Publicado en La Silla Vacía, Septiembre 19 de 2012
Comienzo agradeciendo a los amigos Edu-bloggers de La Silla Vacía por invitarme a su espacio esta vez. Escribo con entusiasmo porque aquí precisamente he seguido con atención varias entradas que han explorado a un personaje crucial dentro del sistema educativo: el maestro. Vi por ejemplo que (pese al disgusto de muchos) en Colombia la capacidad lectora de los que se forman como docentes está debajo de la de otros profesionales (nota al pie: este parece ser el caso en la mayoría de países de la región, pero no hay evidencia tan clara como la mostrada aquí). Vi también que los docentes en América Latina (Colombia, México y Chile) trabajan más horas al año que sus pares en la OECD (Finlandia, Portugal, Grecia, Israel y Rusia). Por si fuera poco, este recurso humano, aparentemente sobrecargado y poco calificado, no necesariamente está asignado donde más se le necesita.
En esta nota quiero aportar con una mirada a algunas otras características de los docentes, incluyendo sus salarios, para enriquecer la visión que tenemos sobre esta labor. Para esto me baso en dos artículos que he escrito recientemente con Alejandra Mizala (aquí el primero y aquí el segundo). En ellos se analiza la situación de los maestros en comparación a otros profesionales y técnicos, para 9 y 13 países de América Latina respectivamente. Para los detalles técnicos refiéranse a los artículos, aquí solo reseñare algunos de los hallazgos.
Un breve perfil de los docentes (en comparación a otros profesionales y técnicos):
· La profesión docente es mayoritariamente femenina. En pre-escolar y primaria nueve de cada diez docentes son mujeres y en secundaria lo son seis de cada diez. Entre los profesionales y técnicos, en contraste, un poco menos de la mitad son mujeres.
· Lo maestros, en comparación a otros profesionales y técnicos, viven en hogares donde hay mayor presencia de niños (de 12 años o menos) y de adultos mayores de 65 años. Tienden a vivir en mayor medida con otros generadores de ingresos dentro de sus hogares y son menos propensos a ser cabezas de hogar.
· Los profesores trabajan menos horas por semana (y menos semanas por año) que otros profesionales y técnicos. Nueve de cada diez profesionales y técnicos declara trabajar por lo menos 40 horas semanales en su actividad principal. En contraste solo poco mas de cuatro de cada diez maestros declara lo mismo. Sin embargo, cabe anotar que una fracción importante de docentes reporta tener un trabajo secundario.
· Los docentes son mayoritariamente empleados por el sector publico, en condiciones más formales (medido por el acceso a la seguridad social) y con mayor estabilidad laboral que los demás profesionales y técnicos.
Estos hallazgos sugieren que la elección de la profesión docente como actividad laboral puede estar vinculada a decisiones de estilos de vida, donde la familia y la estabilidad cobran especial importancia. Sin embargo, “no hay almuerzos gratis”. Está decisión trae consigo un costo, que puede verse reflejado en la forma de menores salarios. Antes de discutir sobre esos menores salarios, déjenme mostrar algunos hechos interesantes alrededor de la pregunta: ¿Qué ha cambiado en la profesión docente (en comparación a otros profesionales y técnicos) durante la última década?
· La escolaridad de los docentes de pre-escolar y primaria aumentó. La de los docentes de secundaria, así como la de los demás profesionales y técnicos, no cambió.
· La edad de los docentes y de otros profesionales y técnicos aumentó, particularmente para los primeros.
· No sólo la proporción de docentes con trabajos secundarios es mayor a la proporción de otros profesionales con trabajos secundarios sino que ésta aumentó durante la década de análisis. De hecho, esta pasó de 16% a 19% entre los profesores de pre-escolar y primaria y del 24% al 28% entre los profesores de secundaria. En contraste, la proporción de otros profesionales con trabajos secundarios disminuyó, del 13% al 11%.
Veamos ahora que pasa con los salarios. Cuando se comparan docentes con otros profesionales y técnicos con el mismo género, edad, educación, presencia de niños en el hogar, presencia de adultos mayores en el hogar, condición de cabeza de hogar, presencia de otro generador de ingresos en el hogar, trabajo a tiempo parcial y tenencia de más de un empleo; se concluye que los docentes están sub-remunerados.
· Los docentes de pre-escolar y primaria ganan por hora entre 32% y 40% menos que otros profesionales y técnicos. Los docentes de secundaria ganan por hora entre 12% y 26% menos que otros profesionales y técnicos. La buena noticia dentro de todo esto es que la situación de los docentes de pre-escolar y primaria ha mejorado notablemente durante esta década. Diez años atrás la brecha salarial respecto a otros profesionales y técnicos estaba entre 86% y 94%.
· Entre las personas de ingresos laborales bajos (probablemente, las menos productivas) no hay brechas salariales entre docentes y profesionales. Debajo del primer tercil de la distribución de ingresos la brecha es cero.
· Aun después de considerar las ventajas que la profesión docente pudiera tener (y que pudieran compensar los menores salarios): estabilidad laboral, jornadas de trabajo más cortas y flexibles, más semanas de vacaciones, etc.; los docentes están remunerados por debajo de sus pares.
· Los salarios de los docentes aumentan con la experiencia a un ritmo menor que el de otros profesionales y técnicos. La acumulación de experiencia es mejor premiada (en la forma de salarios) entre los profesionales y técnicos que entre los maestros.
· Los maestros se ven sub-remunerados no solo en la medición de salarios por hora, lo son también en las mediciones de ingresos laborales mensuales y anuales.
· Los maestros son sub-remunerados no solo en sus trabajos principales sino también en sus trabajos secundarios.
Quisiera enfatizar este último punto, pues puede tener implicancias importantes. Las personas que son maestros en sus trabajos principales y se desempeñan en otro tipo de actividades en sus trabajos secundarios (por ejemplo, taxistas, oficinistas u otro tipo de empleados) también están sub-remunerados respecto a sus pares. Esto lleva a pensar que los maestros tienen unas habilidades no-observables (disculpando la jerga econométrica me estoy tratando de referir a capacidades lectoras, de tomas de decisión, de iniciativa, de compromiso con el trabajo, visión y disciplina de largo plazo, etcétera, que los mercados de trabajo premian pero no se pueden medir en las encuestas que utilizamos), que están presentes tanto en el trabajo principal como en el secundario, que están por debajo de las de sus pares. De aquí que el asunto de selección (¿Quién opta por la carrera docente?) se convierta en algo tan importante.
Sin duda es necesario más análisis y discusión alrededor del tema de la profesión docente y sus características. Ojalá estas pinceladas sirvan para avivar, aún más, lo que ha venido discutiéndose en este blog. En otras latitudes la discusión viene tomando matices muy interesantes también. A raíz de la huelga docente en Chicago, por ejemplo, se está sugiriendo mejorar los salarios de los docentes pero a cambio de mejoras efectivas en sus prácticas y resultados. Se viene argumentando que “la enseñanza es tan importante que debería ser como las demás profesiones, con altos salarios y buenas condiciones de trabajo pero poca protección laboral para los de bajos desempeños”. ¿Qué opinan?
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