Para LA NACION
Viernes 24 de junio de 2011
El consumo de drogas en los Estados Unidos, hasta la llegada de Nixon a la Casa Blanca, era considerado esencialmente una problemática social que debía ser abordaba mediante tratamientos de las adicciones y una política de prevención. El presidente y sus planificadores deciden, en un giro radical, enfocar el tema desde el ámbito de la justicia penal, endureciendo las penas al consumo y combatiendo la producción en los países donde se originaba.
EN junio de 1971, hace exactamente cuatro décadas, Richard Nixon declaraba como "enemigo público número uno" el consumo de estupefacientes y lanzaba la "guerra contra las drogas" como una de las máximas prioridades políticas de su administración.
Una penalización del consumo más severa y la erradicación de los cultivos pasan al primer plano de la escena. La DEA se crea como brazo ejecutor de esta política y se destinan millonarios recursos para intervenir de forma bilateral en aquellos países que estén dispuestos a cooperar con la política de erradicación de cultivos y decomiso de las drogas, a fin de evitar que lleguen a las fronteras de los Estados Unidos.
Con el descomunal esfuerzo desplegado para desalentar la oferta se buscaba producir una serie de efectos -como el aumento en el precio de la droga en la calle o una disminución en la pureza que afectaría la salud de los consumidores- que se esperaba que desalentaran el consumo. Como parte de estas hipótesis también se pensaba que una menor cantidad de droga en las calles reduciría drásticamente el comercio y la violencia asociada al combate del narcotráfico.
Los indicadores demuestran, cuarenta años después de implementada esta política de combate del narcotráfico, que ninguna de las hipótesis se ha cumplido y que, por el contrario, los niveles de producción y consumo aumentan, que existe un fácil acceso a las drogas, que la pureza se mantiene, que los efectos para combatirla dejan miles de muertos anualmente y que el dinero proveniente del narcotráfico penetra en las distintas esferas de los Estados para corromperlos y comprar candidatos en los procesos electorales.
El evidente fracaso en todos los frentes de la lucha contra el narcotráfico, como lo señala de manera contundente la Comisión Global de Políticas sobre Drogas en su reciente informe, torna imprescindible y urgente un debate global que logre consensuar reformas para enfrentar la mayor amenaza que existe hoy para las democracias.
En una iniciativa lanzada por el ex presidente Jimmy Carter durante 2009, el Centro Carter, junto con IDEA Internacional, invitó a unas cuarenta personalidades provenientes de la sociedad civil de Bolivia, Colombia, Ecuador, los Estados Unidos, Perú y Venezuela para conformar un espacio de diálogo entre los países andinos y Estados Unidos con objeto de hacer recomendaciones de políticas ante los desafíos comunes que enfrentan sus respectivos gobiernos. Como resultado, los participantes han difundido una agenda común que aborda diversos temas, como el narcotráfico, y señala la necesidad de abrir un debate profundo frente a la evidencia del agotamiento de las políticas utilizadas durante las últimas décadas.
El incipiente consenso que se vislumbra, a partir de los esfuerzos que se llevan adelante desde instancias como el Foro de Diálogo o la Comisión Global de Políticas sobre Drogas, presidida por Fernando H. Cardoso, se centraría en un esfuerzo multidimensional en todos los ámbitos de la problemática a partir de una acción coordinada desde cada Estado, en el reconocimiento del "principio de responsabilidad compartida" entre países productores y países consumidores, en un abordaje que supere las políticas bilaterales y que posibilite una mayor coordinación entre naciones para avanzar en políticas comunes. También, en un mayor énfasis en campañas de prevención y rehabilitación, que atiendan la situación carcelaria y el factor de género, así como la profundización y expansión de los programas de cultivos alternativos.
La claridad que existe en el diagnóstico acerca del fracaso y de las consecuencias de la "guerra contra las drogas" necesita una concertación global que proponga un nuevo paradigma para implementar propuestas consensuadas, antes de que las democracias queden como cáscaras vacías a merced del narcotráfico. © La Nacion
El autor, consultor político, ha sido coordinador del Foro de Diálogo Andino-Estadounidense
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