23 de agosto de 2011

La mano visible del Estado chileno

Enviado por Gregory Elacqua

Muy interesante análisis sobre los avances notables en desarrollo
económico y social en Chile en lás ultimas 20 años y los desafios
pendientes.

Gregory
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América Economía
Análisis & Opinión

José Inostroza y Javier Fuenzalida

José Inostroza es director ejecutivo del Centro de Sistemas Públicos de
la Universidad de Chile. Javier Fuenzalida es director de Investigación
de este centro de estudios, ligado a la Escuela de Ingeniería Industrial
de esta casa de estudios.

Si durante los años 60 los problemas que preocupaban al país estaban
concentrados básicamente en la tasa de analfabetismo (16%), la
mortalidad infantil (13%), la desnutrición de este mismo segmento etario
(37%) y una esperanza de vida que alcanzaba sólo a los 57 años, en
décadas posteriores el espectro de desafíos ha ido cambiando.

Hacia fines de los 80, la cobertura en educación media alcanzaba sólo al
65%, y al 16% en educación superior, en tanto que la pobreza se situaba
en 45% de la población.
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Hoy las demandas de la ciudadanía son de otra naturaleza: una mejor
calidad educativa, independiente del origen social y con estándares
OCDE; igualdad de derechos para homosexuales; proyectos energéticos
efectivos pero sustentables y respetuosos de las comunidades; salud para
una población con altas expectativas de vida (79 años); más
participación en decisiones nacionales y locales, y mayor transparencia
y equidad en los mercados de consumo, entre otras.

Sin duda, las necesidades han aumentado y evolucionado cualitativamente
y probablemente el caso de Chile debe ser uno de los más dramáticos del
mundo en este sentido. Por ejemplo, la “mortalidad infantil” de antaño
se transformó en “listas de espera para enfermedades complejas”, el
“analfabetismo” pasó a ser la “equidad y calidad educativa” y la
“pobreza” es ahora “igualdad en el ingreso y justo tratamiento laboral”.
Se trata de un proceso dinámico y, en cierto sentido, paradójico: el
éxito del Estado de ayer ha impulsado nuevas demandas que complican la
efectividad del Estado chileno de hoy.

Ningún país del mundo ha alcanzado estándares de desarrollo sostenibles
con Estados timoratos a los cuales hay que ir a golpearle la puerta para
despertarlos y avisarles que el futuro se acerca. Durante el último
tiempo, la puerta en nuestro país ha sido golpeada en reiteradas
ocasiones y las soluciones no se ven, ¿habrá que esperar mucho más?

Este ciclo, necesidades-cobertura-aumento y evolución de las
necesidades, es una de las claves para entender el desarrollo de un
país, por tanto, es razonable y beneficioso que la dinámica continúe
adelante en Chile, una misión en la que el Estado es EL actor. Esto,
porque los problemas devienen cuando hay ausencia de proactividad y
gobierno público en el proceso de responder a los nuevos desafíos, o lo
hace de modo inoportuno o con baja calidad. Es como si Ford, para su
estrategia en el mercado automotriz actual, siguiera con su archifamoso
eslogan "se puede pedir cualquier auto siempre que sea negro".

El caso de educación es muy ilustrativo. Durante los 90 aún quedaban
desafíos en cobertura básica (91,3%) y media (80%). Para resolver esto,
se mantuvieron los mecanismos de mercado de los 80 que ofrecían fuertes
incentivos, bajas barreras de entrada y baja regulación para aumentar el
número de colegios privados beneficiarios de una subvención pública, de
tal manera que la “oferta” reaccionara “rápidamente” a la demanda. Sin
duda, el enfoque estuvo mucho más pensado para la cobertura que para la
calidad, pese a que los desafíos de calidad estaban a la vuelta de la
esquina. En simple, programas más programas menos, el Estado puso un
piloto automático. Así, era previsible que la mantención de esos
mecanismos sobre-teorizados y pro-mercado de los 80 afectarían tarde o
temprano la calidad educativa, al no abordarse con energía suficiente la
complejidad estratégica de la calidad y confiando casi exclusivamente en
la “mano invisible”. ¿Resultados? Casi 100% de cobertura, pero con 40%
de niños que egresan de educación básica sin comprender lo que leen.

El sistema medioambiental es otro caso. Desde principios de los 90 se
creyó que bastaba con una institucionalidad que entregara cobertura
temática, procesualista y reactiva a los temas medioambientales. Pese a
que se registró un avance en la materia, pues antes no existía
iniciativa alguna, se diseñó un sistema basado en evaluaciones de las
empresas que debían ser observadas por diversos funcionarios del Estado
con un enfoque técnico-normativista y no global. Una vez más, exceso de
burocracia de baja complejidad cuyas consecuencias se evidencian hoy: un
país con enormes necesidades energéticas sin políticas medioambientales
sustentables de largo plazo, miles de personas protestando en las calles
y, lo que es peor, la inexistencia siquiera de un horizonte claro de salida.

Un último ejemplo: la corrupción de La Polar. Esta empresa de retail y
crédito masivo abusó con repactaciones ilegales y excesivas tasas de
interés. Cerca de 400.000 personas afectadas (!), pese a que el Estado
cuenta con un organismo de protección al consumidor, una
superintendencia de valores y otra de bancos. Los indicios relevantes
estaban disponibles y bastó un abogado joven, con capacidad analítica
suficiente y voluntad de empujar el caso, para que estallara el
escándalo. Cientos de profesionales y millones de dólares de
presupuestos públicos fueron incapaces de procesar con inteligencia los
datos y menos elaborar estrategias adecuadas. Una vez más, un Estado
enfocado en una respuesta de cobertura rutinaria y más bien reactiva.

El Estado, sin embargo, no siempre ha actuado así. Existen casos en los
cuales sus respuestas han sido indiscutiblemente adecuadas y ni siquiera
es necesario revisar experiencias internacionales para encontrarlas. Las
políticas de salud chilenas de las últimas cinco décadas han sido
efectivas y eficientes, llevando al país a estándares de país
desarrollado, lo que se refleja en un aumento considerable de la
esperanza de vida de 79 años, al 2009; una radical disminución de las
tasas de mortalidad infantil, de 139 a 8,5 casos por cada 1.000
nacimientos, entre 1960 y 2009, y un desempeño único para enfrentar
enfermedades contagiosas masivas. La pregunta cuasi automática que cabe
hacerse aquí es si el Estado desembolsó una importante cantidad de
recursos para obtener estos logros. Según un estudio del Banco Central
Europeo del año 2000, Chile se sitúa en el lugar número 1 en eficiencia
en salud, sí número 1, superando a países como Noruega y Canadá. Es
decir, cuenta con excelentes resultados a un costo menor que en países
desarrollados.

¿Qué podemos aprender del caso de salud?

a).-El Estado lideró o si se quiere “gobernó” y no esperó que una ‘mano
invisible’ -por muy bien regulada que estuviera- hiciera el trabajo,
dado que la responsabilidad era y sigue siendo pública;

b).- no se pretendió partir desde cero en cada gobierno, las políticas
se sustentaron en una gran comunidad profesional de reputados
salubristas con claros objetivos sanitarios (se podía innovar, pero en
función de metas que fueron explícitas y persistentes);

c).- siempre se miró el futuro y no sólo el presente, por lo que hubo
planificación de largo plazo;

d).-se privilegiaron criterios prácticos adecuados a la realidad chilena
y no sólo soluciones teóricas basadas en manuales;

e).- y, por último, las organizaciones encargadas no dejaron de aprender
todo el tiempo y generaron una identidad en torno a su misión.

Finlandia, Corea, Singapur, Alemania e Irlanda son casos notables de
cómo países salieron de graves problemas socioeconómicos alcanzando
logros extraordinarios, en los cuales la mirada de largo plazo, el
liderazgo estatal y la persistencia en los procesos públicos hicieron la
diferencia. Ningún país del mundo ha alcanzado estándares de desarrollo
sostenibles con Estados timoratos a los cuales hay que ir a golpearle la
puerta para despertarlos y avisarles que el futuro se acerca. Durante el
último tiempo, la puerta en nuestro país ha sido golpeada en reiteradas
ocasiones y las soluciones no se ven, ¿habrá que esperar mucho más?

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Gregory Elacqua
--
Director
Instituto de Políticas Publicas
Facultad de Economía y Empresa
Universidad Diego Portales
Ejército 260
Santiago, Chile
56-2-676-2800
56-09-6-206-5993
gregory.elacqua@udp.cl
www.politicaspublicas.udp.cl
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