20-03-13 | OPINION, INFOBAE
- Por Mariela Belski
Mariela Belski es directora ejecutiva en Argentina de Amnistía Internacional, organización global de derechos humanos presente en más de 150 países
Pocos lo saben, pero el mundo está en estos días ante una oportunidad trascendente: en las Naciones Unidas se está celebrando la Conferencia Final sobre Tratado de Comercio de Armas, materia que hoy está escasamente regulada. El brutal conflicto de Siria es sólo un ejemplo de las miles de muertes que la circulación irresponsable de armas genera cada año entre miles de inocentes. Mientras la inexistencia de normas internacionales vinculantes genera un enorme sufrimiento humano, hay países que priorizan sus consideraciones de seguridad nacional y sus beneficios económicos.
Los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU –Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido- son responsables del60% del tráfico internacional, que alcanza unos 70.000 millones de dólares anuales y va en crecimiento. Los embargos internacionales que aplica la ONU llegan tarde, cuando ya están documentadas atroces violaciones a los derechos humanos de las poblaciones civiles. Se espera que esta vez las potencias demuestren su compromiso con la vida y posibiliten que la Conferencia termine la semana próxima con la sanción de un tratado, que ya fracasó el año pasado.
La semana pasada, Amnistía Internacional y Adolfo Pérez Esquivel fueron dos de las 18 organizaciones y personas ganadoras del Premio Nobel de la Paz que le pidieron a Barack Obama que los Estados Unidos asuma un papel de liderazgo para que el tratado sea una realidad. “La inexistencia de normas internacionales y legalmente vinculantes que regulen el comercio de armas es un fracaso monumental de la comunidad internacional. Este es el momento para corregir esta profunda injusticia. Es el tiempo de actuar para poner fin a este crisis de derechos humanos y humanitaria”, dice la carta firmada, también por Jimmy Carter y Rigoberta Menchú, enviada al presidente norteamericano, asimismo ganador del Nobel de la Paz.
Estados Unidos es el mayor proveedor de armas del mundo. El año pasado aprobó ventas a Afganistán, Irán, Filipinas, Uganda y Yemen, además de otros países que no se han dado a conocer. En Yemen, las fuerzas de seguridad han abierto fuego reiteradamente contra personas que se manifestaban en forma pacífica.
El segundo vendedor más importante es Rusia, principal proveedor de armas a Siria desde la época de la ex Unión Soviética. Se especula con que, luego del inicio del actual conflicto armado, haya seguido cumpliendo el mismo rol, acusación que el gobierno de Vladimir Putin no se preocupa demasiado por desmentir. Lo concreto es que, junto a China, Rusia ha bloqueado en la ONU los intentos de imponer un embargo de armas a Siria y se ha opuesto a que la situación en ese país sea investigada por la Corte Penal Internacional.
China, justamente, tiene una legislación interna que sólo permite la exportación de armas desde empresas estales. Y aunque no siempre se sabe si se trataron de ventas directas, la realidad es que se han encontrado armas chinas en países sobre los que pesa un embargo internacional de armas, como la República Democrática del Congo.
Amnistía Internacional considera que es responsabilidad del gobierno francésincluir en la lista de control de exportaciones de carácter militar los vehículos todoterreno, ya que camiones franceses han sido utilizados por los actores que participan en el conflicto iniciado hace 10 años en Darfur, Sudán, donde las violaciones a los derechos humanos son generalizadas. El vecino Sudán del Sur ha recibido armas en forma clandestina a través de complejas operaciones con la participación de sociedades británicas. En Sudán del Sur ha habido últimamente acciones de insurgencia y contrainsurgencia en las que no se hizo diferencia entre objetivos civiles y militares.
Estos ejemplos muestran por qué es necesario un Tratado de Comercio de Armas sólido. El movimiento de derechos humanos en el mundo viene trabajando hace más de 20 años a favor de ese objetivo. Amnistía Internacional exige que se incluya una “regla de oro”, que no permita a los Estados autorizar transferencias de armas si existe un riesgo cierto de que se van a utilizar para cometer o facilitar violaciones a los derechos humanos. El acuerdo debe incluir todo tipo de armas, municiones y material conexos. Además se debe imponer la obligación de hacer públicos informes anuales sobre la transferencia de armas, para que puedan ser evaluados por la opinión pública. Por sí solo, un Tratado de Comercio de Armas no será una solución. Pero ayudará a lograr un mundo más seguro para millones de personas.
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