Mujeres Invisibles - Presentación
Por: Pablo Gentili | 27 de agosto de 2012
El feminismo y la lucha de las organizaciones de mujeres han permitido limitar los efectos antidemocráticos de la discriminación sexual y de las relaciones patriarcales que han marcado el desarrollo de las sociedades modernas. Actualmente, sin embargo, las desigualdades de género persisten en todos los campos de la vida social. Resulta obvio que han habido grandes avances en la reducción de la distancia que separa las oportunidades de hombres y mujeres en el mercado de trabajo, el sistema escolar, la representación política y los derechos sociales. Entre tanto, hay un efecto paradojal en la percepción generalizada que discriminar a las mujeres debe ser considerado un hecho negativo en las comunidades democráticas: nuestras sociedades han creado una serie de estrategias lingüísticas, así como un conjunto de prácticas y de relaciones sociales que han tenido un efecto bastante modesto en limitar las desigualdades de género, pero un gran poder en volverlas difusas. El machismo nunca ha dejado de ser una práctica extendida y sustentada en un conjunto de valores y convicciones morales que, con extraordinaria eficacia, penetra capilarmente en nuestras instituciones y prácticas sociales, volviéndose imperceptible, aparentemente inofensivo o irrelevante. El establecimiento de ciertos códigos lingüísticos no sexistas, así como la solidaridad que expresan casi todos los hombres de negocios, representantes políticos, jueces y comunicadores sociales ante las demandas de igualdad de género, parecen no haber sido suficientes para desmontar las bases morales e institucionales que garantizan la persistencia de la discriminación de las mujeres en el mundo del trabajo, la educación, la política, la cultura y en todas las esferas de poder donde se definen los destinos de nuestras sociedades. Las desigualdades entre hombres y mujeres se han vuelto hoy menos evidentes, aunque no por eso, menos efectivas. Naturalmente, en los países más pobres, estos procesos de discriminación de género son más intensos y profundos, aunque las naciones más ricas y poderosas del planeta tampoco tienen mucho de que galardonarse en esta materia.
Mujeres Invisibles - Poder económico
Por: Pablo Gentili | 28 de agosto de 2012
La participación de las mujeres en el mercado de trabajo no ha parado de crecer durante las últimas décadas. El acceso a puestos cada vez más cualificados y el progresivo aumento en las oportunidades educativas de las mujeres, han permitido que el sistema de relaciones laborales se haya vuelto más diversificado y hoy dependa del trabajo femenino para su propia reproducción. La creciente expansión del mercado laboral estuvo vinculada a que las mujeres se volcaran del hogar o de la producción rural familiar a las fábricas y a las más diversas actividades del comercio y los servicios. Inclusive en países donde la discriminación femenina siempre ha sido una marca de integridad religiosa y de pureza moral, las cosas parecen estar cambiando paulatinamente. Arabia Saudí, por ejemplo, está construyendo una ciudad industrial exclusivamente para mujeres y planea construir cuatro más. La noticia, aunque quizás no constituya un modelo recomendable para la promoción de la equidad de género en el mercado de trabajo, revela cómo, un reino petrolero apegado a creencias ultra-conservadoras, homofóbicas y misóginas ha debido rendirse a la evidencia de que las mujeres son necesarias para el aumento de la producción y del progreso económico. El Banco Mundial, una de las agencias que más ha contribuido con sus recomendaciones a multiplicar las desigualdades sociales en todos los países del mundo, no ha dejado tampoco de reconocer que la igualdad de género es un objetivo loable y necesario para el progreso humano. En su último Informe sobre el Desarrollo Mundial (2012) expone las razones que explican las ventajes de promover la igualdad entre hombres y mujeres: el aumento de la productividad económica y el perfeccionamiento de la especie humana, derivado de reducir la tasa de natalidad y propiciar los valores de la competitividad, el esfuerzo educativo y el cuidado de la salud. El Banco Mundial, no se ha dado por enterado de la existencia de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, menos aún de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948.
Sea como fuera, por conveniencia o no, parece ser evidente que a las mujeres, del mercado de trabajo, no hay quién se anime a sacarlas.
Mujeres Invisibles - Poder económico
Por: Pablo Gentili | 28 de agosto de 2012
La participación de las mujeres en el mercado de trabajo no ha parado de crecer durante las últimas décadas. El acceso a puestos cada vez más cualificados y el progresivo aumento en las oportunidades educativas de las mujeres, han permitido que el sistema de relaciones laborales se haya vuelto más diversificado y hoy dependa del trabajo femenino para su propia reproducción. La creciente expansión del mercado laboral estuvo vinculada a que las mujeres se volcaran del hogar o de la producción rural familiar a las fábricas y a las más diversas actividades del comercio y los servicios. Inclusive en países donde la discriminación femenina siempre ha sido una marca de integridad religiosa y de pureza moral, las cosas parecen estar cambiando paulatinamente. Arabia Saudí, por ejemplo, está construyendo una ciudad industrial exclusivamente para mujeres y planea construir cuatro más. La noticia, aunque quizás no constituya un modelo recomendable para la promoción de la equidad de género en el mercado de trabajo, revela cómo, un reino petrolero apegado a creencias ultra-conservadoras, homofóbicas y misóginas ha debido rendirse a la evidencia de que las mujeres son necesarias para el aumento de la producción y del progreso económico. El Banco Mundial, una de las agencias que más ha contribuido con sus recomendaciones a multiplicar las desigualdades sociales en todos los países del mundo, no ha dejado tampoco de reconocer que la igualdad de género es un objetivo loable y necesario para el progreso humano. En su último Informe sobre el Desarrollo Mundial (2012) expone las razones que explican las ventajes de promover la igualdad entre hombres y mujeres: el aumento de la productividad económica y el perfeccionamiento de la especie humana, derivado de reducir la tasa de natalidad y propiciar los valores de la competitividad, el esfuerzo educativo y el cuidado de la salud. El Banco Mundial, no se ha dado por enterado de la existencia de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, menos aún de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948.
Sea como fuera, por conveniencia o no, parece ser evidente que a las mujeres, del mercado de trabajo, no hay quién se anime a sacarlas.
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