5 de janeiro de 2011

Matemática, una de las bellas artes


Nora Bär

Miércoles 5 de enero de 2011 

Vacaciones. Nada mejor que suspender por unos días la tiranía de los horarios, el martilleo de los teléfonos, la sensación de estar siempre en deuda con... ¡algo!, para recuperar el gozo de la lectura, de contar y que nos cuenten historias.
Todo esto ocurre cuando nos "agasajan" con una obra fascinante como Mathematicians, an outer view of the inner world, de Mariana Cook (Matemáticos, una visión externa del mundo interno, Princeton University Press, 2009), un volumen de lujo que reúne retratos fotográficos y textos de 92 grandes matemáticos vivos en el momento de su edición.
Como dice Cook en su prefacio, los matemáticos son excepcionales. "Pueden parecerse al resto de nosotros, pero no son iguales -escribe-. La mayoría son mucho más inteligentes (...), tienen la capacidad de percibir el mundo en forma abstracta en un notable nivel de complejidad, moviendo docenas de lo que llaman «objetos matemáticos» en sus cabezas durante años mientras resuelven un único problema." Algunos siguen trabajando con lápiz y papel, y la mayoría conforma una familia cuyos integrantes sienten genuina admiración por los logros de sus colegas y persiguen la elegancia, la belleza y la verdad.
En el libro se suceden las notables fotografías en blanco y negro tomadas por Cook y los textos en los que figuras como Benoit Mandelbrot, el "padre" de los fractales; John Forbes Nash, premio Nobel de Economía por sus aportes a la teoría de juegos; Andrew Wiles, que se hizo mundialmente célebre cuando logró resolver el último teorema de Fermat, un problema planteado más de tres siglos antes; Alain Connes, creador de la geometría no conmutativa, y muchos otros revelan cómo los sedujo y qué sigue atrayéndolos de la "reina de las ciencias".
Sus reflexiones son inspiradoras. Como cuando Connes, afirma: "Para convertirse realmente en matemático (...) uno tiene que pensar por sí mismo. Tiene que transformarse en su propia autoridad. (...) Lo que importa es si tiene una prueba y está seguro de ella. El resto no importa". O cuando Israel Gelfand, de la Universidad de Rutgers, le pregunta al gran Paul Dirac por qué no abandona sus ecuaciones, y éste le contesta: "Porque son hermosas".
Ya lo dijo Keats: "La belleza es la verdad, y la verdad, belleza". Probablemente, más que la dimensión instrumental de este lenguaje de ideas abstractas que se parece mucho a la poesía, sea éste su legado fundamental desde que un humano, sentado a la orilla del océano, comenzó a preguntarse por el infinito...

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