24 de março de 2012

El futuro de la sociedad digital y los nuevos valores de la educación en medios / José Manuel Pérez Tornero



El ser humano no sería propiamente humano si no tuviese siempre presente el futuro, si no tuviese una tendencia, casi natural, a proyectar sus actos en el futuro en forma de consecuencias y responsabilidades. Por esto tal vez, ha habido siempre una especie de obsesión por imaginar y avanzar ese futuro que, de ese modo, se convertía en una referencia obligatoria para el presente.
Cuando los procesos se aceleran del modo que lo hacen en una sociedad plena de información circulante a la velocidad de la luz –como es la sociedad digital–, imaginar el futuro se hace imprescindible. Y a esa necesidad no puede escapar la educación en medios, que, en la medida en que depende de ello, tiene que intentar comprender el aceleradísimo desarrollo mediático del presente y del inmediato futuro, sobre todo, si quiere, aunque sea mínimamente, gobernar su propio presente.
A esta tarea arriesgada de imaginación dedicaremos los renglones que siguen. Nos ocuparemos de conocer lo que significa la construcción de la sociedad digital –centrada, sobre todo, en la puesta en marcha de una red universal de comunicación audiovisual que tiene dos pilares la televisión digital e Internet–. Y, posteriormente, de deducir algunos de los valores que están en juego en la construcción de este tipo de sociedad, algunos de los cuales pueden servir de valores de referencia para la renovación de la educación en medios.
1. Los modos de ver el futuro
La aparición súbita de la sociedad de la información o del conocimiento ha despertado, desde hace unos lustros, el discurso sobre el futuro con una fuerza inusitada. De modo que este tipo de discurso se ha convertido en una fuerza estructurante de las acciones y las estrategias sociales. Sin embargo, las versiones y las modalidades de este discurso futurista han sido bien distintas. Algunas de ellas han sido «proféticas», con la forma de vaticinios y augurios que servían de estimulo moral y de reflexión; otras «catastrofistas» y apocalípticas, en las que el final previsto es siempre trágico y nefasto y despertaban la conciencia de un cataclismo próximo; algunas otras, «voluntaristas», entusiastas y optimistas, prometían una especie de paraíso informativo y del bienestar, que se desarrollaría como una consecuencia inevitable de los procesos determinantes de la tecnología; otras «cientifistas», que mediante prospectivas, y modelos estadísticos calculaban lo que podría suceder y construían escenarios de futuro…
Sin embargo, desde mi punto de vista, ninguna de estas formas de encarar el futuro es, por sí misma, y autónomamente, completamente adecuada para conocer lo que está por llegar, ni siquiera para liberar y aumentar nuestra capacidad de imaginación a la hora de encarar lo porvenir. De hecho, no se puede decir que estén ni plenamente equivocadas, ni plenamente acertadas: cada una de ellas puede aportar un grado de conocimiento válido, pero ninguna puede pretender, por sí mismo la razón absoluta.
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24 de marzo de 2012

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