26 de julho de 2011

¿De qué hablamos cuando hablamos de resistencia? / García Canclini, Néstor



Estudios Visuales / num #7. Retóricas de La Resistencia, OEI

La noción de resistencia es una de las más gastadas y menos analizadas en la retórica crítica. Como ocurre con cualquier otro término, su sentido se constituye no en sí mismo ni manteniendo autoritariamente lo que su raíz prescribe sino articulándose con otros conceptos. En los diccionarios de la política y la cultura, resistencia no aparece o suele asociarse u oponerse a otras palabras cuyo significado está en pleno debate: aculturación, alternativa, dominación, emancipación, hegemonía, imperialismo, poscolonialismo. Estos otros conceptos de referencia reciben un tratamiento detenido y polémico, mientras resistencia es convocado de modo no razonado, casi mágico.
Entre los diccionarios sobre comunicación, cultura y arte que tengo a mano sólo el Diccionario crítico de política cultural, coordinado por Teixeira Coelho, contiene una entrada dedicada a “resistencia cultural”. La noción de resistencia no se encuentra tratada específicamente ni en el célebre Keywords de Raymond Williams (1976), ni en los clásicos Key Concepts in Communication and Cultural Studies de O’Sullivan, Hartley, Sanders, Montgomery y Fiske (1995) ni en el Diccionario básico de Comunicación de Katz, Doria y Costa Lima (1975). Tampoco n el muy vasto Diccionario de Teoría Crítica y Estudios Culturales, compilado por Michael Payne (1996), ni en obras más recientes y en muchos sentidos elogiables como Términos críticos de sociología de la cultura, dirigida por Carlos Altamirano (2002), el Diccionario de relaciones interculturales, coordinado por Barañano, García, Cátedra y Devillard (2007) y el Diccionario de Estudios Culturales Latinoamericanos, dirigido por Szurmuk y Mckee Irwin (2009).
En algunos artículos de estas obras (y, como sabemos, en centenares de artículos y libros, manifiestos políticos y artísticos), se habla de resistencia y acciones alternativas sin problematizar lo que se quiere decir con estas palabras. Aun los textos más críticos sobre globalización, imperialismo y poscolonialismo suelen dedicarse a mostrar inconsistencias de la dominación, en tanto sobre la resistencia o la alternatividad acumulan ejemplos, casos o movimientos, cuestionando poco su eficacia. Si se ocupan de la cultura o el arte, los autores más sofisticados identifican que los procesos globalizadores crean interdependencias multidireccionales y dicen que la descentralización no permite hablar ya de una sola metrópoli del arte, las ediciones o la producción audiovisual. Pero cuesta repensar lo que esto significa para la recomposición de las acciones opositoras o críticas.
Llama la atención que la concepción del poder se haya modificado mucho más que la de resistencia. A partir de Michel Foucault, pero no sólo de él, surge la idea de que el poder está distribuido multidireccionalmente. Ya no lo pensamos como una pirámide que opera de arriba hacia abajo, sino como algo diseminado. Pero también hemos salido de la noción simplificada de Foucault al darnos cuenta de que sigue habiendo concentraciones monopólicas de fuerzas.
En el campo de las artes visuales se quebró la secuencia París -Londres- Nueva York. No hay una sola capital del arte. Tampoco parece que Beijing vaya a sustituir a Nueva York. Varias ciudades concentran el poder y lo movilizan en distintas direcciones. Esto no se debe necesariamente a resistencias, sino a recomposiciones y alianzas. Así, las concepciones del poder y de sus movimientos se han complejizado en tanto las nociones de resistencia exhiben inercias asombrosas. Hacia cualquier lado que miremos, sea la economía, el arte o la política, no encontramos bipolaridad ni unipolaridad sino una distribución compleja e inestable de focos en los que se ejerce el poder. Esa dispersión genera el primer problema para construir resistencias, oposiciones o alternativas. Más aún si se quiere insistir en modos de organización de fuerzas populares propias de otra etapa del capitalismo. Lo que se observa en los últimos años son muchas formas de resistencia -a veces sesgadas: sólo ven la ecología o la etnicidad o el género-, pero casi nunca postulan un frente solidario y eficaz para transformar estructuras. Quizás sea una de las causas por las que gran parte de lo que hoy presenciamos se sale de la oposición inclusión / exclusión o hegemónico / subalterno, como se decía en otro tiempo. La palabra resistencia me resulta escasa, pobre, en relación con la multiplicidad de comportamientos que surgen buscando alternativas.

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