NUEVA YORK.- El mundo está en una encrucijada. La comunidad global puede unirse para luchar contra la pobreza, el agotamiento de los recursos y el cambio climático, o enfrentar una generación de inestabilidad política, zozobra ambiental y guerras por los recursos.
El Banco Mundial (BM), con una conducción adecuada, puede jugar un rol fundamental para evitar esas amenazas y los riesgos que implican. Es mucho lo que está en juego a nivel internacional en esta primavera, ya que los 187 países miembros del Banco elegirán un nuevo presidente para suceder a Robert Zoellick, cuyo mandato finaliza en julio.
El BM fue establecido en 1944 para fomentar el desarrollo económico, y casi todos los países son actualmente miembros. Su misión principal es reducir la pobreza mundial y garantizar que el desarrollo global sea ambientalmente sólido y socialmente incluyente.
Los funcionarios estadounidenses tradicionalmente han considerado al BM como una extensión de la política extranjera y los intereses comerciales de Estados Unidos. Actualmente, muchos de sus miembros están alzando sus voces en busca de un liderazgo con mayor igualdad y cooperación, y una mejor estrategia que funcione para todos.
Desde la fundación del Banco hasta hoy, la regla implícita ha sido que el gobierno de los Estados Unidos designa a cada nuevo presidente: los 11 han sido estadounidenses y ninguno de ellos experto en desarrollo económico ni con trayectoria en la lucha contra la pobreza o en la promoción de la sostenibilidad ambiental. Por el contrario, Estados Unidos ha elegido banqueros de Wall Street y políticos, probablemente para garantizar que las políticas del Banco sean amigables hacia los intereses comerciales y políticos estadounidenses.
Sin embargo, esa política está fracasando para los Estados Unidos y dañando seriamente al mundo. Muchos de sus proyectos tuvieron como objetivo los intereses corporativos estadounidenses en lugar del desarrollo sostenible. El banco ha inaugurado gran cantidad de proyectos de desarrollo, pero son muy pocos los problemas globales que ha resuelto.
Durante demasiado tiempo, su dirección ha impuesto conceptos estadounidenses que a menudo son completamente inapropiados para los países más pobres y sus habitantes menos favorecidos. Por ejemplo, el Banco se ocupó en forma absolutamente torpe de la explosiva pandemia de sida, tuberculosis y malaria durante la década de 1990 y falló a la hora de enviar ayuda donde hacía falta para frenar esos brotes y salvar millones de vidas.
Aún peor, promovió cobros a los usuarios y el «recupero de costos» de los servicios de salud, dejando una atención sanitaria capaz de salvar vidas fuera del alcance de los pobres entre los pobres. En 2000, durante la Cumbre del sida en Durban, recomendé un nuevo «Fondo Global» para luchar contra esas enfermedades, justificándolo precisamente en que el BM no hacía trabajo. El Fondo Global para la Lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria fue creado y ha salvado millones de vidas, logrando un descenso de 30% de las muertes tan solo en Africa.
De manera semejante, el BM dejó pasar oportunidades cruciales para apoyar a los pequeños agricultores de subsistencia y promover en forma más amplia un desarrollo rural integrado en las comunidades empobrecidas de Africa, Asia y América latina. Durante cerca de 20 años, aproximadamente entre 1985 y 2005, se resistió a implementar asistencia para grupos específicos de pequeños productores. Más recientemente, el banco ha aumentado su apoyo a los pequeños productores, pero aún queda mucho que puede y debe hacer.
El personal del Banco es muy profesional y lograría mucho más si se liberase del dominio de los cerrados intereses y puntos de vista estadounidenses. El Banco tiene potencial para convertirse en un catalizador del progreso en áreas clave que darán forma al futuro del planeta. Sus prioridades deben incluir la productividad agrícola; la movilización de tecnologías de la información para el desarrollo sostenible; la instalación de sistemas energéticos con reducidas emisiones de carbono; y educación de calidad para todos, con un mayor aprovechamiento de nuevas formas de comunicación para llegar a cientos de millones de estudiantes relegados.
Las actividades del BM actualmente cubren todas esas áreas, pero la institución no logra un liderazgo eficaz en ninguna. A pesar de su excelente personal, no ha sido suficientemente estratégico ni ágil para convertirse en un agente de cambio eficaz. Lograr que cumpla bien su rol será un trabajo duro. Lo que es aún más importante, su nuevo presidente deberá contar con experiencia profesional directa sobre los variados desafíos de desarrollo. El mundo no debe aceptar el status quo. Un nuevo líder del BM que provenga de Wall Street o de la política estadounidense sería un duro golpe para un mundo que necesita soluciones creativas a complejos desafíos de desarrollo.
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Es el número de presidentes que ha tenido el Banco Mundial desde su creación; todos han sido estadounidenses y ninguno experto en desarrollo económico.
© Project Syndicate, 2012.
El autor es profesor de Economía y director del Earth Institute de la Universidad de Columbia.
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