29 de março de 2011

Juventud y Desempleo


Editorial II

Los jóvenes ante el desempleo

El grado de capacitación que se ha adquirido reviste importancia cuando se trata de obtener un primer trabajo

Martes 29 de marzo de 2011 
El problema del desempleo es una inquietud constante en todo el mundo, que presenta diferencias nacionales y regionales. En las fluctuaciones que se observan obran, lógicamente, los factores del contexto económico, que incrementan o disminuyen la oferta de trabajo.
Hoy se estima que, en el mundo, son 210 millones los que no encuentran ocupación. En el último año, en nuestro país, se ha calculado en 1.200.000 el número de quienes no hallaron puestos de trabajo. De ese conjunto, el 40 por ciento son jóvenes de entre 18 y 25 años, con mayoría de mujeres.
Las exigencias para acceder al campo laboral son diversas para los postulantes. Por lo común, la demanda de los empleadores empieza por los estudios secundarios completos y una cuota de experiencia, valla esta última difícil de superar cuando el joven se está iniciando en el mundo del trabajo.
Es sabido, por otra parte, que el ingreso en los empleos formales demanda mayor número de requisitos, que no sólo se refieren a otros estudios y habilidades logradas, sino también a la calidad de la enseñanza recibida y al nivel de los aprendizajes adquiridos. En ello juega el prestigio de los institutos donde se hayan adquirido los títulos o certificaciones presentados.
Además, ha de tener en claro el joven que las empresas afinan los requisitos de ingreso a fin de evitar el pago de indemnizaciones cuando el nuevo empleado no satisface luego las expectativas. Una alternativa no deseable para evitar esa situación es que la incorporación a un trabajo se ofrezca en condiciones informales, que reducen severamente los derechos del empleado.
Es muy conveniente comprender que los planes de estudio se concretan en programas cuya construcción y desarrollo implican un tiempo que no es comparable con el ritmo en que se transforman los procesos de producción o comercialización, pues el sistema educativo no se planifica exclusivamente para una "colocación" inmediata del graduado, ya que sus objetivos sobrepasan esa meta y no son sólo económicos o laborales.
Por lo tanto, siempre es previsible un tiempo de ajuste para adaptarse a una labor en la cual el joven se inicia. Precisamente eso es lo que posibilita la enseñanza: que el sujeto gane en capacidades, habilidades y destrezas que permiten luego, con un corto período de práctica, alcanzar la eficacia que reclama una tarea.
También es de señalar que juegan una función relevante en ese momento las cualidades personales del sujeto (actitudes, disposición al aprendizaje, a la integración, etcétera).
En suma, esta breve reflexión, centrada especialmente en el primer trabajo buscado, destaca que cuanto mejor es la preparación del postulante más crecen sus posibilidades de encontrar un puesto e, inversamente, quienes desertan de la enseñanza reducen a la vez sus posibilidades de ingreso en el trabajo, cuyas opciones quedarán limitadas a un nivel de baja calificación laboral. La proporción de empleos de baja calidad obtenidos por los jóvenes de entre 15 y 24 años disminuye con los años de escolaridad.
Cabe agregar que las posibilidades de un graduado aumentan cuando añade a sus títulos -secundario o terciario- otros aprendizajes adicionales, como el necesario conocimiento de la computación o el dominio de un segundo idioma.
No hay soluciones mágicas para un problema complejo como el del desempleo. Por eso es importante que las autoridades nacionales, provinciales y locales, los sindicatos y los empresarios, conjuntamente con otros actores sociales, insistan en buscar la manera de torcer esa realidad.
La Nación

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