Cuánto se dona. El aporte de los argentinos ricos
Hace unos días, 40 magnates de los EE.UU. se comprometierona entregar la mitad de sus fortunas; en la Argentina, los empresarios hacen algo de filantropía, pero sin tanta generosidad y con perfil bajo Foto: Andrea Platon / Ricardo Martinez / Shutterstock
Florencia Donovan y Alejandro Rebossio
LA NACION
Bill Gates, el magnate creador de Microsoft, logró que 40 de los empresarios más ricos de los Estados Unidos se comprometieran a donar más del 50% de sus fortunas y la noticia recorrió el mundo. Un ejemplo de generosidad, para muchos, aunque con una cuota de oportunismo, para otros, la iniciativa puso a la luz pública la importancia de las contribuciones de las grandes fortunas en los distintos países. En la Argentina, con un perfil extremadamente bajo, son muchos los empresarios que realizan actividades de filantropía, ya sea por cuenta propia o a través de sus empresas. Sin embargo, lejos, pero muy lejos, están todavía de emular al ejemplo del mundo sajón.
El jefe de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), Ricardo Echegaray, dijo a La Nacion que en 2008 (último dato disponible) los argentinos realizaron donaciones por un total de $ 530 millones. La cifra, aunque relevante, apenas representa el 0,04% del PBI argentino. Y queda aún más chica si se la compara con los números que se manejan en los EE.UU., donde en 2009 se registraron donaciones por US$ 302.000 millones (casi $ 1,2 billones), lo que equivale a casi el 2,1% del PBI de la mayor economía del mundo. En el país del Norte, los aportes de individuos representan cerca del 75% del total de las contribuciones privadas (el resto de sociedades), de acuerdo con Giving USA, compañía especializada en temas de filantropía. En la Argentina, en tanto, desde la AFIP señalan que de los $ 156 millones de donaciones que se deducen de los impuestos, sólo el 14% proviene de personas; el resto, viene de empresas.
"Acá hay gran cultura solidaria, pero no hay mucha cultura de la donación", sentencia Guillermo Canova, miembro del Foro del Sector Social, afirmación con la que coincide Gabriel Berger, profesor e integrante del Centro de Innovación Social de la Universidad de San Andrés (Udesa): "Definitivamente en la Argentina todavía se dona poco". Según Berger, no obstante, entre los grandes empresarios muchos son activos filántropos, pero eligen mantener un bajo perfil, ya que la generación de riqueza no se percibe de manera positiva, como en los EE.UU., donde los empresarios, modelos del sueño norteamericano, suelen ser admirados por la comunidad y considerados un ejemplo por imitar.
"Es complejo el tema de ser empresario", reconoce Marcelo Mindlin, presidente de Pampa Energía. "En otros países, ser empresario, ganar plata y donar se muestra con orgullo, acá estámal visto. Es verdad que [la filantropía] está poco desarrollada, pero no hay que dejar de reconocer que hay muchas personas que hacen cosas, pero lo que hace cada individuo no es muy conocido por los demás", dice Mindlin, cuya empresa, Pampa Energía, destina todos los años un presupuesto de $ 1,5 millones a su fundación Todo por los Chicos, que apoya la educación primaria, secundaria y universitaria. Mindlin, además, colabora (pero no da cifras) con la Fundación Tzedaká, de la colectividad judía.
Muchos empresarios locales donan, pero con la condición del anonimato, también por razones de seguridad, convicción, motivos religiosos o simplemente para tener la libertad de seleccionar sus causas y no ser presos de cientos de pedidos que no pueden satisfacer. Los dueños de la alimentaria Arcor, las familias Pagani, Seveso y Maranzana, no cuentan qué donaciones hacen de modo particular, pero el grupo reconoce que aporta $ 18,1 millones anuales. De la misma manera, Pascual Mastellone, de la láctea La Serenísima, entregó a través de su empresa 92.267 litros de leche en 2009 y 61.793 en lo que va de 2010; a esto se suman otras donaciones y su programa Solidarísimo, que en sus cinco ediciones recaudó $ 5,4 millones. La supermercadista La Anónima, que preside Federico Braun, entregará en 2010 $ 610.000. Braun se reserva la cifra que dona a título personal, pero admite que aporta para la Fundación Vida Silvestre, el instituto ITBA y el centro Cippec. Los hermanos Carlos y Alejandro Bulgheroni tampoco dan cifras de cuánto aportan, sino de Pan American Energy (PAE), la empresa en la que tienen el 20% de las acciones. PAE dona US$ 4 millones anuales. Si se toma en cuenta la porción de los Bulgheroni en la compañía, se infiere que contribuyen con 800.000. A través de la Fundación Banco Macro, Jorge Brito destinará en 2010 $ 6 millones, que se suma a otras donaciones que hace por fuera de la entidad financiera.
Otros, como Eduardo Eurnekian, de Aeropuertos Argentina 2000, son conocidos filántropos -destinó US$ 15 millones al hospital de Ezeiza-, tanto a través de sus empresas como dentro de sus comunidades (la armenia). Lo mismo Eduardo Elsztain (en la judía), aunque el empresario no respondió al llamado de LA NACION. También fueron contactados por este diario pero no quisieron revelar información sobre cuánto donan ellos o sus empresas: Gerardo y Adrián Werthein, Paolo Rocca, Aldo Roggio, Carlos Miguens, Carlos Pedro Blaquier, Alfredo Coto, Sebastián Bagó, Ernestina Herrera de Noble, Gregorio Pérez Companc, Enrique Eskenazi, Enrique Pescarmona, Francisco de Narváez, Héctor Magnetto, Roberto Urquía, Javier Madanes Quintanilla, Arturo Acevedo y Luis Bameule.
En el universo de hombres y mujeres de altísimo patrimonio, conviven tanto quienes donan una escuela entera con los que sólo pagan un cubierto en una cena solidaria o dicen que son caritativos porque una vez les compraron una pelota de fútbol a unos chicos que jugaban en un baldío.
Nicolás Ducoté, fundador de Cippec, considera que hay tres factores que pesan en la cultura argentina y que hacen que la filantropía no tenga el desarrollo del Primer Mundo. Por un lado, señala, la Argentina es un país con ciclos económicos cortos, con una coyuntura más amenazante, que atenta en contra de la previsibilidad necesaria para toda donación. Por otro lado, no existe una cultura del largo plazo. "El empresario argentino tiene una capacidad de atención limitada. Para resolver los problemas sociales, se requieren cinco o 10 años. Pero el empresario no proyecta a tan largo plazo siquiera en su organización. No pasa lo mismo en Chile o Brasil", ilustra Ducoté, que todos los años reúne a gran parte de la elite empresarial en la cena anual de Cippec. A su vez, dice que hay menos confianza en las instituciones, por lo que a veces pueden verse más atraídos a aportar a un fondo que se administre desde el extranjero que a uno que esté en el país.
"Siempre tengo una discusión con una persona que dona mucho. Mi tesis es que hay que mostrarse y la de ella, que hay que ocultarse. Pero yo pienso que hay que tratar de educar al resto, tener una posición de vanguardia para producir cambios en la sociedad", dice Eduardo Costantini, presidente de Consultatio. El empresario estima que dona cerca del 20% de su patrimonio; sólo en el museo Malba, Costantini desembolsó más de US$ 128 millones. Para el empresario, no obstante, haría falta una mayor participación del Estado para mejorar las donaciones del sector privado. "Me sorprende que los políticos no hayan recurrido a los líderes empresariales y a las familias poderosas para movilizarnos y ayudar en los hospitales, bibliotecas... Tal como sucede en EE.UU., yo uniría más al sector público con el sector privado, que acá están divorciados", dice Costantini.
Un reclamo histórico que el sector privado le realiza al Estado es el de la falta de incentivos impositivos. Hoy, explica Fernando Fucci, socio de la auditora Grant Thornton Argentina, sólo se puede deducir hasta el 5% de la ganancia neta del contribuyente (que hace algunos años era el 20%), y no existe la posibilidad de trasladar el beneficio a otros años en caso de que la donación sea mayor. Además, la AFIP sólo reconoce las donaciones que se hacen a determinadas fundaciones. "No puede decirse que la decisión de donar en la Argentina esté influida por la cuestión fiscal. Es tan mínima e irrelevante la deducción admitida que no es un incentivo de por sí", opina Fucci.
En contrapartida, en sociedades como la norteamericana, según detalla Andrés Edelstein, socio del área de impuestos de la auditora PricewaterhouseCoopers existen alicientes impositivos -las deducciones pueden ser de hasta el 50% de la ganancia fiscal-, y además se aplica un apuesto a la herencia (del 45%) que también hace que muchos elijan donar parte de sus fortunas, y no dárselas al fisco. En EE.UU., explica Berger, de la Udesa, hay muchas personas que creen que no es buena la excesiva acumulación de riqueza a través de las generaciones, sino que cada uno debe hacer su propio destino y valerse por sí mismo; de ahí el justificativo de gravar la herencia. Claro que una economía poderosa como la norteamericana les garantiza a las futuras generaciones de millonarios muchas posibilidades de desarrollo. "El fenómeno de Gates es una nueva manera de actuar globalmente en los grandes temas sociales", se ilusiona Carolina Bicquard, de la Fundación Compromiso.
Sólo el 20%Tal vez por ello, la ley argentina también protege a la familia por encima de cualquier otro potencial beneficiario. Así, aun si quisieran donar la mitad de su patrimonio, como propone Bill Gates, por ley los millonarios locales sólo disponen libremente del 20% de sus bienes. Gabriel Mazzinghi, abogado especializado en derecho de familia, lo aclara: "El donante que tiene herederos forzosos (hijos, cónyuge, ascendientes) no puede donar libremente sus bienes, y si los dona, estos pueden ser rescatados o restituidos por los herederos forzosos. Sólo hay una parte disponible, que es del 20% del patrimonio; el 80% de los bienes tienen que estar asegurados para los herederos forzosos cuando estos son los hijos; el 50%, cuando es el cónyuge y los dos tercios, en caso de los ascendientes". No pasa lo mismo en las sociedades sajonas, como en EE.UU., donde los individuos tienen total libertad para decidir el destino de su dinero.
Para Matilde Grobocopatel, presidenta de la Fundación Emprendimientos Rurales Los Grobo y vicepresidenta del Grupo de Fundaciones y Empresas, una modificación de la ley del impuesto a las ganancias ayudaría a acercar los niveles de inversión privada en la Argentina a los registrados en otros países. A través de su fundación, el grupo Los Grobo invertirá este año $ 1 millón en las provincias de Buenos Aires y de Santa Fe.
"Al gran donante no le importa en general la exención. Pero la falta de estímulos fiscales sí incide en la obtención de pequeños donantes. Un fundraising (fondeo) atomizado es lo que da estabilidad", subraya Ludovico Videla, director ejecutivo de la Fundación Bunge y Born, que fue creada hace más de 45 años por las familias Hirsch, Oster, Born y Bunge, y que cuenta con un presupuesto de $ 11 millones anuales para volcar en ciencia, salud y educación. "Acá tienen más peso los grandes donantes que los pequeños, mientras que en EE.UU. la cifra total está conformada por muchos pequeños donantes", dice Videla.
Está a la vista: muchos argentinos hacen, pero todavía poco. Por relevante que pueda transformarse la caridad en el futuro, ni los aportes de los grandes millonarios ni las donaciones que pueda hacer el resto de los individuos podrían reemplazar el rol del Estado en la cobertura de las necesidades básicas de los ciudadanos. David Ruda, presidente de Tarjeta Naranja, compañía que entregó $ 8 millones a 191 ONG y que además cubre las necesidades prácticas de 27 comedores y 237 escuelas, agrega: "Soy un frustrado de la filantropía. Me encantaría que todo el mundo tuviera trabajo. Ahí sí me dedicaría 100% a lo que considero que es realmente filantropía: llenar Córdoba de esculturas o donar escuelas supermodernas. Me duelen los pedidos de ayuda de 200 pesos".
Es el porcentaje de las donaciones de los 50 mayores filántropos de EE.UU. sobre el total de los aportes solidarios en su país.
La presidenta de la ONG Coas, Ani Mestre de Sambrizzi, dice que sería positivo que los ricos solidarios elevaran su perfil.
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