1 de maio de 2015

Educación y embarazo adolescente en América Latina y el Caribe: causalidad o simple correlación?




Una de cada cinco adolescentes en Colombia entre los 15 y 19 años es madre o está embarazada. En Bolivia esta cifra llega a una de cada cuatro. Para Argentina, se estima que el 16 por ciento de los nacidos vivos son de madres adolescentes y la cifra se incrementa en las provincias más pobres como el Chaco donde llega a un 25 por ciento. En Venezuela y República Dominicana este porcentaje aumenta a un 21 y 20 por ciento respectivamente.De hecho, un estudio reciente muestra que los países de América Latina y el Caribe (ALC) tienen una de las tasas más altas de fecundidad adolescente en el mundo, tasas que son sustancialmente más altas que las observadas en países desarrollados e incluso más altas de lo que predeciría el nivel socioeconómico en ellos(Azevedo et al. 2012a). Estas tendencias se han detallado en varios estudios para la región. Por ejemplo, Florez y Nuñez (2001) llevaron a cabo un estudio sobre el tema para Bolivia, Brasil, Colombia, Guatemala, República Dominicana y Perú utilizando datos de la Encuesta de Demografía y Salud (DHS). Los autores señalan que, a pesar de la transición de la fecundidad observada en América Latina para la población en general, la fecundidad adolescente no se ha reducido en la misma proporción. Ellos encuentran que las tasas de embarazo en la adolescencia se han reducido en los sectores urbanos, pero han aumentado o se han mantenido constantes en las zonas rurales. De manera similar, el informe de Azevedo et al. (2012) concluye que la tasa de fecundidad adolescente se ha mantenido prácticamente estancada en la mayoría de los países de ALC en los últimos 12 años.
Estas tendencias son preocupantes ya que diversos estudios sugieren que para las mujeres que residen en países de nuestra región la maternidad adolescente tiene consecuencias negativas importantes. Se ha encontrado que las madres adolescentes alcanzan un menor número de años de escolaridad en su vida adulta, la cual se da debido a una reducción en las probabilidades de graduación de secundaria y una menor probabilidad de acceso a educación terciaria. También se ha encontrado que la maternidad en la adolescencia aumenta la dependencia y el uso de programas de bienestar social y además tiene efectos negativos de largo plazo en los hijos y otros familiares cercanos. Estos efectos son causales, es decir, es posible atribuirlos directamente al hecho que quedaron en embarazo y tuvieron los hijos a tan temprana edad y siguen siendo significativos incluso después de controlar por los problemas de endogeneidad comunes al realizar estos estudios. (Arcero-Gómez y Campos, 2014; Berthelon y Kruger, 2014;Azevedo et al 2012b).
Dado lo anterior, los países de ALC deberían tomar al embarazo y la maternidad adolescente como un problema serio de salud pública e implementar políticas encaminadas a reducirlas. Aumentar el nivel de educación de las mujeres en la región podría parecer como un factor clave relacionado con las decisiones de fecundidad y ser por tanto una posible alternativa de política pública. Datos observacionales muestran una clara correlación positiva entre los bajos niveles de educación y la maternidad adolescente. Sin embargo, establecer una relación causal, si es que existe, entre el nivel de educación y las tasas de fecundidad de adolescentes requiere de una estrategia de identificación con una fuente adicional de exogeneidad que permita controlar por el hecho que las decisiones de inversión en capital humano y fertilidad son muchas veces simultaneas.
En un trabajo reciente de investigación buscamos aportar a este debate a través de dos canales. El primero es a través de un modelo teórico que busca entender el efecto de las inversiones en educación sobre la maternidad adolescente y no adolescente, el momento óptimo del primer nacimiento y el número de hijos que las mujeres desearían tener. En concreto, el modelo predice que reformas que aumentan el número de años de educación obligatoria en un país reducirían el porcentaje de mujeres que deciden convertirse en madres. Sin embargo, estas reformas solo reducirían la fracción de madres adolescentes si los retornos a la educación se ven aumentados suficientemente. El segundo canal busca, a través de estimaciones econométricas, evaluar si se cumplen o no las predicciones del modelo teórico desarrollado. Para esto usamos una base de datos única en donde unimos encuestas de hogares representativas de 22 países de ALC desde la década de 1980 hasta hoy que nos permiten construir y rastrear cohortes de mujeres nacidas entre 1960 y 1989 en la región. El uso de estas treinta cohortes anuales y la información sobre más de cinco millones de mujeres permite también estimar el porcentaje de ellas en cada país que son madres, madres adolescentes, el número de hijos que tienen en las distintas etapas de su vida y el número de años de educación que alcanzan, entre otros.
Un análisis sencillo con los datos arriba descritos permite encontrar las correlaciones entre educación y maternidad adolescente arriba mencionadas. Los datos dejan claro que a medida que se analizan cohortes cada vez más jóvenes la proporción de mujeres que alcanzan un mayor nivel de educación ha venido aumentando constantemente mientras que la proporción de madres adolescentes ha disminuido. Por ejemplo, mientras que para mujeres que nacieron en 1965 menos del 35% alcanzaron a terminar la secundaria, para aquellas que nacieron en 1985 el porcentaje llega a cerca del 55%. De manera paralela, los datos muestran que la proporción de madres que son adolescentes también se ha venido reduciendo. Mientras que cerca del 18% de las mujeres nacidas en 1965 reportaron haber sido madres adolescentes, la proporción baja al 12% para las nacidas en 1985.
Sin embargo, como también se mencionó, esta correlación no puede ni debe interpretarse como causal. Para encontrar el impacto causal que los mayores niveles de educación promedio alcanzados en la región pueden llegar a tener sobre la maternidad adolescente usamos como fuente de variación exógena reformas educativas en cada país. Específicamente, usamos las reformas educativas que aumentan el número de años de educación obligatoria que cada individuo debe alcanzar. Estas reformas, que se han llevado a cabo en distintos momentos del tiempo en cada país y bajo distintas condiciones en cuanto al número de años que los estudiantes deben asistir al colegio, proporcionan una variación exógena en el tiempo y el espacio que permiten detectar su impacto en los años de educación alcanzados por las mujeres en la región y a través de ello el impacto de estos últimos en las tasas de embarazo adolescente.
En la investigación encontramos que las reformas que aumentan el número de años de educación secundaria obligatoria en un país tienen un efecto positivo y estadísticamente significativo en el logro promedio educativode las mujeres en la región. Como era de esperarse, las reformas de educación obligatoria han logrado disminuir el porcentaje de mujeres con educación primaria o menos y han aumentado el porcentaje de mujeres con educación secundaria completa o más. Los impactos son importantes y equivalen a cerca de 0.1 desviaciones estándar de la media de educación en la región. Sin embargo, en una segunda etapa encontramos que estos mayores niveles educativos, aunque reducen el porcentaje de mujeres adultas que se convierten en madres en cerca de tres puntos porcentuales, no han tenido ningún impacto en las tasas de fecundidad adolescente. Es decir no encontramos ningún impacto causal de la mayor proporción de años de educación que tienen hoy las mujeres en la región sobre las probabilidades que se conviertan o no en madres adolescentes. No obstante, sí encontramos que los mayores niveles educativos parecen tener un efecto en el número de hijos que mujeres que fueron madres en la adolescencia tienen cuando son adultas, disminuyéndolos en 0.8 desviaciones estándar.
Estos resultados van en dirección contraria a la evidencia encontrada previamente para los países de la OCDE, en los que las reformas de educación obligatoria han reducido marginalmente las tasas de embarazo adolescente (ver por ejemplo Black et al., 2008 y Silles, 2011). Existen varias alternativas que pueden explicar dichas diferencias. Dentro de nuestro marco conceptual esto puede ocurrir debido a los bajos retornos esperados de completar la educación secundaria para las jóvenes adolescentes en países de ALC en comparación con los retornos que esperan las mujeres adolescentes en países desarrollados. Los retornos esperados pueden ser bajos debido a la segmentación laboral común en nuestros países o debido, en algunos casos, a una mala información de las mujeres sobre éstos (Jensen 2010). Por supuesto, otra explicación puede ser las diferencias en la calidad promedio de la educación que ofrecen los sistemas educativos de los países desarrollados y en vía de desarrollo. Por ejemplo, los resultados para Colombia del estudio de Cortes et al. (2011) sugieren que la calidad de la educación recibida puede ser un punto importante. De acuerdo a los autores, solo aquellos programas de transferencias monetarias condicionales que exigen algún tipo de condicionalidad referente a calidad educativa que alcanzan las adolescentes beneficiarias logran reducir su probabilidad de embarazo. Finalmente, el tiempo que efectivamente pasan las mujeres en el colegio en nuestros países puede influir de manera importante en el resultado también si se piensa que el canal es uno de incapacitación. En la mayoría de los sistemas educativos dela región la asistencia escolar se da en jornadas de medio tiempo únicamente, jornadas más cortas que se establecieron para lograr aumentos en cobertura. La mayoría de los estudiantes en la región asisten a jornadas escolares dobles o incluso triples en muchos casos. Al respecto, Berthelon y Krueger (2011) encuentran impactos importantes de las reformas a jornada continua en Chile sobre las tasas de embarazo adolescente en ese país.
Más importante aún, los resultados de nuestra investigación sugieren la necesidad de diseñar e implementar políticas encaminadas directamente a reducir las probabilidades que esto siga ocurriendo y a ofrecer ayudas específicas a las madres adolescentes y a sus hijos. El embarazo adolescente debería ser tratado como un problema de salud pública y por lo tanto políticas específicas alrededor del tema son imperativas. Basados en el modelo teórico la primera recomendación de política es por supuesto aumentar los retornos educativos. Para esto la calidad de la educación ofrecida en nuestra región debe aumentar, política que por supuesto tendría repercusiones positivas en numerosas ámbitos adicionales. De manera paralela, aunque en la mayoría de los países de ALC se implementan programas de transferencias condicionadas que disminuyen las restricciones presupuestales que las jóvenes puedan enfrentar, modificaciones en torno a las exigencias en términos de calidad pueden ser beneficiosas también. Adicionalmente, se podrían pensar en esquemas adicionales que logren financiar educación terciaria, programas que están comenzando a ser implementados en algunos países. Finalmente, incentivos a las empresas para la creación de empleos para jóvenes educados en sectores modernos de nuestras economías podrían funcionar también.
Aunque no surge de nuestro análisis, estas políticas macroeconómicas podrían complementarse con políticas específicas como mantener los programas de educación sexual, mejorar su calidad y mejorar las posibilidades de acceso, quizás con subsidios o entrega de manera gratuita, a los distintos métodos anticonceptivos que hoy existen. Como lo menciona el artículo reciente del Economist incluso valdría la pena analizar la posibilidad de ofrecer anticonceptivos de largo plazo siempre y cuando los retornos a la educación sean altos de lo contrario este tipo de políticas de métodos anticonceptivas no tendrán efectos significativos. Unido a esto, son necesarios también programas de atención especial psicológica y de consejería para las jóvenes que ya son madres y asegurar programas de educación temprana a sus hijos que logren disminuir los impactos negativos que la literatura ha encontrado.
Como lo evidenciamos en la investigación, aunque la educación promedio de las mujeres en la región ha venido aumentando, esto no ha sido suficiente para reducir las tasas de embarazo adolescente en nuestros países ni por lo tanto aminorar los importantes costos sociales y económicos que ellos traen. Sin programas y políticas como las acá sugeridas estos no se solucionarán por sí solos.

Referencias
Azevedo, Joao Pedro; Favara, Marta; Haddock, Sarah E.; Lopez-Calva, Luis F.; Muller, Miriam; Perova, Elizaveta. 2012. Teenage Pregnancy and Opportunities in Latin America and the Caribbean : On Teenage Fertility Decisions, Poverty and Economic Achievement. World Bank, Washington, DC.
Azevedo, Joao Pedro & Lopez-Calva, Luis F. &Perova, Elizaveta, 2012. “Is the baby to blame ?an inquiry into the consequences of early childbearing,” Policy Research Working Paper Series 6074, The World Bank.
Berthelon, Matias E. and Diana I. Kruger (2011).“Risky behavior among youth: Incapacitation effects of school on adolescent motherhood and crime in Chile”, Journal of Public Economics, 95 (41-53).
Black, Sandra E. ,Paul J. Devereux and Kjell G. Salvanes (2008), “Staying in the Classroom and out of the Maternity Ward? The E¤ect of Compulsory Schooling Laws on Teenage Births”, The Economic Journal, 118 (July), 1025.
Cortés, Darwin, Juan Gallego and Darío Maldonado (2011). “On the Design of Education Conditional Cash Transfer Programs and non Education Outcomes: The Case of Teenage Pregnancy,” CESifo Working Paper Series 3531, CESifo Group Munich.
Flórez, Carmen Elisa and Jairo Núñez, (2001), “Teenage Childbearing in Latin American Countries”,Working Paper IADB
Jensen, Robert (2010). “The (Perceived) Returns to Education and the Demand for Schooling,” Quarterly Journal of Economics, 125(2), p. 515-548.
SEDLAC (CEDLAS y Banco Mundial) (2010). Socio-Economic Database for Latin America and the Caribbean.CEDLAS-Universidad Nacional de La Plata y Banco Mundial (LCSPP).
Silles, Mary A.(2011), “The effect of schooling on teenage childbearing: evidence using changes in compulsory education laws. Journal of Population Economics, 24:761–777.

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