4 de setembro de 2016

Argentinna: Debate nacional: cómo garantizar el derecho al conocimiento para todos

Hay un solo camino, la educación. Cuarta de 30 entregas: los desafíos estratégicos

La educación argentina enfrenta enormes desafíos. Los expertos proponen cambiar los enfoques pedagógicos. 


Por Rafael Otegui 
A pesar de los avances en materia de inversión y acceso de las últimas décadas, la educación argentina enfrenta desafíos enormes. Un repaso rápido por las principales estadísticas disponibles arroja el siguiente cuadro de situación: • El 46,3% de los chicos de 3 años no asiste al jardín de infantes.
• El 86% de los alumnos del nivel primario no tienen jornada escolar extendida.
• Cerca del 50% no termina el secundario en tiempo y forma.
• Sólo 2 de cada 10 jóvenes llega a un título universitario.
• Más de 75.000 chicos de entre 15 y 24 años no estudian ni trabajan.
Pero hay más. Según la última evaluación internacional PISA, el 52% de los alumnos argentinos no accede a los saberes mínimos y su desempeño está muy por debajo del de sus pares de otros países con igual o inferior nivel de ingreso. Ya no se trata tanto de ampliar la cobertura, sino más profundamente de garantizar el acceso al saber.
“En lugar de hablar del derecho a la escolarización, deberíamos hablar del derecho al conocimiento, porque no es el título lo que va a determinar la trayectoria social o laboral de un individuo, sino el saber”, apunta Emilio Tenti Fanfani, experto en sociología de la educación. Para esto, agrega, es preciso calificar la demanda social en educación: “No basta con modificar los programas, las escuelas, los maestros: las familias deben demandar conocimientos y exigir que efectivamente los chicos aprendan a leer, a escribir y a calcular”.
La socióloga Inés Aguerrondo se pregunta si la escuela actual está en condiciones de asegurar el derecho al conocimiento. Para ella, es necesario renovar el abordaje pedagógico: “Tenemos que pasar del aprendizaje débil al aprendizaje profundo, de aprender a comprender. Necesitamos una nueva pedagogía y didáctica basadas en el aprendizaje por proyectos”, dice.
Axel Rivas, director del Programa de Educación de CIPPEC, coincide en la necesidad de revisar las prácticas de enseñanza, pero sugiere actuar con moderación: “Tenemos que hacer grandes puentes entre lo que hoy sabe hacer un docente y lo que realmente debería incorporar. Hay mucho riesgo en los cambios muy genéricos, muy ambiciosos, pero lejanos a la realidad de las escuelas”, señala. En su opinión, el mayor desafío es combinar políticas que mejoren y cambien al mismo tiempo la educación, “pero con los docentes, no contra ellos”. “Además de repensar las prácticas y el sentido de la enseñanza, es clave entender qué le pasa a los docentes y trabajar para recuperar su prestigio. Son ellos los que están en las aulas, los que tienen la mayor responsabilidad”, concluye.
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Es muy escaso el reclamo de calidad educativa

Hay un solo camino, la educación. Opinión
Por Guillermo Jaim Etcheverry. Miembro de la Academia Nac. de Educación, ex rector UBA
Nuestro país enfrenta al menos tres serios problemas en materia de educación: 1) contamos con relativamente pocas personas con educación secundaria y universitaria completa; 2) es muy marcada la desigualdad que existe en la distribución de la educación en relación con el nivel socioeconómico de las familias; 3) la calidad de la educación de quienes la han recibido es deficiente en comparación con la de sus pares de países con similar grado de desarrollo. Además, las diferencias entre las regiones de la Argentina son muy marcadas. Por lo tanto, nuestro principal desafío es el de lograr educar a más personas garantizando la equidad y mejorando la calidad de lo que se aprende.¿Cómo hacerlo? Poco tiempo atrás el famoso pedagogo italiano Francesco Tonucci señalaba: “No necesitamos ni buenas ni nuevas leyes de enseñanza. Necesitamos buenos maestros. Si alguien puede cambiar la escuela es el maestro”.
Efectivamente, la prioridad absoluta es contar con buenos docentes. Para lograrlo resulta esencial que su tarea sea valorada por la sociedad, que se confíe nuevamente en la importancia de la educación. No en la de una simple certificación sino en la labor cotidiana de aprender, a veces entretenida, otras no tanto, pero siempre interesante. Es el buen docente quien hace atractivo aprender porque sabe mucho sobre algo y transmite al alumno ese entusiasmo por lo que conoce. Esa pasión es la que despierta en el alumno el interés por saber y lo impulsa a realizar el esfuerzo de aprender.
Pero ningún progreso será posible si la educación carece de un sólido sustento social, si no se renueva el contrato en el que se fundamenta: padres aliados con maestros para educar a los chicos. Esa alianza hoy se ha transformado ya que los padres están alineados con sus hijos en contra de la institución escolar. A esto se une el desprestigio en el que ha caído el logro académico, razón por la que es muy escaso el reclamo de calidad educativa para los propios hijos a quienes los padres consideran muy bien educados a pesar de la crisis que, al mismo tiempo, dicen advertir en el país.
Por eso, la recreación de un núcleo sólido de revalorización de la educación constituye el desafío más trascendente que enfrentamos. Esa constituye sin duda nuestra meta estratégica más importante. Las modificaciones pedagógicas son meros instrumentos cuyo éxito dependerá de que se logre reconstruir la imprescindible confianza social en la educación, hoy lamentablemente casi perdida. 

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