- 14 octubre 2014
A veces suele ser muy inocente... puede empezar con algo relevante: una ojeada a Wikipedia, por ejemplo. Pero para cuando te quieres dar cuenta ya has sido absorbido. Enlace tras enlace, página tras página.
Y cuando consigues salir, ya has perdido una valiosa hora leyendo sobre la complejidad de la política prusiana del siglo XVI.
Si esto te suena familiar, piensa que no estás solo.
El autor británico David Nicholls reveló que pasó dos años escribiendo su nuevo libro utilizando una app contra la pérdida de tiempo.
"Realmente estamos entrando en la edad de oro de la pérdida de tiempo", dice Piers Steel, investigador y autor del informe "La ecuación de la pérdida de tiempo".
"Una de cada cuatro personas se describiría a sí misma como una perdedora de tiempo crónica, mientras que más de la mitad de la población diría que malgasta las horas con frecuencia", explica.
Desperdicio crónico
Steel afirma que "en los últimos 40 años el desperdicio crónico de tiempo ha crecido entre un 300 y un 400%".
Y existen estudios al respecto.
Según uno publicado recientemente en Reino Unido, el 36% de los encuestados pierde una hora de productividad al día revisando correos y redes sociales.
Y de acuerdo a otro, los usuarios de teléfonos inteligentes revisan este aparato una media de 221 veces al día.
Toda una industria ofrece modos para frenar estos impulsos irracionales, desde libros de autoayuda a cursos en línea impartidos por expertos en eficiencia empresarial.
Pero el último grito son las aplicaciones contra la pérdida de tiempo.
Nicholls, cuando trabajó en la obra "One day" utilizó una app especialmente brutal: Write or Die (Escribe o Muere, en español).
Si la pausa entre palabra y palabra es demasiado prolongada una luz roja aparece en la pantalla y borra lo escrito.
"Es como escribir con una pistola en la cabeza", compara el autor británico.
Como era de esperar, no produjo una de sus mejores novelas y decidió tirar a la basura dos años y 23.000 palabras.
Aplicaciones antidilación
Pero hay un montón de aplicaciones menos intimidantes que la que empleó Nicholls. Procrastor, Procrastination Hack, Finish e incluso Yelling Mom, por ejemplo.
Este último, "madre gritadora" en español, trata de captar la atención del usuario por medio de varias alertas, aunque ninguna suena como el regaño de una mamá.
Luego están las apps que restringen el uso de internet, como Freedom y SelfControl.
La primera, que ha sido descargada 1,1 millones de veces, te imposibilita del todo acceder a la red.
"La libertad refuerza la libertad", proclama, haciendo un juego de palabras con el significado de su nombre y aprovechando la paradójica idea de que demasiada libertad puede terminar siendo una trampa.
Otras aplicaciones te permiten bloquear páginas web concretas, sobre todo redes sociales, las principales fuentes de distracción.
Escritores y estudiantes
Escritores y trabajadores autónomos, aquellos que normalmente trabajan solos, son el objetivo de las empresas que crearon estas aplicaciones.
Y también los estudiantes.
Según un estudio de 2012, para el 80% de los estudiantes de Estados Unidos el desperdicio de tiempo es un problema.
Pero cualquiera con una computadora o un teléfono inteligente es igualmente susceptible de sucumbir.
Y eso es un montón de gente.
"¿Cuántas veces al día se revisa innecesariamente el correo?", pregunta la experta en gestión de tiempo Rosie Gray, de Mosaic Learning.
O Facebook. O Twitter. O los memes de gatitos.
De toda la vida
Lo de la pérdida de tiempo no es nada nuevo.
El escritor francés Victor Hugo se solía quitar toda la ropa y hacía que su ayudante de cámara se la escondiera, de modo que no pudiera salir a la calle.
Con el mismo objetivo, Demóstenes, el orador de la Antigua Grecia, se afeitaba sólo un lado de la cabeza para obligarse a sí mismo a permanecer en casa practicando discursos. Si salía sería ridiculizado.
"Existen jeroglíficos egipcios sobre el tema", señala Steel.
"Es tan antiguo como la existencia humana", opina Bill Knaus, autor del "Procrastination Manual (Manual de la Pérdida de Tiempo, en inglés).
Por lo tanto, probablemente algunas de las pinturas rupestres fueron hechas mientras desollar un mamut era la tarea prioritaria del día.
Arraigado pero no constante
También hay animales a los que se les ha visto malgastar el tiempo, como ratas y monos, explica Steel.
"Forma parte de nuestra arquitectura central", dice. "Y la evolución no va a deshacerse de ello en breve".
Pero que la tendencia a desperdiciar las horas esté arraigada en nosotros, no significa que sea constante.
"Puede empeorar con el entorno adecuado para ello", asegura Steel.
Y añade: "Hemos estado construyendo ese entorno meticulosamente en los últimos 50 años, incluso 100 diría. Pero realmente lo estamos consiguiendo en los últimos 20".
Tentación
"Incrementamos nuestra proximidad a la tentación". Candy Crush está a sólo un botón de distancia, dice.
"Estamos constantemente bombardeados por estímulos", dice Anna Abramowski, quien se está formando en psicología en la City University de Londres.
Eso ocurre con las computadoras, las tabletas, los teléfonos inteligentes, la TV y ahora los relojes inteligentes.
"Es un medioambiente diseñado para ser tóxico en términos motivacionales", dice Steel.
Pero ante esta visión sombría también se ha dado un incremento de la conciencia de los efectos negativos de la pérdida de tiempo: desde las ineficiencias en los negocios hasta los problemas de salud.
Y se ha dado una reacción ante la postergación.
Bloquear Facebook
La preocupación en torno a la dilación comenzó realmente durante la revolución industrial en el siglo XVIII, sugiere Abramowski, cuando la productividad comenzó a atarse a la valoración del individuo.
Para las empresas existe un claro incentivo en limitar la pérdida de tiempo.
Los estudios sobre administración del tiempo han florecido desde los años 60, dice Knaus.
"A las corporaciones les encantaba tener a la gente trabajando en forma más inteligente sin trabajar más duro", dice.
Aunque la fuerza de trabajo hipereficiente que deseaban los ejecutivos no terminó realmente de materializarse, agrega Knaus, la estructura suele ser un antídoto para la pérdida de tiempo.
Algunas empresas previenen la dilación bloqueando el acceso a sitios como Facebook.
Las compañías están aprendiendo a adaptarse a las distracciones de sus empleados, dice Gray.
No se espera que la gente trabaje por tres o cuatro horas sin parar, agrega, y se aconseja que se trabaje por 45 minutos y luego se descansen 5.
Científicos de la Universidad de Hiroshima aseguraron recientemente que la productividad óptima se alcanza con bloques de 52 minutos de trabajo seguidos de 17 minutos de descanso.
"Hablamos más de ello"
Otros creen que distraerse puede ser bueno.
"Los individuos que se distraen activamente exhiben un cierto nivel de autosuficiencia, autonomía y confianza en sí mismos", dice Abramowski, "porque tienen conciencia del riesgo que implica dejar las cosas para último minuto, e igual deciden hacerlo".
No debería demonizarse internet. Incluso puede ser una forma de "distracción positiva", agrega Abramovski, que estimula la creatividad y la innovación.
También hay una correlación entre el incremento de la literatura que habla de la dilación y el hecho de que la gente lo identifica como un problema.
"No diría que lo hacemos más que nunca, pero sí que hablamos más de ello", dice Gray.
Fatiga, frustración, rebeldía
En los años 70 Knaus no conseguía que alguien le editase su libro "Superando la pérdida de tiempo", uno de los primeros de su tipo.
Hoy en día el término "procrastination" arroja más de 1.500 resultados en una búsqueda en Amazon en inglés.
Internet no es la única fuente de distracción, y se sugiere que hay muchas causas para la pérdida de tiempo: perfeccionismo, miedo al fracaso, fatiga, frustración, rebeldía o la complejidad de la tarea que se debe realizar.
Así que las apps antidistracción tienen un límite respecto a lo que pueden lograr.
Difícilmente puedan ayudar mucho cuando las distracciones no son digitales.
"Las apps pueden funcionar como solución de corto plazo", dice Abramowski, "pero no atacan los bloqueos psicológicos subyacentes que hacen que la persona no pueda encarar una tarea".
La ironía es que son mucho más útiles para personas que se distraen moderadamente que para los casos extremos, dice Knaus, porque éstos últimos postergarán incluso comenzar a usar la app.
La voluntad, como un músculo
Otros sugieren que las apps distraen de la posibilidad de desarrollar autodisciplina.
"Algunos dirían que la voluntad es como un músculo", reconoce Steel, "que cuanto más lo usas más fuerte se vuelve".
Y no queremos un futuro en que unos robots tomen las decisiones por nosotros, agrega.
Pero mientras la pérdida de tiempo no se supere en sí misma, entonces las app tendrán una función que cumplir, dice.
"Desde las finanzas hasta el bienestar y la salud personal, cuanto menos perdemos el tiempo más mejoramos".
"Si pudiéramos regalarnos un poquito más de tiempo nuestras vidas se beneficiarían enormemente".
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