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El País, 8/10/2013
Las desigualdades aumentan sin cesar. Si hay tres grandes clases sociales, los pudientes, los consumidores y los excluidos, los que más crecen son estos últimos. La movilidad es descendente: Los consumidores, que caracterizan la lógica económica de hoy, engordan la clase de los excluidos. Y la crisis, que no sólo es financiera sino social, económica y estructural, acelera el proceso, al tiempo que el asombroso desarrollo científico y tecnológico no discurre paralelo al desarrollo social. La distancia entre los actores, entre las sociedades que investigan y no los que no tienen ni idea, también se ensancha.
Y mientras que la conciencia ecológica de que los recursos naturales son finitos se implanta en los países occidentales, en los emergentes se considera un lujo y se reivindica el derecho a crecer con la explotación del planeta como antes hicieron y hacen otros. Los emigrantes huyen de la miseria y la pobreza de unos países que, a su vez, son el destino de otros desplazados, los del turismo de los países ricos. Los medios de comunicación reflejan una ficción al transmitir la sensación de cercanía y conocimiento del otro. Es necesario un cambio a escala planetaria. Hay miedo al futuro.
Son algunas de las ideas que desarrolló el antropólogo Marc Augé (Poitiers, 1935) en la conferencia que impartió este lunes en la Nau Centre de Cultura de la Universitat de València, dentro del espacio de debate Claustre Obert, auspiciado por la institución académica y EL PAÍS, y en colaboración con el Instituto Francés de Valencia.
A pesar de lo que pueda parecer, el prestigioso pensador francés, que acuñó el célebre los “no-lugares” para referirse a los modernos espacios de tránsito como aeropuertos o grandes superficies comerciales en los que no se establecen relaciones antropológicas, evitó mostrarse pesimita. Tampoco optimista.
“Hay que ver qué pasa, aunque desde luego no es fin de la historia. Esta es una historia nueva, planetaria. Y no hay periodo en la historia del mundo en el que no haya habido conflicto”, señaló a este periódico minutos antes de ofrecer su charla en una abarrotada Aula Magna.
Director de l’École des Hautes Études en Sciences Sociales de París entre 1985 y 1995, autor de numerosos libros, como el reciente Futuro (publicado por Adriana Hidalgo), en el que desgrana sus reflexiones de “presente perpetuo” que provoca “el miedo al futuro”, Augé defendió el papel de la instrucción y la educación como esenciales. “La revolución verdadera sería la extensión de la educación a todos. Revolución en el sentido estricto. La utopía de la educación es una utopía social, no metafísica, y por tanto, no es imposible. Se puede mejorar el sistema educativo y extenderlo, aunque ahora no está encaminado a reducir las desigualdades. Es lo que debe hacer la democracia”, sostiene.
Internet es un medio útil para transmitir conocimiento, si sólo se considera como un medio, y no como un fin en sí mismo que crea “una ilusión de libertad” y genera una idea de instantaneidad en las relaciones, cuando éstas “se construyen a través del tiempo y del espacio”.
Augé comenzó realizando trabajos de campos como antropólogo en África y América Latina, donde aprendió el castellano, y también en el metro de París. Su campo de análisis abarca desde el cine a la literatura. Ayer, en su conferencia El futuro que llegacondensó las reflexiones de su último libro y trazó con rigor un discurso ecologista y humanista, sensible con los problemas que engendran las desigualdades sociales y la repulsa a los movimientos migratorios, que han definido al ser humano desde su origen.
Y mientras que la conciencia ecológica de que los recursos naturales son finitos se implanta en los países occidentales, en los emergentes se considera un lujo y se reivindica el derecho a crecer con la explotación del planeta como antes hicieron y hacen otros. Los emigrantes huyen de la miseria y la pobreza de unos países que, a su vez, son el destino de otros desplazados, los del turismo de los países ricos. Los medios de comunicación reflejan una ficción al transmitir la sensación de cercanía y conocimiento del otro. Es necesario un cambio a escala planetaria. Hay miedo al futuro.
Son algunas de las ideas que desarrolló el antropólogo Marc Augé (Poitiers, 1935) en la conferencia que impartió este lunes en la Nau Centre de Cultura de la Universitat de València, dentro del espacio de debate Claustre Obert, auspiciado por la institución académica y EL PAÍS, y en colaboración con el Instituto Francés de Valencia.
A pesar de lo que pueda parecer, el prestigioso pensador francés, que acuñó el célebre los “no-lugares” para referirse a los modernos espacios de tránsito como aeropuertos o grandes superficies comerciales en los que no se establecen relaciones antropológicas, evitó mostrarse pesimita. Tampoco optimista.
“Hay que ver qué pasa, aunque desde luego no es fin de la historia. Esta es una historia nueva, planetaria. Y no hay periodo en la historia del mundo en el que no haya habido conflicto”, señaló a este periódico minutos antes de ofrecer su charla en una abarrotada Aula Magna.
Director de l’École des Hautes Études en Sciences Sociales de París entre 1985 y 1995, autor de numerosos libros, como el reciente Futuro (publicado por Adriana Hidalgo), en el que desgrana sus reflexiones de “presente perpetuo” que provoca “el miedo al futuro”, Augé defendió el papel de la instrucción y la educación como esenciales. “La revolución verdadera sería la extensión de la educación a todos. Revolución en el sentido estricto. La utopía de la educación es una utopía social, no metafísica, y por tanto, no es imposible. Se puede mejorar el sistema educativo y extenderlo, aunque ahora no está encaminado a reducir las desigualdades. Es lo que debe hacer la democracia”, sostiene.
Internet es un medio útil para transmitir conocimiento, si sólo se considera como un medio, y no como un fin en sí mismo que crea “una ilusión de libertad” y genera una idea de instantaneidad en las relaciones, cuando éstas “se construyen a través del tiempo y del espacio”.
Augé comenzó realizando trabajos de campos como antropólogo en África y América Latina, donde aprendió el castellano, y también en el metro de París. Su campo de análisis abarca desde el cine a la literatura. Ayer, en su conferencia El futuro que llegacondensó las reflexiones de su último libro y trazó con rigor un discurso ecologista y humanista, sensible con los problemas que engendran las desigualdades sociales y la repulsa a los movimientos migratorios, que han definido al ser humano desde su origen.
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