19 de janeiro de 2012

La aldea global de las revistas científicas


Es imposible no evocar a McLuhan si decimos que los medios electrónicos están cambiando absolutamente todo, desde cómo encontramos a nuestros compañeros de la primaria hasta cómo averiguamos el diámetro de Neptuno.
Una prueba palpable de esto fue la incredulidad que provocó el anuncio de Wikipedia de que se "apagaría" en protesta por la ley antipiratería que estudia el Congreso norteamericano...
Sin embargo, sus efectos todavía no se hacen palpables en esferas que uno supone que deberían encarnar el colmo de la modernidad: las publicaciones científicas.
Al parecer, los investigadores viven en las fronteras del conocimiento, pero éste circula de acuerdo con tradiciones del siglo XIX: quien quiera dar a conocer sus hallazgos envía su trabajo a una revista científica, que lo somete a revisión y, si es aceptado, lo publica.
Ahora, muchos critican que esas publicaciones están en manos de empresas monopólicas, son poco transparentes, elitistas ¡y carísimas!, lo que genera crecientes tensiones.
Según cuenta George Monbiot en un artículo para The Guardian (que Alejandro Tortolini, gran conocedor de las nuevas tecnologías, hizo conocer en la Red Argentina de Periodistas Científicos), aunque el material se envía mayormente en forma gratuita, una suscripción en una revista "de alto impacto" puede costar ¡entre 3000 y 20.000 dólares anuales!, y un solo artículo, 30 dólares o más. La revista, por su parte, se reserva derechos perpetuos de copyright.
Además, como sólo un número reducido de revistas concentran un alto porcentaje de los artículos y los investigadores dependen de ellas para avanzar en sus carreras, no sólo obtienen ganancias multimillonarias, sino que monopolizan la difusión del conocimiento.
Pero esto podría estar empezando a cambiar. Una de las primeras y más notorias iniciativas se produjo con la creación de PlosOne , una publicación con referato (revisión por pares) cuyos artículos se difunden libremente.
El diario The New York Times informó esta semana que un sinnúmero de blogs, sitios de intercambio entre investigadores, iniciativas estudiantiles y hasta periodísticas están empezando a usar las herramientas de la red global para abrir la ciencia no sólo a los científicos, sino también al público general.
Un ejemplo es el sitio ResearchGate, que promueve el trabajo en colaboración (ya vincula a 1.300.000 investigadores), alberga 350.000 papers de libre consulta y ofrece acceso a 40 millones de resúmenes de otras bases de datos.
Reemplazar la actual constelación de publicaciones especializadas no será sencillo, eppur si muove ...

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