Aconsejan la tele a los 3 años, la Web a los 6 y el celular a los 12
POR ALFREDO DILLON
La regla “3-6-12” es respaldada por varios expertos, pero genera debate. Afirman que antes de los 3 años se debe buscar que los chicos interactúen con el ambiente y desarrollen los cinco sentidos.
21/04/14, Clarín
La fórmula es simple y al mismo tiempo eje de un debate sobre un tema que tiene a más de un padre preocupado. ¿Cuándo conviene que los chicos tengan su primer celular? ¿Es bueno que miren programas infantiles desde que son bebés? ¿En qué momento conviene darles vía libre para navegar en Internet? La respuesta a todas estas preguntas puede contestarse con la “ regla de 3-6-12 ”, avalada por varios especialistas en el tema. La propuesta: que los chicos no se expongan a la tele hasta los 3, que a partir de los 6 incorporen la Web y los videojuegos con la PC, y recién a los 12 tengan celular propio.
“Hay un consenso internacional en que antes de los 3 años no conviene exponer a los chicos a las pantallas. A esa edad lo más importante es que el niño interactúe con el medio ambiente y realice actividades motrices, para que desarrolle sus cinco sentidos”, explica Roxana Morduchowicz, doctora en Comunicación de la Universidad de París y autora del flamante libro Los chicos y las pantallas , de Fondo de Cultura Económica. Esta recomendación abarca incluso a los canales dirigidos específicamente a los bebés, como BabyTV, que figuran en la grilla del cable en Argentina.
Recién a los 3 años los expertos sugieren habilitar la televisión, pero con una condición fundamental: tiene que haber un acompañamiento de los adultos. Dejar solos a los chicos frente a la pantalla –es decir, usarla como chupete electrónico – limita su desarrollo. “Es importante dialogar con el chico acerca de lo que ve en la tele, que cuente lo que vio y lo que sintió. De esta manera, promovemos su capacidad narrativa, y no solo la visual”, indica Morduchowicz.
Según la fórmula de 3-6-12, cuando los chicos empiezan la primaria es una buena edad para incorporar la computadora y los videojuegos, idealmente en compañía de los adultos. “ La posesión de una consola o de una tableta antes de los 6 trae más inconvenientes que ventajas, porque puede promover un juego excesivo e incluso compulsivo”, sostiene la especialista. Y agrega: “Antes de los 6 años, los juegos en pantalla deben ser siempre en familia, con presencia adulta y con horarios muy controlados”.
“Entre los 3 y los 5 años, los chicos no tienen nada que ganar si pasan más de una hora por día frente a la pantalla”, advierte Serge Tisseron, psicoanalista francés creador de la regla “3-6-12”, que en su formulación inicial era “3-6-9-12”, porque sugería prohibir el acceso a Internet antes de los 9 años (algo que ahora, coinciden los especialistas locales, resultaría impracticable). Su fórmula –que funciona a modo de recomendación, no de ley científica– fue adoptada y divulgada por la Asociación Francesa de Pediatría (AFPA).
La finalización de la primaria y el pasaje a la secundaria marcaría, según esta regla, la edad ideal para que los chicos tengan su primer celular y naveguen solos en Internet. El motivo: alrededor de los 12 años, los chicos empiezan a ganar autonomía y tienen más actividades por fuera de los espacios familiares y escolares. Aquí Morduchowicz matiza: “La decisión de darle un teléfono móvil a un chico depende siempre de la familia, y en esto no hay recetas ni decisiones válidas para todos. Están en juego también las actividades diarias que desarrolle el chico, su grado de autonomía, la necesidad de los padres, la seguridad del barrio en que viven, etcétera”.
Pero este esquema también provoca polémica. Ariel Melamud, pediatra y miembro del grupo de Informática de la Sociedad Argentina de Pediatría, cuestiona el valor “absoluto” de la regla “3-6-12” y relativiza la idea de que haya una edad ideal para cada tecnología. “¿Por qué incorporar el celular a los 12 y no a los 10? Lo importante es que un chico tiene que tener celular cuando tiene una necesidad de comunicación, es decir, cuando empieza a moverse en ámbitos al margen del control de sus padres. Si a los 10 empieza ir a la escuela en colectivo, será esa la edad en la que incorpore un teléfono móvil. La clave es que no se utilice al celular como un juguete, porque no lo es”.
Para Melamud, “ es muy difícil establecer un límite de edades, porque estamos asistiendo a un cambio de paradigma. Un ejemplo: tradicionalmente se ha sostenido que, antes de los 6 años, los chicos tienen un pensamiento concreto. Pero ahora, un chico de 4 ya sabe que, si mueve el mouse, algo se moverá en la pantalla de la computadora: ya puede hacer esa abstracción. Esto es un cambio evolutivo producido por la exposición a la tecnología, y está ocurriendo en esta nueva generación”. En otras palabras, frente al vértigo de los cambios y la omnipresencia de las tecnologías, los diagnósticos trastabillan y resulta difícil establecer pautas rígidas.
Más allá de la edad específica en la que se incorpore cada pantalla,la cuestión crucial es que los padres acompañen a los chicosen el uso de las tecnologías. Hablar con ellos sobre lo que ven en la tele, preguntarles sobre lo que hacen en Internet, preocuparse por comprender la dinámica de las redes sociales y saber con quién chatean los hijos son algunas medidas fundamentales.
En este punto, Fabio Tarasow, coordinador del Proyecto Educación y Nuevas Tecnologías de Flacso, subraya que es necesarioinculcar en los chicos capacidades críticas para que puedan hacer un uso más rico de los dispositivos. Pero advierte: “El problema es que no todos los adultos tienen esas capacidadescríticas con respecto a los medios y las tecnologías. ¿Quién educa a los adultos con respecto estos temas?”.
Mónica Pini, doctora en Educación de la Universidad Nacional de San Martín, coincide en que “el lugar del adulto está en crisis”, y sobre ese punto en particular concluye: “Se ha naturalizado que los chicos, por ser chicos, ‘saben todo’ sobre las nuevas tecnologías. Pero los supuestos ‘nativos digitales’ aún necesitan de los padres y de los docentes para que les enseñen criterios de selección, hábitos de razonamiento, trabajo y análisis, formas de argumentación, de interpretación y lectura crítica”, entre otras habilidades imprescindibles para el siglo XXI.
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