Juana Libedinsky
LONDRES.- Buenas noticias para los padres que usan un libro de cuentos de pocas hojas para equilibrar las patas de la mesa, un pesado diccionario para mantener la puerta abierta y los libros con cientos de recetas como prensa de un papel arrugado que se quiere recuperar.
Un estudio recientemente publicado en Research in Social Stratification and Mobility encontró que el mero hecho de tener libros en la casa (no necesariamente leerlos) se correlaciona con la cantidad de años de estudios que un niño completará. El trabajo halló que apenas 25 libros en la casa ya marcan una gran diferencia: un niño en cuya casa hay esa cantidad de libros completará, en promedio, dos o más años de estudios que un niño que no los tiene, independientemente del nivel sociocultural de los padres.
Asimismo un estudio en Reading Psychology encontró que simplemente dar 12 libros de regalo a niños de bajos recursos (con títulos a elección de los niños) puede ser tan efectivo como mandarlos a clases especiales para evitar que se retrasen con respecto a sus compañeros de mayores recursos en las vacaciones.
Ambas noticias volvieron a poner sobre el tapete el tema del poder del libro en sí, incluso como mero objeto físico. Muchos lectores de los diarios y blogs donde se comentaban estos datos se entusiasmaron por los buenos resultados que medidas relativamente fáciles para padres o gobiernos pueden dar.
Pero algunos objetaron el tema de la compra de libros, en vez del fomento del uso de las bibliotecas públicas; otros se preguntaron qué va a pasar con los hijos de quienes tienen muchos libros, pero en formato digital. Y algunos voraces lectores recordaban, efectivamente, una gran cantidad de libros en la casa donde se criaron, pero señalaron que si algún hermano había tomado un libro por voluntad propia, había sido nada más que para tirárselo por la cabeza.
La Nación
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