24 de agosto de 2011

La Tecnología y la Política, Nora Bar


Popularizada en los Estados Unidos por Barack Obama, la última moda tecnológica de la política es Twitter. A ningún candidato o funcionario con aspiraciones se le niegan sus 140 caracteres, que espíritus más poéticos consideran algo así como "haikus" de la aldea global.
Los estrategas electorales incluyen esta novedad dentro de su arsenal de triquiñuelas (con la premisa de que "hay que estar"), los analistas intentan dilucidar su influencia en el voto ("permite una relación uno a uno con el ciudadano") y todos nos sorprendemos de "¡cómo avanza la tecnología!".
Sin embargo, aunque esta circunstancia nos parezca el colmo de la modernidad, basta con hojear revistas antiguas para constatar que ya pasamos por algo muy parecido... ¡hace cuarenta años! Con la diferencia de que la "vedette" de entonces era otro medio de comunicación hoy tan instalado que ya ni siquiera se lo discute: la televisión.
El 3 de noviembre de 1970, menos de una semana después de que la Academia Sueca de Ciencias le otorgara el Premio Nobel a Luis Federico Leloir, Primera Plana reproducía un extenso informe de Newsweek sobre la "telepolítica".
"La escalada televisiva transformó (...) la política estadounidense [y] elevó a un nivel sacerdotal a la elite de cineastas que realizan comerciales", destacaba. Y más adelante agregaba que, como consecuencia, "la venta de los candidatos resultó una historia más apremiante que sus ideas políticas". También adjudicaba la "salvación" de Nelson Rockefeller a los comerciales en los que había gastado un millón y medio de dólares (de esa época).
Ya en aquellos años se discutía cómo "manipular" la imagen de un candidato para "venderla" al electorado y cómo hacer para que todas las opiniones tuvieran una exposición equivalente en la arena electrónica. Es más, para atraer la atención de los noticieros, destaca el artículo, en esos días los políticos recurrían a todo tipo de trucos y artificios. Como ejemplo, menciona al diputado Richard McCarthy, que se había bañado en las aguas contaminadas del río Hudson, en Nueva York, y elevado en un globo con tal de conseguir una nominación al Senado...
En fin, ya advierte el Eclesiastés que no hay nada nuevo bajo el sol...

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