Se acuerdan de las épocas en las que el sueño de los jóvenes universitarios y artistas argentinos era irse a Europa? Madrid, Barcelona, París y Londres estaban en el centro mismo de las fantasías de muchos chicos talentosos que no encontraban lugar en el país para desarrollar sus capacidades. Quedarse era para "perdedores". El Viejo Mundo, la cuna de la cultura, encandilaba con promesas de reconocimiento, de éxito... y de posibilidades económicas.
Fueron décadas en las que no se vislumbraba la luz al final del túnel y la frase "fuga de cerebros" se transformó en letanía. Por eso, uno no puede menos que asombrarse cuando las noticias indican que ahora estamos en el reino del revés, donde dos más dos son tres: el mundo desarrollado no sabe cómo salir de una crisis grado tsunami ¡y los países emergentes asumen el papel de la tabla salvavidas!
Más allá de la debacle griega, que alcanza proporciones mitológicas, hasta la ciencia de países líderes está acusando el golpe. Recientemente, referentes de la investigación británica les aconsejaron a los jóvenes graduados que buscaran puestos en el extranjero, algo impensable en otras circunstancias.
Y no sólo los británicos: hoy muchos investigadores europeos jóvenes se están acostumbrando al nomadismo que, si tienen suerte, los lleva de una punta a la otra del globo por períodos de dos a tres años, de acuerdo con los contratos que les ofrecen diferentes centros científicos.
Inesperadamente, en España, donde una de las primeras medidas del presidente Mariano Rajoy fue eliminar el Ministerio de Ciencia y hay quienes se quejan de no poder finalizar sus tesis de doctorado "por falta de insumos" (una frustrante situación que nos trae reminiscencias de hace más de una década y que preferimos olvidar), la Argentina empieza a aparecer como como un destino deseable para doctorarse o incluso radicarse.
Anteayer lo consignaba una nota del diario El País y en el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva reconocieron que se estudia crear una rama especial del programa Raíces (originalmente concebido para fortalecer vínculos con investigadores argentinos residentes en el exterior y facilitar el retorno de otros al país) que contemple las solicitudes de becarios españoles.
Al parecer, aunque todavía hay que establecer un cupo y adecuar la reglamentación (el Conicet, por ejemplo, sólo admite el ingreso de argentinos nativos o nacionalizados), los primeros lugares que podrían acoger a algunos de ellos son el Centro Binacional de Investigación en Genómica Vegetal (Cebigeve), y el polo científico y tecnológico que funcionará en las exbodegas Giol.
Quien siga de cerca la dinámica de la ciencia actual sabe que ésta es cada vez más una empresa global, y que la principal motivación de los investigadores es acceder a un centro de excelencia e integrar un grupo competitivo.
Al parecer, hoy todo eso puede encontrarse hasta en sitios que en otro momento ni hubieran figurado en el mapa. Como Singapur, China y... la Argentina.
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