La expulsión de la Argentina de las pruebas PISA es un síntoma de lo poco que, como sociedad, nos interesa realmente la calidad educativa
SÁBADO 17 DE DICIEMBRE DE 2016, La Nacióm, Editorial
El Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA) evalúa el rendimiento de alumnos de 15 años en matemática, lectura y ciencias. Las pruebas están a cargo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que convoca cada trienio a alumnos de la escuela media en distintos países y el puntaje alcanzado establece un orden de méritos. El número de alumnos que participa por cada país debe ser representativo para validar la formulación de un diagnóstico.
La Argentina debutó en las pruebas PISA en 2000 y alcanzó entonces su mejor rendimiento: 37º en el cuadro mundial y 1º en América latina. No participamos en 2003 debido a la crisis que nos agobiaba y regresamos en 2006, año en el cual la Argentina descendió al 6º lugar en América latina y al 53º en el orden global. En 2009, ocupó el lugar 58º en la tabla general y el 7º en América latina. Ya en 2012 fue 6º en América latina y 59º en el mundo. La última prueba, de 2015, determinó su conocida exclusión.
Es de señalar que el organismo que administra las pruebas goza de un merecido prestigio y exige el cumplimiento de las formalidades por parte del personal de la OCDE y de los docentes y alumnos de los países participantes. De ahí que llame la atención el número notoriamente menor de estudiantes que realizó el examen, insuficiente metodológicamente para extrapolar resultados. Andreas Scheleicher, responsable del sector Educación y Habilidades de la OCDE, dijo al respecto que "un número significativo de escuelas no fue incluido en el listado. Por esa razón no podemos descartar que los resultados para la Argentina hayan sido afectados".
Es oportuno agregar que el total de alumnos presentado por nuestro país en 2015 fue de 7500, una merma por demás significativa respecto de anteriores años. De ellos, 2000 correspondían a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que participó independientemente y que logró mejoras en un lapso llamativamente corto que la ubicaron en el puesto 38º, hecho que se cuestionó localmente. También se ha denunciado que los ministerios de Educación de la Nación y del gobierno porteño entrenaron especial y exclusivamente a los alumnos para dar las pruebas, lo cual encierra otra clara manipulación de la muestra, cuyos resultados habrían pasado a ser sesgados. La grave falla técnica consistió en que debía tomarse una población de 13.000 escuelas, pero faltaron 3096 que no fueron presentadas a la muestra.
El ministro de Educación de la Nación, Esteban Bullrich, explicó que se hizo la investigación correspondiente dentro del ministerio y planteó que "no hubo animosidad" o "incompetencia", sino "poco apego al reglamento" por parte de los funcionarios de la anterior administración con poco compromiso con las estadísticas y con la verdad. Por su parte, el ex ministro de Educación Alberto Sileoni insistió sobre la validez de la muestra, justificando que técnicamente es más pequeña porque la secundaria experimentó una transformación.
La situación despertó críticas fundadas. "Papelonazo" fue la palabra que utilizó el ex rector del Colegio Nacional de Buenos Aires Horacio Sanguinetti. Por su parte, Mariano Narodowski propició la creación de una agencia de evaluación independiente. Guillermo Jaim Etcheverry definió el episodio como inexcusable, más allá de no atribuirle intencionalidad, y lamentó que no se hubiera advertido a tiempo. Acertadamente, destacó que la educación, más allá de los discursos, interesa poco socialmente y que no hay una auténtica demanda de calidad. Con preocupación denunció el empobrecimiento intelectual de esta sociedad que no ve la dimensión del problema, y explicó que sin reclamo social y sin buenos ejemplos no lograremos cambiar este escenario.
El futuro nos convoca a ocuparnos seriamente del tema. Urge abrir un debate nacional y acordar por dónde conviene que circule la imprescindible renovación, así como corregir los errores cometidos y que se advierten claramente al analizar los resultados de las pruebas PISA. No nos cansaremos de repasar desde estas columnas las múltiples cuestiones que impactan sobre el aprendizaje y que es menester encarar sin demora: la falta de docentes debidamente capacitados y reconocidos, el debilitamiento de la escuela pública, la repitencia y el abandono en el marco de obligatoriedad de la escuela media que lejos está de cumplirse, por sólo mencionar algunas pocas.
El propio Jaim Etcheverry recordó días pasados un sabio y muy actual consejo de Sarmiento a la dirigencia de su época, que debe llamarnos una vez más a la reflexión: "¿No queréis educar a los niños por caridad? Hacedlo por miedo, por preocupación, por egoísmo. Moveos. El tiempo urge, mañana será tarde".
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