Investigación señala que niños abusados replican conducta con otros en el colegio o internet.
por Paulina Sepúlveda - 22/04/2012 - La Tercera
Cuando Esteban (nombre cambiado) comenzó a pegarles a sus hermanos, sus padres creyeron que era un problema propio de la edad y que su agresividad y mal humor pasaría. Pero no fue así. Su violencia fue creciendo y no les quedó más opción que llevarlo a un sicólogo. Lo que la terapia develó dejó mudos a sus padres: hace años que Esteban (de 13 años) era víctima de agresiones y burlas de sus compañeros. Su pecado: ser tímido y buen alumno. No sólo lo insultaban o llamaban nerd, sino que lo golpeaban. Nadie lo sabía hasta entonces, como tampoco que le compraba cosas a sus agresores para que lo dejaran en paz o que negociaba con ellos hacerles las tareas. No era el único secreto: en su afán por buscar fórmulas para salir de la violencia constante a la que era sometido había encontrado un camino que golpeó aún más a sus padres: ahora era parte del grupo de matones. Su única salida -dijo- para poner fin a las agresiones.
Este caso real es el reflejo de un problema creciente en las aulas escolares que acaba de graficar en toda su magnitud un estudio realizado por la Fundación Paz Ciudadana y la U. Andrés Bello: el 41,7% de los estudiantes que han sido víctimas de violencia escolar se vuelven también agresores. La investigación analizó los resultados de la 3ª encuesta Nacional de Violencia Escolar (2009), que representa a 49.637 estudiantes de 7º básico a 4º medio y que arrojó que el 65% de los estudiantes reportó haber sido víctima de bullying y el 8% de cyberbullying.
En un trabajo que implicó cruces de datos entre agresores y agredidos, el estudio mostró, además, que un 48,3% de los alumnos que declara agredir a otros niños por internet, reconocen ser víctimas de violencia escolar grave. Y que del 85,9% de las mujeres que dijeron realizar matonaje cibernético a otras compañeras, más de la mitad (61,4%) son también víctimas de violencia escolar tradicional y por internet.
¿Qué hace que un niño pase de víctima a victimario? Juan Carlos Oyanedel, sociólogo de la Unab e investigador del estudio, cree que el fenómeno se da en niños que carecen de habilidades blandas o prosociales. “Se trata de algo así como una caja de herramientas a la cual se echa mano en estas situaciones y que dependen de patrones normativos (cómo que pegarle a otro niño es malo) o de mecanismos que permiten neutralizar la frustración que provoca ser intimidado”, explica. Como esas habilidades no están presentes, dice, estos niños sienten la necesidad de “volver a existir en el grupo” y para eso recurren al único lenguaje legitimado: la violencia. Otra forma de entenderlo, explica, es social: como se sienten agredidos, creen que la única forma de defender su autoimagen es pegarles a los otros.
Retomar el control
Patricio Escorza, sicólogo de la U. Metropolitana de Ciencias de la Educación, atendió a Esteban en su consulta y dice que en estos casos de violencia -que suelen extenderse por años- las personas no logran elaborar el proceso del que son parte. Y como una respuesta inconsciente para cerrar el capítulo, la mente los dispone a una acción: la violencia que se devuelve con más violencia. Pero no hacia sus agresores, sino hacia otros menos fuertes. “Me ha tocado ver muchísimos casos en que ese maltrato de los compañeros se traduce en violencia hacia los hermanos menores o contra una mascota”, comenta.
Esa actitud, dice Felipe Lecannelier, sicólogo de la U. del Desarrollo, es la forma que encuentran algunos niños agredidos “de tener el control sobre sí mismos y sobre los otros”. El experto dice que mientras más temprano empiecen los abusos, más probabilidades de que se conviertan en agresores. “La víctima lo vive como algo inmanejable: seguirán siempre pegándole o molestándolo. La agresión, entonces, paradójicamente, se vuelve en una solución adaptativa para recuperar el sentido de control”, dice.
Lucha por el poder
María Isabel Toledo, antropóloga de la U. Diego Portales, dice que para que un niño juegue un doble rol (víctima y victimario) no sólo se requiere de agresiones continuas en el tiempo, sino que convivir con las mismas personas para que se establezcan esos patrones agresivos y en especial la lucha de poder que la caracteriza. “En la medida que el intimidador agrede acumula más poder, y la víctima lo pierde. Nadie se atreve a pegarle a quien tiene poder y esos roles tienden a fijarse”, dice. “Por eso, hay niños agredidos que en esta lucha por el poder optan por marcar su presencia, agrediendo a otros”.
Antonio (nombre cambiado, siete años) pasó por ese proceso a temprana edad. En su familia le habían enseñado que la violencia nunca podía ser una respuesta, pero cambió de colegio y se transformó en fácil víctima de bullying. No sabía cómo defenderse ni manejarse, por lo que, para contener la pena y frustración, acumulaba rabia. El resultado: los niños de cursos inferiores se convirtieron en sus víctimas. “Algunos niños construyen su autoestima probando su agresividad, viendo cuán fuerte son. Por eso cuando encuentran a personas que no se defienden, pueden llegar a abusar de ellos”, dice Teresa Lyon, sicóloga clínica de la UC.
Jorge Varela, sicólogo de Paz Ciudadana y parte del estudio, dice que en el acoso escolar cibernético el tema se complejiza, pues aumentan las probabilidades de que las víctimas se transformen en agresores. “Las condiciones que da el ciberespacio hace sentir a los niños y jóvenes más protegidos. Lo que les da temor hacer en la sala de clases, en internet sí pueden hacerlo. El cara a cara desaparece y les permite ejercer el anonimato de la agresión”.
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