4 de novembro de 2012

Han Han, la voz del descontento juvenil


El bloguero más leído del mundo se ha convertido, con la venia del Gobierno central, en azote del abuso del poder local



El ciberactivista chino, Han Han, en Shanghái (China). / SHIHO FUKADA (THE NEW YORK TIMES)
Su blog tiene más de 580 millones de seguidores, pero Han Han, de 30 años, asegura que se ha convertido en bloguero por exigencia de los lectores, ya que a él le atraen más los libros. Piloto de carreras y autor, entre otras, de Triple puerta, su primera novela, escrita cuando tenía 19 años y la que le lanzó a la fama tras vender en un abrir y cerrar de ojos 20 millones de copias, Han Han recurre al humor, al sarcasmo y a una ácida crítica de las autoridades locales, para contar los problemas que enfrenta la juventud china. Sus héroes son veinteañeros que chocan a diario con la injusticia, la corrupción y el abuso de poder que practican los funcionarios locales, empezando por los mismos profesores.
El bloguero, sin embargo, se cuida mucho de criticar al Gobierno central y se mantiene apartado de la disidencia china que pretende un cambio de régimen. De ahí que, aunque la policía cibernética borra de vez en cuando sus post, en general su blog —puesto en marcha en 2006— es tolerado, y él personalmente no ha tenido problemas con la correosa justicia del país.
Icono de la juventud china, que le persigue sin rubor en cuanto se aventura a dejar su oficina de Shanghái o su casa, Han Han trató en 2010 de publicar una revista con algunos de sus comentarios más provocativos, pero los censores se lo impidieron. Esto le convenció de que el mundo digital es el mejor aliado —“ni un ejército de censores puede frenarlo”— para alimentar su imbatible popularidad y para dar voz al creciente descontento de millones de hijos únicos, nacidos —como él— en la era de la reforma y el crecimiento económico que han elevado a China a segunda potencia mundial, aunque los costes son cada día más intolerables. Y, con el apoyo de QQ Tencent, uno de los gigantes de Internet en China, el pasado junio lanzó la revista One, que contiene una recopilación de los artículos más interesantes que publica la prensa, junto a una página dedicada a sus escritos y a su propia vida, en la que se incluyen fotografías personales y a la que se pueden enviar preguntas.
Apoyado en la independencia económica que le reportan las ventas millonarias de su veintena de libros y sus carreras de coches, a principios de este año, Han Han dejó un lado a los personajes de sus novelas para adentrarse en las grandes cuestiones que rigen el futuro de China: libertad, democracia y revolución. Quedó claro entonces que su posición está mucho más cerca del Partido Comunista Chino y de la tradición milenaria confuciana que de los disidentes. El bloguero, que abandonó los estudios a los 17 años para dedicarse a escribir, mantiene que el pueblo chino “no está preparado” para un sistema democrático occidental y que lo más importante es su “formación cultural y social”. Al igual que Confucio y que Deng Xiaoping (1904-1997) —el llamado arquitecto de la reforma china e impulsor de su actual ascenso económico—, es contrario a la revolución; considera que la “democracia requiere un largo proceso de negociación” y una “mayor generosidad” de los ciudadanos, y defiende un “proceso gradual” para alcanzar los valores culturales y sociales que conducen a la democracia.
Pero los chinos más liberales consideran la actitud de Han Han un tanto cínica, critican su pedantería y lamentan que no utilice su enorme popularidad para lograr una mayor apertura del régimen. El artista Ai Weiwei, uno de los principales disidentes, ha pasado de declararse seguidor del bloguero a denunciar que “se ha rendido” al Gobierno.
Sin embargo, este hijo del director de un periódico local y de una asistente social sostiene que lo que preocupa a los jóvenes no es la política sino la lucha cotidiana contra la corrupción y los abusos de los funcionarios locales. El bloguero convenció a sus padres para que se jubilaran de forma anticipada de manera que no sufrieran presiones en sus puestos de trabajo por las críticas de su blog a las autoridades y se hizo cargo de mantenerles económicamente. Es su forma de luchar “para que algún día —tal vez en 10 años— se pueda escribir libremente en China, sin temer a que borren tus textos o seas castigado”, según contó a la revista Newsweek el pasado octubre.

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