Todos por la educación!
Andrés Oppenheimer
MIAMI.- Cuando le pregunté al experto en educación internacional de la Universidad de Harvard Fernando Reimers cuál es el país latinoamericano en donde se están haciendo las mayores innovaciones en materia educativa, me respondió sin vacilar: "Brasil".
"¿Brasil?´´, le pregunté, sorprendido. Aunque Brasil invierte el doble que casi todos los otros países latinoamericanos en ciencia y tecnología, y las universidades brasileñas producen un récord latinoamericano de 30.000 graduados en maestrías y 10.000 en doctorados cada año, las estadísticas educativas de Brasil en general son pobres.
Según cifras oficiales, el 10% de la población de Brasil es aún analfabeta; sólo el 44% de los jóvenes de 19 años termina la escuela secundaria, y sólo el 12% de los jóvenes asiste a la universidad. Lo que es más, los estudiantes brasileños ocupan el puesto número 53 entre los 57 países de las pruebas estandarizadas PISA de ciencias y matemática, y no hay ninguna institución de educación terciaria brasileña en el ranking de las 200 mejores universidades del mundo del "Suplemento de Educación Superior" del Times, de Londres de 2009.
"¿Qué diablos está haciendo bien Brasil en materia educativa?", le pregunté a Reimers.
"Brasil es el país donde hay más potencial de innovación educativa en los próximos diez años", respondió el académico. "En Brasil, se ha creado una alianza llamada Todos por la Educación, que está liderada por empresarios con mucha participación del sector público, que han decidido que la educación es demasiado importante para que solamente se ocupe de ella el gobierno."
Efectivamente, los líderes empresariales de Brasil han llegado a la conclusión de que las mejoras educativas no provendrán de los gobiernos, sino de la sociedad civil. Esto se debe a que los gobiernos necesitan resultados a corto plazo, que puedan ser mostrados a tiempo para las próximas elecciones.
Los gobiernos tienden a construir edificios de escuelas, caminos y puentes, que son inversiones que salen en la foto y pueden ser finalizadas en dos o tres años, más que en entrenamiento docente o en formación de directores de escuelas, que son inversiones que suelen rendir frutos tras una década.
Contrariamente a lo que ocurre en la mayoría de los países latinoamericanos, donde los empresarios más grandes tienen cada uno su propia fundación educativa, en Brasil los principales magnates formaron una coalición educativa con una serie de objetivos comunes.
Todos por la Educación fue fundado en 2007, por los presidentes del Grupo Gerdau y bancos importantes, como Itaú, Bradesco y Santander. La coalición estableció cinco metas concretas y medibles periódicamente que deben alcanzarse para 2022.
Una vez definidas las metas -que incluyen que todos los niños permanezcan en la escuela hasta los 17 años-, el grupo reclutó a los dueños de los principales medios y a destacados periodistas, académicos y artistas para lanzar una campaña destinada a convencer a la opinión pública y al gobierno sobre la necesidad de ofrecer una mejor educación.
Y, a juzgar por los resultados, la campaña funcionó. Una encuesta realizada por CNO/Ibope, a fines de 2009, reveló que la calidad de la educación se ha convertido en la segunda preocupación en importancia para los brasileños, después de la inseguridad.
Ante la creciente presión social, el gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva adoptó oficialmente las cinco prioridades de Todos por la Educación, y las hizo suyas. El ministro de Educación brasileño, Fernando Haddad, apoyó desde el principio a Todos por la Educación. "Estos movimientos de la sociedad civil son positivos´´, me dijo en una entrevista.
A juzgar por lo que está ocurriendo en Brasil, los líderes empresariales, periodísticos y académicos han concluido que si no forman coaliciones para presionar a sus gobiernos a invertir en mejorar la calidad educativa, no pasará nada. Es hora de que la sociedad civil ponga a la educación en el centro de la agenda política en todas partes.
La Nación
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