Inés Dussel
Para LA NACION
Domingo 21 de noviembre de 2010
A primera vista, el que cada vez más chicos se lleven más materias contradice el argumento del "facilismo" de la escuela secundaria. Si se exige menos, ¿cómo es que crecen las materias por rendir, la repitencia y la deserción? La respuesta tiene que ver con que el promedio esconde situaciones muy dispares.
En los sectores altos y medios altos, el nivel de exigencia de la escuela secundaria probablemente subió. Hay profesores de escuelas privadas porteñas que dan a leer textos que yo conocí en la universidad. Muchos padres, si en julio ven bajas notas, reclaman de la escuela estrategias de apoyo especiales para sus hijos.
Es cierto que los chicos se aburren, se llevan muchas materias, y lo hacen porque la sanción social y familiar es menor que antes, pero probablemente logren aprobar el año "raspando" y con gran despliegue de energías familiares.
En las escuelas de sectores medios bajos y bajos, la perspectiva es otra. Llevarse nueve o diez materias es la antesala casi segura de repetir el año, y repetir es la antesala del abandono de la escuela. Las familias pueden ayudar menos en esas situaciones críticas. Muchos profesores bajan las exigencias, ya sea por pocas expectativas sobre sus alumnos, o bien porque reconocen que la escuela fue pensada para otros sujetos y quieren ayudarlos a que terminen su escolaridad, convencidos, con razón, de que eso les abrirá otras puertas.
Otros profesores no cambian nada, porque creen que el problema son "estos" alumnos y preferirían que se vayan, cuanto antes, mejor. Lamentablemente, son estos profesores muchas veces los que definen el fracaso escolar, al no haber instancias colectivas de decisión sobre si un alumno pasa de año o no.
Sobre esta situación de fondo, emerge la competencia con las pantallas digitales, que atraviesa a todos los sectores sociales. Hay un choque entre el espectador dueño del teclado y el alumno obligado a concentrarse en el profesor, el cual por ahora se viene definiendo a favor del espectador.
Las aulas digitales abren la posibilidad de que la escuela recupere iniciativa y logre convocar la atención de los alumnos, pero para concretar esa posibilidad se necesita una sociedad que reconozca el problema y apoye ese movimiento.
El estado de cosas actual tiene un costo alto, tanto para la sociedad que paga escuelas que generan repitentes y desertores como para las familias y los chicos. Sería bueno dejar de colocar el problema en los alumnos, en sus problemas de atención y concentración o en sus ganas de "zafar", y pensar cómo hacemos para que lo que ofrece la escuela sea más rico, más desafiante, y también más justo.
Directora educativa de Sangari Argentina e investigadora de Flacso.
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