Mi Sobrina y PISA
Este martes salía el informe PISA 2009 elaborado por la OCDE. PISA el acrónimo de “Programme for International Student Assessment” o programa para la evaluación internacional de estudiantes y que lleva ya realizándose en varias oleadas. PISA intenta medir el rendimiento de los alumnos de 15 años es áreas clave como lectura, matemáticas y ciencias. Se busca tener una muestra representativa de estudiantes en cada país y así poder comparar las habilidades que suministra cada sistema educativo. El lector interesado puede ver la explicación más en detalle aquí, con lo cual no la voy a repetir.
En los próximos días vamos a hablar de PISA 2009 largo y tendido pues es el mejor ejemplo de los profundos problemas a los que España se enfrenta y muchos de los autores lo harán con más autoridad que yo, ya que la economía de la educación no es mi especialidad. Sin embargo, hay un tema que me toca de manera bastante directa así que me adelanto a esos otros comentarios.
Una de las cosas más interesante del informe de este año es que, por primera vez, incluye a estudiantes de Shànghǎi, la capital económica de China y los resultados no pueden ser más espectaculares (el New York Times le dedica un artículo largo aquí).
Tomemos la competencia en matemáticas, una habilidad clave en una sociedad cada vez más abstracta como la moderna y con más requerimientos analíticos y que además creo que es la más fácil de comparar internacionalmente (la derivada de un logaritmo es la misma en todo el planeta). La nota media de la OCDE es de 496. La nota media de España (bueno, condicional en las CC.AA. que han participado) es 483, no solo por debajo de la media de la OCDE sino que además por debajo de prácticamente todos nuestros socios europeos (Alemania, Francia, Reino Unido y muchos otros).
¡Lo increíble es que la nota media de Shànghǎi es 600! Sí, sí, lo han leído ustedes bien: 600, muy por delante de los 562 de Singapur (los segundos del mundo detrás de Shànghǎi) o los 546 de Corea del Sur. Como ven los estudiantes de Shànghǎi le dan mil vueltas a los estudiantes españoles (en otros posts, comentaremos como no es solo un problema de medias, es un problema también de varianzas y no, los inmigrantes no explican nuestros malos resultados).
Ah, dirán algunos: Shànghǎi es una ciudad y España un país entero, con lo cual esto no es comparable (diferencias rurales/urbanas, desigualdades regionales, etc). Sí y no. Sí, son muestras distintas, no, porque tenemos resultados por CC.AA. en España y podemos comparar los resultados de Shànghǎi con los de la Comunidad de Madrid: es decir, poner una contra otra dos regiones punteras desde el punto de vista económico de cada país, con un nivel de renta per cápita más alto que otras zonas, urbanas y muy centradas en servicios.
Los resultados de Madrid, en matemáticas, son 496. Es decir, que incluso Madrid está solo al nivel medio de la OCDE y a una distancia horripilante de Shànghǎi. Para que se hagan una idea de lo que esto significa: el 26.6 por ciento de los estudiantes de Shànghǎi llegan al nivel 6 (el más alto) de habilidades matemáticas. En Madrid, es un patético 1.9 por ciento (por cierto, acabo de preguntar: las notas de Shànghǎi en el equivalente a nuestra selectividad no son particularmente altas y provincias como Jiāngsū tienen, en los exámenes nacionales unificados, notas medias bastante más altas que Shànghǎi, lo cual nos sugiere que no, no estamos cogiendo la élite de la élite de China).
Y sí, en provincias de China como Qīnghǎi los resultados serán mucho peores, pero no importa: si 300 o 400 millones de Chinos tienen un nivel educativo mucho más alto que el de los Españoles, esto nos colocará en una posición malísima en las cadenas de valor internacional y nos hará perder el tren de las nuevas revoluciones tecnológicas. El que otros 500 millones de chinos estén por debajo en niveles educativos no cambia en nada el diagnóstico de la situación.
Mencionaba a mi sobrina en el título del este artículo y es que yo probablemente sea la única persona vinculada directamente con este blog que tiene una sobrina en el sistema educativo chino, con lo cual esto explica, como aventuraba antes, porque todo esto me toca más de cerca.
Mi sobrina acude a una escuela (pública) en una ciudad muy cerca de Shànghǎi. Es una ciudad de un desarrollo económico muy comparable al de Shànghǎi (excepto por la ausencia de “super-ricos”) y las escuelas siguen el mismo sistema educativo y están dotadas aproximadamente de los mismos medios. El colegio de mi sobrina no es nada del otro mundo: un edificio grandote, bastante feo, con un patio donde los críos corren. Las aulas son muy austeras, apenas unas mesas y una pizarra y por supuesto sin portátiles ni demás parafernalia que en la mente de nuestros políticos se han convertido en panaceas no se sabe muy bien de qué. Los estudiantes son de clase media, es decir, gente que trabaja en la gran factoría química de la ciudad y en los múltiples negocios que han surgido alrededor de ella. Muy pocos de los padres, por ejemplo, tienen coche, pero prácticamente todos tienen teléfonos móviles. Finalmente, los grupos son de unos 45 chavales por maestro. Aunque todo esto no deja de ser una única observación (y uno no hace análisis estadístico con una observación), mis conversaciones con mi mujer y con la gente local me hace sospechar que esta escuela es bastante representativa de una escuela media en las zonas costeras de China.
Mi primera sorpresa cuando fui a visitar a mi cuñada fue la duración de la jornada escolar. A mi sobrina le hacía mucha ilusión que la fuera a llevar a clase por la mañana y la recogiera por la tarde porque así podía presumir de parientes “exóticos”, con lo cual lo primero que tuve que hacer fue aprenderme los horarios. Entra a las 8.00 de la mañana y sale a las 5 de la tarde. Esto es una jornada bastante más larga de la que se estila en España y, unido a unas vacaciones de verano de solo 8 semanas, te resulta en una cantidad de horas lectivas anuales mucho más alta. Pero en realidad lo de las 5 es solo teórico pues a esa hora empiezan las actividades extracurriculares, en nuestro caso Go (que refuerza la capacidad analítica), danza y clases extras de inglés (aunque solo sea para poder hablar conmigo). Un 80 por ciento de los alumnos del colegio están apuntados al menos a una actividad (y no, los deportes no califican como actividad para ese 80 por ciento) y la mayoría a muchas más. De hecho mi cuñada no es particularmente exagerada ya que muchos de los vecinos tienen a los niños, por ejemplo, con varias horas de piano todos los días (ahí están claro los jóvenes pianistas chinos comiéndose el mundo entero y la orquesta filarmónica de Philadelphia solo fichando chinos en los últimos años). Total, que mi sobrina no suele llegar a casa antes de las 8.00 de la noche.
La segunda sorpresa fue los deberes que tienen que hacer al final de la jornada lectiva. Me llamó la atención la cantidad y avanzado nivel de los deberes de matemáticas y el que, casi todos los días, tengan que memorizar un poema distinto de la literatura clásica china. La idea es, claro, que reforzar la memoria es vital y que la poesía ayuda a aprender a escribir y expresarse correctamente. Uno de las tradiciones en China es que los abuelos repiten con los nietos poemas clásicos con lo cual, socialmente, esta habilidad está particularmente bien apreciada. Mi sobrina, sin ir más lejos, sabe recitar varios centenares de poemas. ¿Cuántos de sus hijos saben recitar a Quevedo (o si lo prefiere, a Jacint Verdaguer o a cualquier otro)?
Al final, lo que todo esto demuestra, en mi opinión (reforzada en buena medida por los análisis que Antonio nos cuenta constantemente en este foro) es que el éxito académico depende mucho más del esfuerzo y la dedicación que del gasto en educación o de que pongamos portátiles en las clases. Para aprender matemáticas uno solo necesita papel y un lápiz. Para aprender los clásicos, unas ediciones baratas de los mismos.
En China, o al menos en las provincias costeras, esto se lo están tomando muy en serio. Y con los indios, los coreanos y cualquier día los brasileños o (casi seguro) algún país de África antes de lo que nos pensamos, van a cambiar el mundo. España, con 44 millones de habitantes, no tiene la más mínima capacidad de forzar que el mundo vaya por un camino distinto. Lo único que podemos hacer es darnos cuenta de la realidad, aceptarla en lo bueno (que lo hay y mucho) y en lo malo e intentar navegar estos cambios de la mejor manera posible para maximizar el bienestar de todos. El sistema educativo es una de las claves de esta estrategia de futuro.
Hoy miércoles y durante los próximos días va a leer usted muchas excusas sobre nuestros malos resultados de PISA: que si lo de PISA en realidad no importa, que si los emigrantes, que si no nos gastamos lo suficiente en educación, que si nuestras condiciones iniciales eran muy malas (esta me hace mucha gracia; como si en China viniesen de un buen lugar y encima, cuando controlas por nivel educativo de los padres, te sigue saliendo lo mismo: los españoles hijos de padres que fueron a la universidad lo hacen muy mal en comparación con otros europeos hijos de padres que fueron a la universidad). No les haga caso: son los mismos que cuando suspendían en el colegio le contaban a los padres que era porque el profe les tenía manía. Tenemos un desastre de sistema educativo. Y el primer paso para solucionarlo es reconocerlo.
neg
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