Gregory Elacqua
Instituto de Políticas Públicas
Facultad de Economía
Universidad Diego Portales
Hace poco me tocó entrevistar a tres personas sumamente interesantes
como parte de un estudio sobre la educación particular subvencionada: un
sostenedor, un director y un ex alumno de colegios de este sector.
Cecil Gibson es dueño del Colegio Lovaina, escuela laica en un barrio de
clase media de La Florida. La fundó en 1989 para “hacer cambios en la
sociedad”. Gibson es filósofo y tiene un postgrado en educación de la
Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica. Antes del golpe de Estado
fue director de la Universidad Técnica en San Antonio; luego estuvo dos
años preso en Tejas Verdes por ser simpatizante socialista. En 1975
partió por ocho años al exilio, precisamente a Lovaina.
El director de colegio, que me pidió no revelar su nombre o el de su
establecimiento, trabaja en una escuela de pocos recursos en el sector
poniente de Santiago. Según el folleto respectivo, el proyecto educativo
es laico, pluralista y humanista. No seleccionan a los alumnos.
Por último, conversé con Nicolás Grau, ex presidente de la Confech y ex
alumno del Colegio Raimapu, de La Florida, donde también estudió Camila
Vallejo. Raimapu fue fundado por profesores y apoderados en 1982, en
plena dictadura. Según su página web, tiene un proyecto con “una visión
humanista de la enseñanza, énfasis en valores como la justicia, el medio
ambiente y los derechos humanos”. Es un establecimiento de propiedad
comunitaria donde los accionistas son los apoderados, profesores y
trabajadores de la escuela. Todos los excedentes se reinvierten.
Creo que pocos dudarán de que los valores de estos tres establecimientos
son consistentes con los del mundo progresista. Actualmente existe en el
Senado una moción, respaldada por 23 parlamentarios, que busca prohibir
la entrega de fondos públicos a instituciones educacionales con fines de
lucro. Y eso podría afectar seriamente a estos tres colegios, ya que,
técnicamente, los tres son escuelas con fines de lucro. Es curioso que,
sin querer queriendo, una parte del mundo progresista podría estar
sentando las bases para eliminar proyectos educacionales que comulgan
con sus propias ideas y valores.
Más allá de estos ejemplos concretos, ¿qué impacto tendría esta
iniciativa en el sistema escolar? No olvidemos que los colegios con
fines de lucro atienden a más de 1 millón de estudiantes y que cubren
más de un tercio de la matrícula de los alumnos más vulnerables de
Chile. ¿Y qué pasará con la diversidad? En el sector sin fines de lucro,
existe poca diversidad social, ya que atienden a pocos alumnos pobres, y
la gran mayoría pertenece a la Iglesia Católica, a algunas evangélicas o
a fundaciones de grandes empresas.
Aunque parezca paradójico, podríamos terminar como en el siglo 19: por
un lado colegios del Estado y por otro escuelas religiosas o de grandes
grupos económicos. No me parece un escenario muy progresista.
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Instituto de Políticas Públicas
Facultad de Economía
Universidad Diego Portales
Hace poco me tocó entrevistar a tres personas sumamente interesantes
como parte de un estudio sobre la educación particular subvencionada: un
sostenedor, un director y un ex alumno de colegios de este sector.
Cecil Gibson es dueño del Colegio Lovaina, escuela laica en un barrio de
clase media de La Florida. La fundó en 1989 para “hacer cambios en la
sociedad”. Gibson es filósofo y tiene un postgrado en educación de la
Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica. Antes del golpe de Estado
fue director de la Universidad Técnica en San Antonio; luego estuvo dos
años preso en Tejas Verdes por ser simpatizante socialista. En 1975
partió por ocho años al exilio, precisamente a Lovaina.
El director de colegio, que me pidió no revelar su nombre o el de su
establecimiento, trabaja en una escuela de pocos recursos en el sector
poniente de Santiago. Según el folleto respectivo, el proyecto educativo
es laico, pluralista y humanista. No seleccionan a los alumnos.
Por último, conversé con Nicolás Grau, ex presidente de la Confech y ex
alumno del Colegio Raimapu, de La Florida, donde también estudió Camila
Vallejo. Raimapu fue fundado por profesores y apoderados en 1982, en
plena dictadura. Según su página web, tiene un proyecto con “una visión
humanista de la enseñanza, énfasis en valores como la justicia, el medio
ambiente y los derechos humanos”. Es un establecimiento de propiedad
comunitaria donde los accionistas son los apoderados, profesores y
trabajadores de la escuela. Todos los excedentes se reinvierten.
Creo que pocos dudarán de que los valores de estos tres establecimientos
son consistentes con los del mundo progresista. Actualmente existe en el
Senado una moción, respaldada por 23 parlamentarios, que busca prohibir
la entrega de fondos públicos a instituciones educacionales con fines de
lucro. Y eso podría afectar seriamente a estos tres colegios, ya que,
técnicamente, los tres son escuelas con fines de lucro. Es curioso que,
sin querer queriendo, una parte del mundo progresista podría estar
sentando las bases para eliminar proyectos educacionales que comulgan
con sus propias ideas y valores.
Más allá de estos ejemplos concretos, ¿qué impacto tendría esta
iniciativa en el sistema escolar? No olvidemos que los colegios con
fines de lucro atienden a más de 1 millón de estudiantes y que cubren
más de un tercio de la matrícula de los alumnos más vulnerables de
Chile. ¿Y qué pasará con la diversidad? En el sector sin fines de lucro,
existe poca diversidad social, ya que atienden a pocos alumnos pobres, y
la gran mayoría pertenece a la Iglesia Católica, a algunas evangélicas o
a fundaciones de grandes empresas.
Aunque parezca paradójico, podríamos terminar como en el siglo 19: por
un lado colegios del Estado y por otro escuelas religiosas o de grandes
grupos económicos. No me parece un escenario muy progresista.
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