La Nación, 7/4/2013
Es imperioso establecer cuál es el rol de la computadora en las aulas, también capacitar a los docentes y resolver problemas operativos
Las tecnologías de la información y la comunicación, plasmadas sobre todo en las netbooks, distan todavía de haberse incorporado en la actividad escolar regular de nuestro país y de otros países de América latina. Puede parecer sorprendente la demora en la integración de esas nuevas herramientas en la tarea de las aulas cuando su inserción se ha generalizado en las actividades laborales y culturales e, incluso, en la vida familiar; sin embargo, esa demora es una realidad que persiste.
Mientras tanto, no deja de llamar la atención la prontitud con que los chicos aprenden su empleo, por lo común, para darle un uso menor, ya sea como juego o bien para chatear, una forma de empobrecimiento muy particular del lenguaje.
Así, los beneficios de la computación en la escuela siguen en mora a pesar de tan buena recepción por parte de los alumnos. No pueden dejar de estimarse tampoco los beneficios de los cursos de capacitación para docentes que se han ido escalonando, las innovaciones curriculares y la implementación de importantes planes que se pusieron en marcha como Conectar-Igualdad en el interior y S@rmiento en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, acompañados con la cuantiosa distribución de netbooks en las escuelas.
Hasta ahora, los resultados son magros. El uso en las aulas ronda el 8 por ciento en la escuela primaria y el 10 por ciento en la secundaria, según informó el Observatorio de la Educación Básica de la Argentina.
Un modo de explicar esa lenta incorporación se relaciona con las diferencias del ritmo de asimilación de los menores con el de los mayores en el empleo de ese recurso, muy probablemente porque maestros y profesores se ven obligados a descartar hábitos didácticos en los que depositaban su confianza.
Además, han mediado otros tipos de inconvenientes en su empleo, como las demoras en contar con servicios aptos para reparar con prontitud fallas técnicas o en poder servirse de Internet.
Resulta así evidente que saber usar la computadora no equivale a saber aprovecharla en la tarea escolar. Por otra parte, merece señalarse que, a juicio de no pocos especialistas, se volcaron apresuradas expectativas en la computación para el ámbito educativo, logros que no serán viables hasta tanto no se haya afirmado la metodología de su uso. Mientras tanto, el libro de texto, el tradicional pizarrón y la modesta tiza siguen ganando en la competencia silenciosa de los medios utilizados en la escuela.
Como señaló atinadamente Eugenio Severín, especialista en la materia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), no es sólo comprando tecnología que se van a resolver los problemas educativos de América latina. Lo que importa es mejorar la enseñanza teniendo a la tecnología como aliada. Asimismo, Michael Apple, otro experto de valía, hizo notar que se ha puesto demasiada confianza en la tecnología y menos en el poder de la creatividad y del trabajo.
Las observaciones anotadas no impiden, desde luego, dejar de considerar a la computación como valioso medio al servicio del docente y el aprendizaje, pero importa solucionar las dificultades que se presentan, definir con certeza el rol de la computación en la escuela y perfeccionar el uso del recurso sobre la base de las experiencias cumplidas..
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