A new study upends the notion that the effects of bullying are confined to childhood
Children who are bullied are more likely to have serious mental and physical health problems as adults and less likely to hold steady jobs or develop meaningful relationships with family and friends, according to a new study on the lingering effects of bullying.
The findings contradict the widespread belief that bullying is a temporary problem that "gets better" with age, suggesting it is not just a "harmless rite of passage, but throws a long shadow over affected people's lives," as the researchers put it.
"We cannot continue to dismiss bullying as a harmless, almost inevitable, part of growing up," Dieter Wolke, one of the study's authors, said in a press release. "We need to change this mindset and acknowledge this as a serious problem for both the individual and the country as a whole; the effects are long-lasting and significant."
In a study published this week in the journal Psychological Science, researchers from the University of Warwick and Duke University Medical Center tracked the health of more than 1,400 North Carolina children between the ages of 9 and 13 starting back in 1993. Researchers evaluated the health of those subjects every year until age 16, and then again at 19, 21, and 24 to 26. Parents were asked throughout the study if their children had been bullied, or had bullied others.
Children who were victims of bullying were far more prone to obesity and serious health problems as adults — including diabetes and cancer — than their peers. They were also more likely to report difficulties with forming long-term friendships and holding steady jobs.
Worse off were children who both bullied and were bullied — "bully-victims" as the study called them. Bully-victims were six times as likely as their peers to smoke cigarettes, suffer from diabetes, and develop cancer (possibly as a result of their comparatively high smoking rate). They were also six times more inclined to develop a psychiatric disorder, and more likely to be arrested for felonies.
A 2011 report from the Centers for Disease Control and Prevention found that 30 percent of all American adolescents reported either being victims or perpetrators of at least "moderate bullying." Of that group, 6 percent reported that they both bullied and were bullied.
While the findings about bully-victims could ostensibly be dismissed as the result of other factors — studies have shown bullies are more likely to have troubled home lives that could lead to social and health issues later in life — the researchers noted that their findings retained their integrity even after controlling for those familial variables.
"Thus it is being bullied that leads to the ill effects over and beyond any other disadvantages," Wolke toldForbes.
While copious studies and news reports have detailed the effects of bullying on adolescents, bullying's lasting effects have received comparatively scant attention. However, a number of recent studies have begun to show how bullying can lead to significant, hidden problems later in life, suggesting that more should be done to prevent bullying in the first place.
A study published in June linked sibling bullying to lasting depression and anxiety, thought it stopped short of citing bullying as the only cause of those subsequent mental health issues. A separate study also released this year found that bullied students were more likely to suffer from depression and have suicidal thoughts in adulthood.
"Some interventions are already available in schools but new tools are needed to help health professionals to identify, monitor, and deal with the ill effects of bullying," Wolke said. "The challenge we face now is committing the time and resources to these interventions to try and put an end to bullying."
Bullying, un maltrato que merece mayor prevención La Nación,21/8/2013
El acoso u hostigamiento escolar, designado en la actualidad con la voz inglesa bullying, alude a una forma de maltrato de carácter físico, psíquico o social que va aislando a la víctima, cuyos padecimientos pueden llevarla a tomar decisiones trágicas, que son sentidas como la búsqueda de una liberación.
El esquema común de esas conductas es que los agresores son más en número y más fuertes físicamente que la víctima elegida. Se trata, pues, de una relación asimétrica, distinta de los casos en que dos adolescentes de fuerzas y condiciones parejas discuten y se enfrentan.
El tema ha vuelto a quedar dramáticamente expuesto en nuestro país a partir de un hecho ocurrido en la Escuela Básica Nº 23 de Wilde, en la que un grupo de alumnos adolescentes, dentro de un aula, sometió a una paliza a un compañero que padece un retraso madurativo. El ataque a la víctima fue conocido por medio de un video tomado por un celular y subido a la Web por los propios victimarios.
Los atacantes fueron tres varones y una chica. El asedio, sin embargo, no era nuevo. Según denunció la madre de la víctima, su hijo fue maltratado en no menos de cinco oportunidades en la escuela, sin que intervinieran ni docentes ni autoridades, lo que es muy llamativo. Sólo medió un alumno, que intentó defenderlo.
Hay varios puntos para destacar y para tomar conciencia en este nuevo hecho deplorable. En primer lugar, que el escenario de la agresión fuese un aula en la cual los acosadores se movieron con total libertad. Además, el hecho de que la agresión haya sido difundida mediante un video que parece significar un modo de autogratificación de los agresores, deseosos de llamar la atención y de convertirse en líderes.
Es realmente penoso que situaciones como las descriptas se multipliquen en el país. La ONG Bullying Sin Fronteras señala que sólo en el último semestre y en escuelas de la Capital y de la provincia de Buenos Aires se han conocido 780 casos de acoso, cifra que alarma, más aún porque sólo algunos de los hechos de esta naturaleza se denuncian en tiempo y forma.
El abogado Javier Miglino, que conduce la citada ONG, ha destacado el gradual aumento de denuncias que, en los últimos cuatro años, creció un 30 por ciento, pero aún es insuficiente.
Por su parte, Unicef ha estimado que entre un 50 y un 70% de los estudiantes de América latina han sido acosadores, acosados o testigos de bullying. Cabe agregar que el llamado "acoso cibernético", que se produce a través de las redes sociales, ha contribuido a incrementar de modo exponencial las formas del maltrato y de intimidación. A veces, son meros gestos de desprecio, de poner apodos o de imitaciones que ridiculizan la imagen de la víctima ante un grupo; en otros casos, se procura manipular al agredido obligándolo a realizar actos por la fuerza, mediante amenazas o castigos.
El problema presenta, al menos, tres rostros: el de quienes acosan, el de quien padece el ataque y el de los que se sitúan como meros testigos. En los distintos roles inciden los climas que generan los antecedentes de desorganización familiar, las fallas en la educación, las disciplinas autoritarias, la violencia estructurada en áreas de la vida social y la influencia de ciertos mensajes que se transmiten mediante los medios masivos de comunicación.
Como lo han señalado numerosos especialistas, el camino de las soluciones reclama aunar la acción de los padres, la escuela y el contexto social. Los adultos y los menores de edad deben aprender a anticiparse a los conflictos mediante la prevención. Importa mucho el fortalecimiento emocional de los adolescentes, de su capacidad empática de saber ponerse en el lugar de otros y de aprender a afrontar situaciones ingratas y superarlas.
Lo inaceptable es que padres, docentes y autoridades ignoren o marginen de toda consideración una cuestión de este relieve, que puede dejar marcas gravísimas en la salud física y mental de los chicos. .
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