La Nación, 20/4/2013
Las naciones que progresan son aquellas que amplían su sistema educativo, pero, al mismo tiempo, mejoran la calidad de la educación para todos, más allá de las diferencias socioeconómicas entre los alumnos.
Dos premios Nobel en Economía, Theodore Schultz y Robert Lucas, pusieron en evidencia hace años que el capital humano acumulado gracias a una educación de calidad era esencial para el desarrollo económico de un país, pero también señalaron que la igualdad de oportunidades educativas era crucial para asegurar la equidad distributiva de los ingresos. Si uno desea saber dónde estará ubicada una nación en el escenario global en 2050, no debería prestar la mayor atención a su dotación de recursos naturales (minería, hidrocarburos, agro, pesca), sino a cuál es el actual nivel de conocimientos de sus adolescentes.
En nuestro país, uno de cada tres habitantes asiste a un establecimiento educativo. Eran 13,1 millones los estudiantes matriculados en 2010 (últimas cifras disponibles), contados desde el jardín de infantes hasta la universidad; entre ellos, 3,4 millones asistían a institutos privados.
El avance en la escolarización se ha reducido de modo sensible en los últimos años, ya que entre 1996 y 2003 se incorporaron 1,8 millones nuevos estudiantes, mientras en el período 2003-2010 el incremento se redujo a 1,05 millones. A partir de 2003, se ha debilitado el crecimiento de la matrícula total, pero además ha ocurrido un hecho notable y novedoso en nuestra historia educativa: mientras entre 1996 y 2003 el 80% del aumento en la matrícula total correspondió a institutos estatales, lo contrario ha sucedido a partir de 2003, pues 63 de cada 100 nuevos alumnos han optado por institutos privados.
Mientras entre 1996 y 2003 se incorporan al sistema estatal 1,42 millones de alumnos, en el período 2003-2010 lo hicieron apenas 390.000. Estamos, pues, en presencia de una novedosa y acelerada privatización que, por ejemplo, es evidente en el jardín de infantes. Allí el 56% de los niños incorporados a partir de 2003 lo hicieron en jardines privados. Lo mismo ocurrió en el extremo superior, ya que el 60% de los nuevos estudiantes universitarios ha ingresado en universidades privadas a partir de 2003.
Entre 2003 y 2010, la matrícula estatal universitaria creció apenas el 7,3%; en cambio, la matrícula privada aumentó un 64%. Pero lo más preocupante ocurrió en el nivel primario, ya que mientras la escuela privada crecía un 18,8% entre 2003 y 2010, de la escuela estatal se iban 263.500 niños (nada menos que un 7%). Cuando se presentó al Congreso de la Nación el Presupuesto de 2012, los entonces jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, y el ministro de Economía, Amado Boudou, erróneamente informaron en su mensaje a los legisladores: "Ya se están produciendo resultados significativos: la matrícula escolar primaria aumentó 10 por ciento".
No era así. Esa falsa afirmación se refería al año 2010 comparado con 2009. La verdad es que en 2010 la matrícula había caído 0,7% en las escuelas primarias estatales. Este estancamiento de la matrícula estatal objetiva una realidad que debería estimular un amplio debate, dado que estamos en presencia de un fenómeno educativo y social sin precedentes. Buscando explicaciones a este éxodo escolar no puede omitirse el incumplimiento de las leyes, no sólo sobre el calendario escolar, sino también sobre la incorporación de las escuelas al régimen de Jornada Escolar Extendida (JEE).
La ley 26.075 (2006) había establecido con sabiduría como meta hacia 2010 "lograr que como mínimo el 30% de los alumnos tuviera acceso a escuelas con JEE, priorizando los sectores sociales y zonas geográficas más desfavorecidas". Pero la realidad hoy es muy distinta de lo entonces dispuesto: mientras según esa ley más de un millón de niños debería gozar ya ahora de los beneficios de la JEE, hacia 2010 apenas había 199.810 incluidos. En el conurbano bonaerense, área vulnerable por su gran pobreza y marginalidad extrema, asistían a escuelas primarias estatales con JEE menos del 2% de los niños.
En febrero de este año, el Consejo Federal de Educación aprobó una nueva meta: "Hacia 2016 se duplicará la cantidad de escuelas con ampliación de la jornada respecto a 2011". Se trata de una meta mínima, que supone que para 2016 apenas 400.000 niños tendrán tales beneficios de mayor escolaridad, o sea, apenas el 11% del total. Es preocupante que ahora se fije para 2016 un objetivo que es apenas de casi la tercera parte de lo que en 2006 se había fijado para 2010. Con un gasto público que trepa de forma asombrosa y con erogaciones notoriamente superfluas, no es la mejor opción abandonar ahora la meta fijada por el Congreso siete años atrás.
Resulta encomiable que la escuela privada se expanda por sus propios méritos educativos, pero no es alentador que las carencias de la escuela estatal provoquen el éxodo de alumnos hacia instituciones privadas. La igualdad de oportunidades requiere una escuela estatal de calidad, no sólo con JEE, sino también con un calendario escolar que se respete.
Sabemos bien que sólo con estos logros no alcanza, pero sin ellos será difícil tener una educación de calidad para todos que asegure la igualdad de oportunidades de los chicos, más allá del nivel socioeconómico de sus padres.
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