8/11/2013
En la última semana de septiembre
pasado tuvo lugar en Ginebra, organizada por la Oficina Internacional de Educación de la UNESCO, una reunión de
expertos para discutir el tema de la dimensión curricular en el debate
educativo internacional. Inspirada en
los resultados de dicha reunión, la OEI elaboró un documento destinado a
alimentar el debate interno de los organismos internacionales que trabajan en
la definición de lo que ha dado en llamarse la “agenda post 2015” [1].
Algunos puntos de dicho documento, sin embargo, pueden ser importantes para los
debates que tienen lugar en la dimensión nacional o local.
En primer lugar, es importante
destacar que el documento toma una clara posición a favor de un enfoque según
el cual la definición de los objetivos de la educación debe
ser entendida como una cuestión política, social y cultural, asociada al
proceso de construcción de sociedades más justas. Este enfoque es muy diferente
de la idea que hoy predomina en muchos ámbitos nacionales e internacionales,
donde se tiende a reducir la discusión educativa a la evaluación de logros de
aprendizaje en un limitado ámbito del desarrollo cognitivo. El documento enfrenta este enfoque señalando
la importancia de los logros de aprendizaje en áreas tales como la ética, la
responsabilidad cívica, la madurez emocional, la tolerancia de la diversidad,
la curiosidad, la cooperación, la percepción de la estética, la solidaridad
comunitaria y la responsabilidad hacia el medio ambiente. En definitiva, el
documento critica la idea de reducir el alcance del aprendizaje a capacidades y
conocimientos fácilmente mensurables entre la población escolarizada, lo cual minimiza
la rica variedad de experiencias que deberían realizar los alumnos, promovidas
por marcos curriculares que promuevan el aprendizaje a lo largo de toda la vida.
En
segundo lugar, el documento destaca la importancia del diseño curricular en las
políticas destinadas a lograr una educación de calidad para todos. Desde este punto de vista, el currículo debe
ocupar un lugar central entre los dispositivos de política educativa. La experiencia indica, sin embargo, la
urgente necesidad de superar la dicotomía entre currículo prescripto y
currículo real. Para ello, el documento señala la importancia del proceso a
través del cual se elaboran los diseños curriculares, donde son cada vez más
diversos los actores que participan o deben participar en la discusión.
Al
respecto, puede ser muy ilustrativo leer los diarios de las últimas semanas en
países como España, Argentina, Brasil o Chile. Dicha lectura permitiría
apreciar, por ejemplo, la existencia de manifestaciones y ocupaciones de
colegios por estudiantes de nivel secundario que protestan por reformas
curriculares o que demandan mejoras en la calidad de la enseñanza, huelgas de
maestros protestando por reformas en la enseñanza de idiomas y opiniones de
especialistas en recursos humanos que postulan la necesidad de introducir
cambios curriculares que formen en comunicación o en nociones de economía
porque son indispensables para competir o conseguir un buen puesto de trabajo.
A pesar de sus diferencias, todos estos movimientos indican que el proceso de
definición del diseño curricular no puede quedar reducido a la lógica corporativa
de los distintos grupos de docentes, a la lógica de los expertos en cada una de
las disciplinas o, lo que es peor, al autoritarismo político de las autoridades
gubernamentales que deciden al margen de las opiniones y las demandas sociales.
En el proceso de definición del diseño curricular es necesario incluir las
voces de los que expresan necesidades de aprendizaje y que carecen de las
organizaciones que puedan traducir esas necesidades en demandas efectivas.
El documento, por fin, incluye el reconocimiento al papel de los docentes y
la necesidad de políticas integrales que abarquen incentivos para atraer a
jóvenes talentosos hacia la docencia, formación inicial y en servicio acordes
con las exigencias para el desempeño y condiciones dignas de trabajo. Asimismo,
señala la necesidad de encontrar un equilibrio entre las evaluaciones
estandarizadas y las evaluaciones formativas en el aula, que permitan utilizar
sus resultados para mejorar los procesos efectivos de aprendizaje que tienen
lugar en las escuelas.
Documentos de este tipo pueden y
deben ser aprovechados por los educadores para enriquecer los debates locales y
para legitimar sus demandas genuinas de cambios educativos.
Juan Carlos Tedesco
Universidad Nacional
de San Martín (Argentina)
[1] El texto del documento puede consultarse en http://www.ibe.unesco.org/fileadmin/user_upload/Publications/UNESCO_IBE_Statement_on_Learning_Post-2015.pdf.
Nenhum comentário:
Postar um comentário