Rescate. Cronista impiadoso, “El juguete rabioso” y “El jorobadito” dan cuenta de su vigencia literaria.
POR RODOLFO EDWARDS
La obra de Roberto Arlt es dramática e imprevisible. Está llena de meandros y atajos, tiene la belleza fatal de los muebles viejos que resplandecen entre las sombras de las casas de antigüedades, guardando misterios de vidas pasadas, escenas borrascosas. Cada movimiento de Arlt evoca a una pantera de lustroso pelo, moviéndose por las praderas del mal. Roberto Godofredo Christophersen Arlt ya no es resistido por la crítica que solía encarnizarse con su sintaxis y la menesunda de palabras que arrojaba violentamente al puchero de su escritura. Actualmente es venerado y ocupa un buen lugar en el panteón de los héroes. Leerlo hoy nos hace pensar de qué manera habrán golpeado aquellos “cross a la mandíbula” que tiraba indiscriminadamente contra la sociedad de los veinte y los treinta, cuando muy pocos se animaban a traspasar los límites impuestos por una literatura contenida y formalista. La literatura de Arlt logró traspasar la antinomia de manual impuesta por las huestes de Florida y Boedo y se abocó a contar historias de gente real como si operase un sismógrafo de miedos, represiones y violencias larvadas.
“Me hubiera agradado ofrecerte una novela amable como una nube sonrosada, pero quizá nunca escribiré obra semejante. De allí que te dedique este libro trabajado por calles oscuras y pasajes taciturnos, en contacto con gente terrestre, triste y somnolienta”, le escribió a su mujer como dedicatoria de una recopilación de sus primeros cuentos.
Frente a la escritura de juguete que proponían la mayoría de los integrantes de Florida y la protesta dirigida y esquemática de los muchachos de Boedo, Arlt, como un payaso maldito, tiraba bombitas de mal olor para hacerles recordar, shakespeareanamente, a sus colegas que “algo olía a podrido en Dinamarca”. Salvo un predecesor como el narrador Héctor Pedro Blomberg o un contemporáneo como el poeta Nicolás Olivari poseían como Arlt ese temperamento de los tipos que “nacieron puteando por haber nacido”.
En medio de la apariencia de distendidas comedias familiares, gruesas capas de polvo se ocultaban debajo de las alfombras de los hogares clasemedieros que eran succionadas por la aspiradora que los relatos de Arlt encendían como máquinas de guerra. Art habla donde otros callan. En ese sentido hay un cuento emblemático: “El jorobadito”. El enano Rigoletto le sirve al narrador para zafar del compromiso amoroso, de la familia y del ingreso al bando “de los normales”: “Esta idea, semidiabólica por su naturaleza, consistía en conducir a la casa de mi novia al insolente jorobadito, previo acuerdo con él, y promover un escándalo singular, de consecuencias irreparables”. En otros cuentos como “Las fieras” hace un inventario de “ex hombres”, maravillosos perdedores, amplificados por una lupa impiadosa que se detiene en detalles tenebrosos: “Y más dulzura bondadosa encierra su sonrisa, al rememorar los menores que violó, dramas de leonera, un chico maniatado por cinco ladrones que le apretaban contra el suelo tapándole la boca, luego ese grito de entraña rota que sacude como una descarga de voltaje el cuerpo sujetado”.
Inspirado por un viaje a Marruecos, Arlt escribe una serie de relatos que evocan el tono y los ambientes de Las mil y una noches , marcados por moralejas ejemplificadoras y personajes que operan simbólicamente, en medio de tramas folletinescas que no disimulan el efectismo de fábula.
En 1941 publica Viaje terrible , un relato largo, casi una nouvelle que representa otra de las caras del poliedro Arlt: su impronta fantástica como evasión de la opresión criminal de las rutinas urbanas, aspecto que desarrollará también en su dramaturgia. En este relato un viaje de placer se convierte súbitamente en una pesadilla increíble. Con ecos de Edgar Allan Poe, Arlt desarrolla una historia que no tiene desperdicio; las peripecias se encadenan a un ritmo enloquecedor. Los tripulantes y pasajeros del Blue Star se ven condenados desde el vamos porque el buque había cambiado de nombre y eso en la tradición marítima conlleva signos funestos. El narrador es un estafador que se está escapando de la policía y, acompañado de su primo Luciano, se embarca en el Blue Star donde se encontrarán con una fauna muy peculiar: un millonario peruano, el hijo de un emir árabe, un falso ginecólogo, un pintor mexicano, una joven con un cuadro psiquiátrico, entre otros especímenes. De pronto, en el océano Pacífico el barco es arrastrado por un terrible remolino que lo obliga a navegar en círculos hasta su centro: “Pues desde anoche el jefe de máquinas, dando marcha atrás, intenta sustraerse a la corriente circulatoria que nos ha cogido en su rotación. Sus esfuerzos son vanos. Otros barcos están allí, atrapados como nosotros en la maldita ratonera”.
Viaje terrible representa una peculiar manera de inmersión en el bestiario arltiano, dibujado con pulso expresionista y humor negro.
El juguete rabioso , primera novela de Arlt, en 1926 sorprendió al ámbito literario por la insolencia y el desparpajo de aquel Silvio Astier que bien podría haber sido uno de los brutales “drugos” de La naranja mecánica de Anthony Burgess, asolando la tranquilidad de una ciudad dormida. Planteada como una novela de iniciación que narra la brusca incorporación al mundo de los adultos de un adolescente “alunado” y atrabiliario por una codicia existencial que lo lleva a acometer experiencias que rozan el delito y el crimen, El juguete rabioso sigue vigente gracias a su descarnada mostración del borrascoso periplo que implica el camino del crecimiento dentro de una sociedad hostil y materialista. En el estilo de Arlt ya se advierten marcas del ímpetu tortuoso de Dostoievski y del juvenilismo maldito de Jean Genet. El final de la novela es impactante: “Yo creo que Dios es la alegría de vivir. ¡Si usted supiera! A veces me parece que tengo un alma tan grande como la iglesia de Flores, dan ganas de arrodillarse y darle las gracias a Dios, por habernos hecho nacer”. Un Arlt en estado de máxima pureza.
Los siete locos y su continuación Los lanzallamas , verdaderos thrillers publicados entre 1929 y 1931, se dejan atravesar por el desasosiego social imperante en las postrimerías del gobierno democrático de Hipólito Yrigoyen que finalmente sería jaqueado por el golpe militar del 6 de septiembre de 1930, encabezado por José Félix Uriburu. Estas novelas terminarían de afirmar la figura de Arlt como un escritor insoslayable de la literatura argentina, aunque la consagración definitiva se produciría muchos años después, cuando las impugnaciones a su obra se acallaron y se lo recuperó en todas sus facetas: el novelista, el cuentista, el cronista impiadoso.
La literatura de Arlt prefigura acontecimientos que marcarían a fuego la historia argentina de los años sucesivos: el descontento social, el desclasamiento, el mesianismo y la locura moral como plaga moderna. Azorín decía que “un clásico es un autor que no está terminado”. Todas las noches Roberto Arlt abre la jaula de sus locos.
Revista Ñ, Clarin, 4.2/2014
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