Nuestros ciudadanos descubren en la pantalla de su teléfono o en las redes sociales un instrumento casi imprescindible para su vida en comunidad
Casi uno de cada cuatro latinoamericanos que tiene dificultades para obtener dos comidas diarias, posee un smartphone. No se trata de un comportamiento irracional, sino de una creciente demanda de conexión que encierra la esperanza de mejora de la situación social.
El libro “La Fractura. Pasado y presente de la búsqueda de equidad social en América Latina”, publicado recientemente por INTAL-BID y el Fondo de Cultura Económica describe en forma rigurosa esta realidad desangrante de América Latina, donde aún viven 175 millones de personas pobres y persisten desigualdades abismales en materia de ingresos y acceso a servicios.
Efectivamente, con un índice de Gini promedio de 0,49, América Latina es una de las regiones más desiguales del planeta, solo superada por África Subsahariana. En este contexto es válido preguntarse si las nuevas tecnologías representan un refuerzo en la lucha contra la inequidad social o si por el contrario no harán más que acrecentarla.
Y la respuesta en este caso no proviene de grandes teorías, sino de la misma percepción de nuestros ciudadanos, que descubren en la pantalla de su teléfono o en las redes sociales un instrumento casi imprescindible para su vida en comunidad.
El 24% de los ciudadanos cree que la innovación es un tema importante para el desarrollo
Dos factores fueron fundamentales para reducir la inequidad en la región en los últimos 15 años. Por un lado, los programas de transferencias condicionadas, que si bien cuestan menos de 1% del PBI, generaron importantes mejoras en el bienestar. Por otro lado, el incremento de ingresos como consecuencia del boom de los commodities, una factor que siembra dudas sobre la persistencia de los logros alcanzados cuando se revierte el ciclo económico.
Dar un nuevo salto de equidad implica pensar en una E-Integración, profundizando el camino trazado con políticas públicas que capaciten a las nuevas generaciones para el mundo laboral del mañana. Por qué no abrir el debate sobre programas de transferencias condicionadas de ingreso 2.0, que incluyan la educación digital? ¿Estamos preparados para un futuro que ya está entre nosotros? En América Latina, el 24% de los ciudadanos cree que la innovación es un tema importante para el desarrollo. El 48% de los encuestados aseguró que espera para los próximos 15 años un impacto positivo en el área del cuidado personal. Con un 45% de menciones le siguen cambio climático y creación de empleo como las opciones que concentran mayor expectativas.
Las industrias creativas, la economía circular, la telemedicina, la industria publicitaria, las tareas que requieren inteligencia emocional en mayor escala (como el acompañamiento de adultos mayores) y los servicios intensivos en conocimiento plantean un horizonte inclusivo que supera con creces la antigua alternativa de reactivar una economía haciendo pozos para volver a taparlos. Y todas ellas requieren al menos de cierto conocimiento de big data, nuevas tecnologías y comunicación moderna.
La E-Integración supone también diversificar exportaciones en sectores y destinos, con más valor agregado.
Los ciudadanos de países con mayor contenido tecnológico en sus ventas al exterior asignan una mayor importancia a la integración. En tanto que la valoración de la creatividad a nivel personal y la innovación alcanza un promedio regional de 9 puntos sobre un máximo de 10 (ver El ADN de la Integración regional).
Necesitamos generar empleos de calidad y revertir el estado de malestar por el que atraviesan muchas de nuestras sociedades: apenas dos de cada diez latinoamericanos considera que se gobierna para el bien común.
Las nuevas tecnologías pueden contribuir a reducir la brecha de inequidad o amplificarla. La creciente automatización y el uso de robots en los procesos productivos nos plantean un panorama desafiante. Pero entre el escepticismo extremo y la utopía tecnológica los latinoamericanos tenemos frente a nosotros el camino de la oportunidad.
Gustavo Beliz es director del Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (INTAL), dependiente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)
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