Guillermo Hirschfeld es profesor de Derecho y politólogo. En la actualidad, es Coordinador de Programas para América Latina de la Fundación Faes (Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, de España)
Los análisis sobre la región están repletos de cifras que reflejan el buen momento económico atravesado por muchos de los países de América Latina, especialmente si se comparan con los actuales indicadores de otras regiones.
Esta bonanza es real y podemos observar con satisfacción como las tasas de crecimiento se mantienen a lo largo del tiempo gracias a economías ordenadas en lo referente a la macroeconomía, y también, todo hay que decirlo, a circunstancias favorables externas. Pero una macroeconomía sensata es sólo una de las condiciones necesarias para generar prosperidad y sociedades del bienestar.
La macroeconomía en términos generales marcha bien. La ortodoxia monetaria y fiscal y apertura exterior, con la excepción de la debilidad en lo relativo a los procesos de integración regional y la inflación en algunos países, está controlada.
Sin embargo no parece haber correlato entre este crecimiento y la generación de una amplia clase media que goce de los servicios básicos que un ciudadano debe tener para que sea respetada su dignidad humana.
Defino clase media como el sector de la sociedad que goza de vivienda digna, acceso a la educación de los hijos, alimentación, empleo, acceso al crédito y movilidad social ascendente a través del mérito y la oportunidad.
Parece que con la macro sola no basta. Las medidas para incentivar la generación de clases medias deberán incidir en la microeconomía. Si nos detenemos en los elementos de la microeconomía, incluso en la de aquellos países que hacen "los deberes", podremos detectar los factores que obstaculizan el correlato entre crecimiento económico e incorporación de las clases desfavorecidas a los sectores medios de la sociedad.
Estas variables perniciosas las podemos sistematizar, sin ánimo de ser exhaustivo, en: ausencia de organismos de control eficientes, profusa legislación fiscal, confusa y rígida legislación laboral, burocracia lenta para la apertura y salida de empresas, falta de registros de propiedad eficientes, mecanismos de resolución de conflictos (litigios) lentos, etcétera.
Dichos defectos provocan ineludiblemente informalidad (laboral, fiscal, de propiedad) y en definitiva son los que imposibilitan generar clases medias a la misma "velocidad" que el crecimiento de las naciones. Este círculo vicioso se cierra con una economía informal que es un obstáculo para la recaudación impositiva imprescindible a la hora de financiar los servicios básicos del Estado: acceso a la justicia, seguridad, sanidad y educación.
Creo que ha llegado el momento de mencionar el riesgo que supone creer que se ha alcanzado el éxito al contemplar de manera fría la tabla de indicadores de crecimiento. Ésta es la década de la oportunidad del éxito de América latina, mas no del éxito consolidado, pues para ello habrá que continuar trabajando desde la política.
Porque pese al auge, o precisamente por el auge, las enormes expectativas depositadas en la región podrían verse defraudadas. Porque evidentemente el alza de precios de las materias primas se detendrá en algún momento.
El boom de las materias primas puede enmascarar debilidades de fondo que no podemos pasar por alto en política económica. Y somos conscientes, unos más que otros, de que en épocas de vacas gordas, políticos irresponsables soslayan los problemas de fondo, y la experiencia demuestra que ahí está el veneno latente que se puede "activar" cuando la situación sea menos próspera.
Esta etapa representa un escenario ideal para emprender aquellas reformas que fomenten la formalidad, un requisito indispensable para construir ciudadanía, que es, en definitiva, brindarle a las personas desfavorecidas dignidad humana para que puedan ejercer en sociedades potentes su libertad sus con plenos derechos.
Nenhum comentário:
Postar um comentário