleza en las decisiones sociales y de la ética en las decisiones económicas", explica.
Dado que si algo no sobra dentro de todo este proceso es tiempo, ¿valdrá la pena seguir esperando que el cambio surja espontáneamente del sector empresario? ¿De qué manera los gobiernos podrían facilitarlo?
"Los Estados podrían promover las compras públicas en su rol de actor de mercado. Las ciudades, las agencias ministeriales o entes autónomos pueden privilegiar compras públicas a empresas que incorporan en su ADN comercial soluciones sociales o ambientales, no sólo limitadas a la responsabilidad social empresaria", sostiene Pedro Tarak, abogado y fundador de Avina en América latina, quien, de todas maneras, reconoce que "hay mucho que uno mismo puede hacer como ciudadano, emprendedor, vecino, consumidor individual o colectivamente".
Aunque todavía en forma incipiente, el cambio parece comenzar a vislumbrarse en algunos sectores productivos como el software libre, algunos negocios creativos en el mundo de la moda o formas de producción cultural, según reseña el libro.
"Las iniciativas aún son minoritarias, pero emblemáticas. La empresa de artículos deportivos Puma, por ejemplo, lanzó un movimiento llamado Environmental Profit & Loss. Calcularon los costos ocultos del uso que hacen de cinco servicios ecosistémicos y los valuaron en 145 millones de euros. El resultado fue que pasaron a planear productos que eliminan esos costos. Por su parte, Philips ofrece servicios de iluminación a las empresas que incluyen la responsabilidad por el ciclo completo de los productos que ofrece", ejemplifica el autor.
Con lenguaje claro y ejemplos bien consistentes, Abramovay nos invita, también, a repensarnos como sociedad más allá de la economía verde. El desafío: ser capaces de plantear en mejores términos nuestro vínculo con la naturaleza. Y, por eso mismo, estar más conscientes de sus límites..
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