La calidad de la educación es crucial para impulsar el crecimiento de América Latina y mantener las conquistas sociales
JORGE FAMILIAR 27 DIC 2014 - 00:00 CET, EL PAIS
Para América Latina, el 2014 no fue tan positivo como imaginábamos. Esperábamos que un país latinoamericano ganase la Copa del Mundo, trayendo nuevamente el trofeo a las Américas. En un tono más serio, también esperábamos que el crecimiento económico de la región mantuviese un ritmo constante aunque más lento. Sin embargo, de acuerdo con nuestros últimos pronósticos, la región apenas podrá crecer un 1% este año. Teniendo en cuenta el crecimiento poblacional, esto significa que el ingreso per cápita promedio de los latinoamericanos no avanzó en los últimos 12 meses.
El crecimiento no llegará fácilmente. Una expansión alimentada por las materias primas, como la que experimentó América del Sur en la última década, difícilmente vuelva a repetirse, dada la menor demanda mundial por sus productos, en particular desde China. Por si esto fuera poco, el costo de financiar el desarrollo probablemente aumente en los años próximos, a medida que la política monetaria de los Estados Unidos cambia de orientación. Las históricas conquistas sociales logradas por la región en los últimos 10 años corren peligro. América Latina deberá depender de sí misma si quiere regresar el camino de crecimiento con equidad que hizo posibles estas conquistas.
El desafío aumentará la presión sobre las arcas públicas. Por lo tanto, se le conferirá una gran importancia a aquellas políticas que logren impulsar el crecimiento manteniendo el foco sobre los pobres. Y cuando hablamos de inversiones públicas que logren ambos objetivos, muy pocas de ellas tienen el alcance de la educación. Por un lado, un país con mejor capital humano puede volverse más productivo y crecer más rápido. Por otro, una población mejor educada puede encontrar mejores oportunidades de vida y romper con el ciclo de pobreza, que muchas veces se perpetúa por generaciones.
En una región donde el acceso a la educación hasta el nivel secundario es casi universal, el desafío central es la calidad. Y para elevar la calidad, es fundamental lo que ocurre en el aula, o más concretamente, las habilidades de los encargados de enseñar.
Sin embargo, todas las semanas —debido al ausentismo docente, baja cualificación y nivel salarial, así como escaso liderazgo escolar— los alumnos de las escuelas públicas de América Latina y el Caribe pierden el equivalente a un día completo de clases. Esta es una de las conclusiones más importantes del innovador informe del Banco Mundial, Grandes docentes: cómo mejorar el aprendizaje de los alumnos en América Latina y el Caribe.
Otra de las conclusiones que llaman la atención es que aquellos individuos que ingresan a la carrera docente en América Latina tienen un nivel académico menor que el promedio general de los alumnos que cursan educación superior. En Singapur y Finlandia, los docentes provienen del tercio superior de estudiantes. Y esto me lleva a los maestros-estrellas.
América Latina es conocida por sus grandes estrellas de clase mundial, sean escritores, ídolos de fútbol o artistas. Shakira por ejemplo es admirada por su música y talento, y también por sus años de dedicación a mejorar las vidas de los niños pobres en América Latina. No hay duda de que la cantante y compositora colombiana merece toda la atención y los elogios que recibe, pero la región podría beneficiarse de tener docentes que sean la mitad de admirados que las estrellas de la música.
Más fácil de decir que de hacer, dirán muchos. Pero no imposible. Por sobre todas las cosas, requiere de una enorme dosis de voluntad política.
En la década de 1970, por ejemplo, Finlandia elevó el nivel requerido para la contratación de docentes. Esa fue la piedra fundamental de su estrategia de reforma educativa. Finlandia solía tener un mercado laboral educativo muy similar al de América Latina, con muchas instituciones de capacitación docente de calidad variable que producían un número excesivo de egresados. A lo largo de varias décadas, el país logró un número mucho menor de instituciones de alta calidad producen la cantidad necesaria de docentes talentosos, de los cuales todos encuentran trabajo y disfrutan de un elevado prestigio social (así como salarios competitivos).
Existe un consenso cada vez mayor de que el camino hacia el crecimiento a largo plazo de las economías latinoamericanas debe forjarse en base a la productividad. Esto significa principalmente invertir en industrias más intensivas en conocimiento, que inserten a la región de una manera más competitiva en las cadenas de valor globales, para generar un mayor crecimiento apoyándose en las nuevas tecnologías y en mejores prácticas gerenciales.
Esta transformación requerirá de una fuerza laboral capacitada; y la calidad de la educación debe mejorar rápido. Para evitar el riesgo de ampliar la brecha de ingreso en el proceso de tornarnos más productivos, la calidad de la educación no puede limitarse a unos pocos afortunados.
Jorge Familiar es el vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe.
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