Bernardo Kliksberg
Miércoles 19 de enero de 2011 |
¿En dónde está América latina a fines de 2010 en educación, la clave del progreso en un siglo basado en la ciencia y el conocimiento? ¿Cuántos años de educación logran completar los distintos sectores de la sociedad, en un continente considerado el más desigual de todos? ¿Cuánto aprenden realmente los niños de los diversos estratos? En su situación actual, ¿la educación favorece la tan buscada y necesaria movilidad social o la dificulta? ¿Cuáles son las grandes cuestiones por encarar?
En un reciente informe, la Cepal plantea que "la región no ha logrado transformar el sistema educativo en un mecanismo potente de igualación de oportunidades".
Junto a logros y avances, entre los principales problemas que indica se hallan:
a. Según estudios del Banco Mundial y otras fuentes, el nivel de preescolar es fundamental para las trayectorias educativas futuras. En la región hay países que tienen una matrícula casi universal y otros en donde sólo llega al 30%.
b. Se ha alcanzado el ingreso casi universal a la escuela primaria, una meta de la más alta relevancia. Sin embargo, el rezago escolar -niños con dos o más años de atraso en el grado que cursan respecto de su edad- supera la quinta parte de los niños en la República Dominicana, Colombia, Paraguay, Nicaragua y Guatemala.
c. Todos entran a la primaria, pero mientras en el 20% más rico de la población la completa el 98% de las mujeres y los hombres, en el 20% más pobre las cifras son diferentes: la finalizan el 86% de los hombres y el 90% de las mujeres.
d. La situación es mucho más problemática aún en la secundaria. En promedio, sólo la completan el 49% de los hombres y el 55% de las mujeres. Y las brechas son muy considerables. En el 20% más rico, la finalizan el 81% de los hombres y el 86% de las mujeres. En el 20% más pobre, sólo el 23% de los hombres y el 26% de las mujeres.
e. En cuanto a los estudios postsecundarios, son muy pocos los que completan cinco años, el equivalente a un grado universitario: sólo el 8,3% de los jóvenes de 25 a 29 años de edad. Aquí las distancias entre estratos son contundentes. Por cada 27 jóvenes del 20% más rico que los finalizan hay sólo 1 del 20% más pobre.
Las disparidades no se dan sólo en años de escolaridad. Los niveles de aprendizaje son mucho menores en los estratos pobres, por factores como el precario capital socioeducativo de la familia y las múltiples limitaciones que sufre la escuela pública en diversos países.
Hay varios mitos respecto de las soluciones. Uno de los más frecuentes ha sido la idea de restar recursos públicos a la educación universitaria para sumarlos a los primeros estadios de educación. En pleno siglo de la ciencia y la tecnología, debilitar las universidades sería dar la espalda a la historia. El desafío pasa por fortalecer todos los niveles educativos y lograr, como señala la Cepal, "que una proporción cada vez mayor de estudiantes de bajos ingresos continúe sus estudios postsecundarios".
Aunque es una dirección promisoria, se halla lejos, de acuerdo con los datos reales, la posibilidad de que la digitalización permita un acceso universal al conocimiento a todos los sectores. Sin duda puede cumplir un papel de la más alta relevancia en relación con el acceso a información, redes sociales, información sobre el mercado de trabajo y otras áreas. Pero, a pesar de los avances, amplios sectores no tienen acceso a ella y hay una importante brecha digital que se debe seguir enfrentando.
Según un relevamiento realizado por Latinobarómetro en 18 países en septiembre y octubre pasados, un 59% de los entrevistados dice no haber usado nunca correo electrónico ni haberse conectado a Internet; un 6% dice que sí lo ha hecho pero "casi nunca" lo hace, y un 20% declara que lo ha hecho "ocasionalmente". Sólo un 13% afirma que lo hace todos los días.
Uno de los temas más importantes por discutir, entonces, es cómo mejorar la calidad de la educación. La última Cumbre Iberoamericana de Jefas y Jefes de Estado (Mar del Plata, 2010) llamó a "promover la universalización de la educación de calidad como un derecho fundamental e inalienable".
¿Qué han hecho países como Finlandia, Corea del Sur, Nueva Zelanda y Canadá, que, entre otros resultados, ocupan continuamente los puestos de liderazgo en las pruebas Pisa?
Un estudio de la consultora McKinsey sobre países exitosos concluye que los mejores sistemas educativos jerarquizan al máximo la carrera docente. Entre otros aspectos, señala, "aseguran la estructura de remuneración y reconocimiento adecuado para los profesores" y buscan atraer hacia la carrera docente a los mejores graduados universitarios. Entre sus prácticas se hallan algunas muy sugerentes, como la planificación semanal conjunta de las lecciones por parte de todos los profesores que enseñan la misma asignatura, observaciones obligatorias de las clases de otros y enseñanza conjunta para mejorar aún más la pedagogía establecida.
En Corea del Sur, uno de los países con más avances en calidad, los maestros son considerados los "constructores de la nación". En Canadá, otro líder educativo, es una de las profesiones que tiene más credibilidad en las encuestas de opinión entre los ciudadanos. Un reputado experto lo plantea así: "Los países líderes transforman la enseñanza de un trabajo en línea de ensamblaje en un trabajo de conocimiento. Invierten en cómo reclutan, entrenan y mantienen a los maestros para retener a los mejores". Por otra parte, en todos ellos, aspectos con frecuencia relegados en la región, como la enseñanza de las ciencias sobre la base de metodologías de avanzada, ocupan un lugar muy destacado.
También una base del éxito es que al mejoramiento de la profesión docente se sume la mayor participación de la familia en el esfuerzo educativo. El Premio Pulitzer Thomas Friedman lo plantea sin ambigüedades: "Necesitamos padres que apaguen los juegos de video, aseguren que los deberes escolares se completen, estimulen la lectura y eleven el aprender como la habilidad más importante de la vida".
Con indudables progresos, la agenda pendiente en educación en América latina es amplia y exigente. Se requerirán políticas públicas, vigorosas y sostenidas, alianzas con la responsabilidad social de la empresa privada, participación activa de la sociedad civil, familias movilizadas y que toda la sociedad se comprometa con los cambios necesarios.
© La Nacion
El autor recibió el Premio Educar del Arzobispado Argentino
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