2 de agosto de 2011

Que pasa con la educación en Chile?


Brillante análisis de Carlos Peña, rector de la Universidad Diego
Portales, que describe la falta (y la importancia) de politics of
education policy en Chile para poder tener un debate nacional en serio.
Según Peña "La deliberación pública acerca de las cosas que interesan a
todos -desde la educación a la salud- exige ideas, ojalá contrapuestas.
Usted cree que la educación debe ser gratuita, su interlocutor piensa
que es más justo cobrar
por ella. En la democracia, esas ideas contrapuestas -acerca de cuál es
elsistema más justo- alimentan un debate y poco a poco se alcanza una
idea común o una solución de compromiso. Cuando, en cambio, esas ideas
contrapuestas no existen, en vez de deliberación hay un tira y afloja:
una de las partes formula demandas a la medida de sus necesidades y la
otra piensa cómo satisfacerlas en la proporción de los recursos con que
cuenta.".. Concluye con una crítica dura del Presidente Piñera.  Carlos
Peña afirma "Piñera -hay que enterarse- es el primer Presidente
nihilista: no tiene convicciones que orienten su voluntad. Tiene
apetencias, anhelos de reconocimiento, deseos de aplauso, pero
convicciones no tiene." Gregory Elacqua

 *Carlos Peña, Rector de la Universidad Diego Portales
Domingo 31 de Julio de 2011
*Piñera no es de derecha*

Esta semana, los estudiantes y profesores -reunidos en el frente social por
la educación- entregaron su propuesta al ministro. En ella sugieren cambiar
el sistema educativo desde la raíz: provisión estatal a nivel del sistema
escolar, educación superior gratuita, financiamiento directo a algunas
instituciones, total proscripción del lucro.

El ministro responderá -según dijo- mañana lunes.

Nunca antes -desde los tiempos del sueño igualitario de la ENU- se había
sugerido un cambio tan radical del sistema educativo.

¿Qué pudo ocurrir para que ahora se planteen esas demandas a un gobierno de
derecha -con la indudable esperanza de que se las acoja- sin que antes se
hubieran insinuado siquiera a los gobiernos de la Concertación?

Explicarlo exige un breve rodeo. Pero no es difícil adelantar la respuesta:
lo que ocurre es que este no es un gobierno con ideas de derecha. Mejor
dicho: es un gobierno que no tiene ideas (o las que tiene las oculta con
raro pudor). Y como no tiene ideas que oponer el resultado es obvio: las
demandas sociales no tienen contención y parecen a veces un sueño sin
orillas.

La deliberación pública acerca de las cosas que interesan a todos -desde la
educación a la salud- exige ideas, ojalá contrapuestas. Usted cree que la
educación debe ser gratuita, su interlocutor piensa que es más justo cobrar
por ella. En la democracia, esas ideas contrapuestas -acerca de cuál es el
sistema más justo- alimentan un debate y poco a poco se alcanza una idea
común o una solución de compromiso. Cuando, en cambio, esas ideas
contrapuestas no existen, en vez de deliberación hay un tira y afloja: una
de las partes formula demandas a la medida de sus necesidades y la otra
piensa cómo satisfacerlas en la proporción de los recursos con que cuenta.

Cuando esas ideas contrapuestas faltan -porque uno de los interlocutores no
las tiene-, una de las partes pide lo que cree necesita y la otra da hasta
donde puede.

Es lo que está ocurriendo en el debate educacional.

Como el Gobierno no cuenta con ideas respecto de la educación, se ha
desatado el mal del infinito: todo podría ser posible, incluso lo que nadie
se atrevió siquiera a imaginar en los últimos treinta años.

Lo paradójico de todo esto es, sin embargo, que la derecha tiene ideas
respecto de este tema.

La derecha en todo el mundo piensa que el sistema escolar debe organizarse
como un mercado en base a un sistema de vouchers ; que los estudiantes deben
internalizar el costo de estudiar; que la provisión educativa debe ser
amplia y variada, incluyendo el lucro; que los gobiernos de las
instituciones deben incluir criterios provenientes del management ; que los
recursos públicos deben distribuirse en base a criterios de mercado o usando
procedimientos competitivos, y que el sistema escolar o de educación
superior debe gobernarse a la distancia, mediante incentivos y no echando
mano al control directo.

Todas esas ideas (algunas sensatas) son ideas que la derecha ha promovido en
todo el mundo. Incluso gobiernos de izquierda o centroizquierda (v.gr.
Blair, González o Lagos) empujaron algunas.

En Chile, sin embargo, Piñera no parece creer en ellas. Se ha dedicado, en
cambio, a pensar cuánto alcanzan los recursos para satisfacer las demandas,
sin discernir si son o no correctas. En vez de discutir, saca cuentas. Preso
de la superstición del management (la creencia de que la gestión lo es
todo), el Gobierno y los intelectuales de derecha han renunciado a defender
sus ideas y, de esa forma, han transformado el espacio público en un ámbito
de puras demandas, en un lugar de negociación de intereses donde las razones
brillan por su ausencia.

En suma, deliberación no hay por ninguna parte porque el Gobierno no aporta
ideas. Y su silencio en estas materias no sólo lo está perjudicando a él,
sino que está deteriorando el debate público.

¿Qué explica esa escasez y mezquindad de ideas que ha mostrado el Gobierno?

Como esas ideas están (puesto que, buenas o malas, la derecha las tiene), la
explicación es sólo una: Piñera simplemente no es de derecha. ¿Será de
izquierda o de centro, entonces?

Tampoco.

Piñera -hay que enterarse- es el primer Presidente nihilista: no tiene
convicciones que orienten su voluntad. Tiene apetencias, anhelos de
reconocimiento, deseos de aplauso, pero convicciones no tiene.

Ese es el problema.





Enviado por Gregory Elacqua

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