17 de agosto de 2011

Calidad, equidad y reformas en la enseñanza // Álvaro Marchesi, Juan Carlos Tedesco y César Coll


Colección Metas Educativas 2021
Editan Santillana y OEI con el apoyo de la AECID
Aunque se han producido avances importantes en las últimas décadas, no parece previsible que con la misma dinámica pueda lograrse el enorme salto educativo requerido para responder a los retrasos históricos. Son precisos nuevos modelos y estrategias para lograr la transformación de las estructuras educativas y sociales. El presente libro aborda los retos actuales de la educación en Iberoamérica, la orientación de los cambios necesarios, los desafíos que supone la diversidad, la interculturalidad y la equidad, el sentido de los aprendizajes escolares y su evaluación, la centralidad de una educación para la ciudadanía democrática y el papel de la institución escolar.
Índice
Preámbulo, Álvaro Marchesi 7
Introducción, Álvaro Marchesi, Juan Carlos Tedesco y César Coll 13
Los retos de la educación en Iberoamérica 17
Una nueva meta para la educación latinoamericana en el Bicentenario, Juan Eduardo García-Huidobro 19
Las metas educativas ante el nuevo panorama social y cultural de América Latina, Néstor López 35
Equidad, diversidad, interculturalidad: las rupturas necesarias, Sylvia Schmelkes 47
Las políticas educativas a debate 57
La educación tras dos décadas de cambio. ¿Qué hemos aprendido? ¿Qué debemos transformar? Marcela Gajardo 59
Los temas de la agenda sobre gobierno y dirección de los sistemas educativos en América Latina, Juan Carlos Tedesco 77
La atención educativa a la diversidad: las escuelas inclusivas, Rosa Blanco 87
Enseñar y aprender en el siglo xxi: el sentido de los aprendizajes escolares,César Coll 101
Calidad, evaluación y estándares: algunas lecciones de las reformas recientes, Alejandro Tiana 113
Educar para la paz y la ciudadanía en América Latina, Fernando M. Reimers 125
Repensar la escuela como escenario del cambio educativo, Margarita Zorrilla 143
Bibliografía 161
Los autores 169
Preámbulo
Álvaro Marchesi
Secretario general de la OEI
La sociedad y la educación iberoamericanas se enfrentan a un desafío enorme: asegurar el bienestar de sus ciudadanos, el desarrollo económico y la cohesión social en un mundo que vive profundas y aceleradas transformaciones. No va a ser tarea fácil, porque el nivel de partida está aún muy alejado de los objetivos propuestos. La pobreza y la desigualdad están presentes de forma acusada en la gran mayoría de los países. Lo mismo sucede en la educación: el analfabetismo, la inequidad en el acceso a los bienes educativos, la reducida calidad del sistema público de enseñanza y la falta de opciones laborales para un amplio colectivo de jóvenes, incluso para aquellos que han terminado sus estudios secundarios, son rasgos comunes de los sistemas educativos.
Hay que reconocer que en el ámbito educativo, también sin duda en el campo social, son muchos los retos pendientes. Por un lado, es preciso universalizar la oferta de educación inicial, primaria y secundaria, lograr que todos los niños y jóvenes tengan 12 años de educación obligatoria, mejorar la calidad educativa y las competencias de los alumnos en consonancia con las exigencias de la sociedad, desarrollar un sistema integrado de educación técnico profesional y elevar el nivel educativo y cultural del conjunto de la población. Por otro, es necesario avanzar en la sociedad del conocimiento y de la información, incorporar las nuevas tecnologías en el proceso de enseñanza y de aprendizaje, diseñar currículos acordes con las competencias que los alumnos van a necesitar para integrarse de forma activa en la sociedad y en el mundo laboral, e incorporar en las escuelas el progreso científico, la innovación educativa y los nuevos significados de la cultura.
¿Es posible enfrentarse a tal magnitud de problemas con los enfoques y estrategias utilizados hasta el momento? El análisis de los resultados obtenidos con las reformas educativas desarrolladas en las últimas décadas obliga a dar una respuesta negativa. Es cierto que se han producido avances importantes, sobre todo en el acceso a la educación, pero no parece previsible que con la misma dinámica impulsada hasta el momento pueda lograrse el enorme salto educativo requerido para responder a los retrasos históricos acumulados y para conseguir que la región pueda competir en un mundo globalizado. Sería un error tratar de resolver los problemas existentes con los esquemas que algunos países utilizaron en el pasado. Tampoco es positivo considerar que los nuevos retos que proceden de la sociedad de la información puedan abordarse como si la situación de la región fuera similar a la de los países más avanzados. Hace falta una nueva visión sobre el sentido de la educación que permita diseñar nuevos modelos y estrategias de acción y nuevas formas de cooperación. En el acierto en su definición, acuerdo y puesta en práctica se cifra buena parte de las posibilidades de enfrentarse de forma simultánea a todos los retos presentes y lograr de esta manera la transformación de las estructuras educativas y sociales.
Es preciso, por tanto, plantearse de nuevo el sentido y la orientación de los cambios educativos, sin miedo a aprender de las insuficiencias del pasado y a plantear las respuestas que vayan a la raíz de los problemas. Y lo que aparece de forma clara, aunque hay que reconocer que no es una formulación nueva, es que la educación no puede con sus solas fuerzas resolver los problemas de la sociedad, sino que exige para ello que se produzcan al mismo tiempo determinados cambios en otros ámbitos de la sociedad. No es suficiente con que la educación apueste por los valores democráticos, la justicia, la participación y la equidad, si al mismo tiempo no existen iniciativas políticas, económicas y sociales que avancen en la misma dirección. No es posible una educación equitativa en una sociedad tan desigual como la iberoamericana. Y tampoco es posible avanzar en sociedades más justas sin una educación equitativa, en la que estén garantizados unos mínimos comunes de calidad para todos los alumnos.
El énfasis, por tanto, se sitúa en las políticas globales, capaces de plantear estrategias convergentes en las esferas económica, social y educativa con el objetivo de avanzar en la construcción de sociedades justas, cohesionadas y democráticas. Así y solo así será posible progresar de forma más rápida y segura hacia los objetivos propuestos, y los esfuerzos educativos no se verán frustrados por la inmutabilidad de las condiciones sociales.
Esta exigencia de un compromiso compartido en la esfera de las políticas públicas pone al mismo tiempo de relieve la necesidad de fortalecer las instituciones que desarrollan dichas políticas, entre ellas, sin duda, las que gestionan el sistema educativo. Los procesos de descentralización desarrollados en la década anterior han puesto de relieve la necesidad de establecer una eficiente coordinación entre el poder central y los poderes regionales y locales, así como la urgencia de crear un sistema de gestión eficiente y estable, en el que la evaluación, la supervisión y la rendición de cuentas sean procedimientos habituales y confiables. Parece necesario, en consecuencia, diseñar y desarrollar sistemas de evaluación que permitan conocer los logros de los alumnos en la adquisición de sus competencias básicas, pero también la eficiencia de las instituciones educativas, la coordinación interinstitucional, el funcionamiento de las escuelas, el trabajo de los docentes y la participación social en la actividad educativa.
La importancia otorgada a la orientación y al fortalecimiento de las políticas y de las instituciones públicas no debería olvidar que la deseable coordinación de las políticas públicas en el nivel gubernamental debe conducir a concreciones específicas en el ámbito territorial. Las políticas educativas serán más eficaces en la medida en que participen diferentes sectores sociales y culturales y sean capaces de concretar sus iniciativas en proyectos sistémicos e integrados que se desarrollen en determinados territorios previamente establecidos.
Todo ello pone de relieve que el sistema escolar necesita de nuevos aliados para lograr sus objetivos. Como señala el reciente proyecto de la OEI sobre las Metas Educativas 2021, es necesario que se incorporen instituciones y actores que puedan contribuir enormemente a fortalecer su funcionamiento. Las ciudades, las organizaciones sociales, los voluntarios, las empresas o los alumnos universitarios podrían ser algunas de las nuevas alianzas que habría que construir.
La participación de los municipios en la acción educadora es tal vez la contribución más importante para una nueva concepción de la educación que amplíe el campo escolar. La ciudadanía se vive en los barrios y en las ciudades, por lo que el entorno urbano se convierte en una nueva estrategia para alcanzar las metas educativas. La planificación de los espacios urbanos y de los nuevos barrios, la forma de recuperar los centros históricos, las expresiones culturales, las bibliotecas públicas, los lugares de ocio, los centros de salud y tantas otras manifestaciones que pueden facilitar la integración intercultural, la coordinación con la acción de las escuelas, la posibilidad de experiencias innovadoras, la apertura de las escuelas a su entorno y la relación entre el aprendizaje de los alumnos en el aula y en su vida diaria. adversarios. La incorporación de la cultura de los jóvenes en el proceso de enseñanza y de aprendizaje constituye una exigencia necesaria si se pretende que encuentren sentido a sus aprendizajes escolares, sobre todo aquellos con más riesgo de abandono por su falta de motivación hacia el estudio o por su percepción de lejanía de la institución escolar.
La juventud tiene una especificidad propia en la que sus miembros asumen su identidad personal en la medida en que se apropian de los objetos simbólicos colectivos: formas de consumo, relaciones, comunicación, rituales, diversión y diferentes tipos de expresiones colectivas. Las tecnologías de la información han contribuido enormemente a configurar las culturas juveniles por las formas de comunicación y relación que han universalizado, por el tipo de relación que han orientado y por el predominio absoluto de la imagen y de los sistemas multimedia. Este dominio de las TIC por parte de los alumnos no debe ser vivido como una amenaza para los profesores con escasa experiencia en este campo. Debería servir, por el contrario, para aprovechar las competencias de los jóvenes e intentar que se comprometan a través de ellas en proyectos de aprendizaje, en gestión de actividades, en relaciones con otros grupos o en acciones de apoyo a alumnos que lo necesitan o a otros colectivos con menos experiencia. El objetivo, finalmente, es que los alumnos sientan que merece la pena aprender, que el aprendizaje está relacionado con su vida y que abre múltiples posibilidades futuras.
En este contexto será posible, sin negar sus enormes dificultades, que el sistema educativo se enfrente con mayores garantías de éxito a los desafíos y urgencias que tiene planteados y a los que ya se hizo mención anteriormente: lograr que todos los alumnos accedan a una educación de calidad similar; cuidar determinadas condiciones imprescindibles para el aprendizaje, como la salud y la alimentación de los niños; fortalecer la escuela pública; impulsar políticas que aseguren la inclusión de todos los alumnos, pero que al mismo tiempo respeten sus diferencias, especialmente su lengua y su cultura propia; propiciar la participación de las familias en el proceso educativo de sus hijos y elevar al mismo tiempo su nivel educativo y cultural; reducir el abandono escolar, educar en valores y para la ciudadanía democrática; mejorar las competencias de los docentes y propiciar su desarrollo profesional; reforzar el funcionamiento de la institución escolar; renovar los procesos de enseñanza y aprendizaje que los profesores desarrollan en el aula; e impulsar un nuevo sistema de educación técnico profesional. Para lograrlo, hace falta incrementar los recursos destinados a la educación y asegurar al mismo tiempo su gestión eficiente
Estas exigencias y responsabilidades suponen también un desafío para la OEI. Es necesario diseñar nuevas formas de cooperación que tengan en cuenta los modelos y estrategias que mejor pueden transformar de forma rápida la actual situación educativa y social, y que contribuyan a reforzar las instituciones públicas, su gestión eficiente, la estabilidad de los consensos alcanzados, las iniciativas valiosas emprendidas y el intercambio de las experiencias de éxito.
Hace falta también establecer cauces de coordinación entre las diferentes organizaciones internacionales que trabajan en Iberoamérica para que, respetando su identidad, seamos capaces de planificar de forma conjunta nuestras respectivas agendas. Existe, no cabe duda, una demanda insistente de los países para avanzar en esta dirección.
Es preciso, finalmente, formular proyectos de largo alcance que sean significativos para la región y que sirvan de estímulo para el compromiso de los países. Conviene, sin embargo, no olvidar su diferente realidad social, cultural y educativa. Vivimos en una región con lazos históricos, culturales y lingüísticos que le otorgan una identidad propia. Pero también existen profundas diferencias entre los países, e incluso dentro de ellos, lo que obliga a adaptar los proyectos generales a las posibilidades de cada uno.
En este contexto hay que situar el proyecto que la OEI está impulsando de acuerdo con la voluntad expresa de los ministros de Educación iberoamericanos en su Conferencia celebrada en 2008 en El Salvador, quienes aprobaron acoger la propuesta “Metas Educativas 2021: la educación que queremos para la generación de los Bicentenarios” y comprometerse a avanzar en la elaboración de objetivos, metas y mecanismos de evaluación regional, en armonía con los planes nacionales.
El proyecto surge cuando varios países se preparan para celebrar el bicentenario de su independencia y se formula con un amplio horizonte, el año 2021, porque es el momento en que otros tantos países vivirán una conmemoración similar y porque los cambios educativos exigen un tiempo prolongado. Un proyecto que busca situar a la educación en el centro del debate social que se producirá en la década de los bicentenarios y aprovechar y canalizar de esa forma el deseo de cambio y de progreso que vivirá con especial fuerza la sociedad iberoamericana. Un proyecto, finalmente, que aspira a la formación de una generación de ciudadanos cultos, y por ello libres, en sociedades justas y democráticas.
El proyecto se concreta en objetivos, indicadores y niveles de logro específicos en diferentes campos de la educación, desde la gobernabilidad de las instituciones y los proyectos educativos y sociales integrados (objetivo primero), hasta el incremento de la financiación y su gestión eficaz (objetivo undécimo y último). En medio de ellos se encuentran otros nueve relativos a la mejora de la educación inicial, básica y profesional, al acceso equitativo de todos los alumnos a la educación y al incremento de su calidad, al fortalecimiento del desarrollo profesional de los docentes, a la mejora de los aprendizajes de los alumnos, y a un especial cuidado en la incorporación de la lectura, las TIC, el conocimiento científico y la educación artística en los sistemas de enseñanza y en el tiempo escolar.
Las Metas Educativas 2021 incorporan también un conjunto de programas de acción relacionados con los objetivos propuestos. Su función es colaborar con los países, sobre todo con aquellos que tienen más dificultades, para progresar en los objetivos propuestos y para generar una dinámica de apoyo mutuo entre los países que, por una parte, sirva de estímulo y, por otra, contribuya a reforzar la conciencia del valor de pertenecer a la comunidad iberoamericana de naciones.
Junto a los programas de acción, se establece la posibilidad de crear un fondo económico solidario para la cohesión educativa al que contribuyan los países ricos, las organizaciones internacionales y los diferentes donantes públicos y privados. El objetivo es ayudar y completar el esfuerzo financiero que realicen los países con mayores dificultades para que sean capaces de alcanzar las metas propuestas, especialmente aquellas que hayan establecido como prioritarias.
Un proyecto de estas características no puede reducirse a un acuerdo entre los gobiernos, por fundamental que sea. Es imprescindible al mismo tiempo provocar un amplio debate y reflexión social que contribuya a modificar y mejorar la propuesta inicial y que otorgue al conjunto de la sociedad, a sus instituciones, a los profesores, a las universidades, a las asociaciones familiares, a los colectivos profesionales y a todos aquellos sectores interesados el protagonismo que ellos merecen y que el proyecto necesita. Aquí se encuentra la finalidad principal de esta colección de libros, cuyo primer número dedicado a las reformas, la calidad y la equidad educativa ahora se presenta. Con estas publicaciones se pretende ir más allá de la literalidad de los objetivos e indicadores propuestos en la formulación de las Metas Educativas 2021, dotarles de un profundo sentido educativo e intentar atraer al mayor número de personas e instituciones a la noble tarea de transformar la educación y la sociedad.

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