30 de junho de 2013

“Más educación, menos fútbol”, Andrés Oppenheimer

EL INFORME OPPENHEIMER, 30/6/2013,



 
“OPPENHEIMER PRESENTA” No se pierdan el programa “Oppenheimer Presenta”, todos los domingos a las 9 p.m. por CNN en Español.

No debería sorprendernos que los manifestantes en Brasil estén llevando pancartas que digan “más educación, menos fútbol”, ni que haya huelgas docentes casi a diario en Argentina, Chile, Venezuela y México: los maestros latinoamericanos están entre los que cobran los sueldos más miserables del mundo.
La semana pasada, mientras los manifestantes de Brasil protestaban contra los exagerados gastos para la realización del mundial de fútbol del 2014 y portaban carteles con eslóganes tales como “Japón: quédate con nuestro fútbol, dános tu educación”, la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OCDE) dio a conocer un estudio con cifras muy reveladoras sobre los sueldos docentes en todo el mundo.
El estudio, titulado La Educación 2013, muestra que los maestros de Latinoamérica ganan menos, trabajan más horas y disponen de menos tiempo para preparar sus lecciones o corregir tareas que sus contrapartes de otras regiones.
Las cifras de la OCDE son especialmente escalofriantes cuando se comparan los salarios de los docentes de Finlandia y Corea del Sur, dos países que obtienen los mejores resultados del mundo en los tests académicos PISA de jóvenes de 15 años, con los de los maestros latinoamericanos. Consideremos algunas de las cifras del estudio:
- Mientras el salario inicial de un maestro de primaria es de $64,000 en Luxemburgo, $38,000 en Estados Unidos, $36,000 en España, $30,000 en Finlandia y $28,000 en Corea del Sur; en Latinoamérica los salarios son de $17,400 en Chile, $16,600 en Argentina y $15,000 en México. Aunque Brasil no figura en el estudio, funcionarios de la OCDE dicen que los sueldos de los maestros brasileños son similares a los de sus pares de otros países latinoamericanos, y están al fondo de la lista.
-Los maestros de escuela primaria mejor pagados ganan un promedio de $113,000 en Luxemburgo, $77,000 en Corea del Sur, $58,000 en Japón, $53,000 en Estados Unidos, $51,000 en España, $32,000 en México, $31,000 en Chile y $25,000 en Argentina.
-En lo referido a las horas que pasan los maestros dando clases —una medida que suele usarse para mostrar cuánto tiempo les queda a los maestros para prepararlas, corregir tareas o reunirse con los padres—, Argentina tiene el récord mundial, con 1,450 horas anuales, seguida por Chile con 1,100 horas, Estados Unidos con 1,100 y México con 1,050. Comparativamente, los maestros de Corea del Sur y Finlandia pasan apenas 600 horas anuales al frente de su clase.
Andreas Schleicher, el experto en educación de la OECD que coordinó el informe, me dijo en una entrevista que Corea del Sur y China gastan menos en educación como porcentaje de sus economías que varios países latinoamericanos y, sin embargo, obtienen resultados mucho mejores.
La diferencia es que Corea del Sur y China hacen de la docencia una carrera muy selectiva y prestigiosa: sólo los más calificados son aceptados para ser maestros, y se les paga según su desempeño, dijo.
“Uno de los mayores problemas en Latinoamérica es que casi cualquiera puede ser maestro: no hay un proceso de selección riguroso”, explicó Schleicher. “Y la calidad de un sistema educativo nunca puede exceder la calidad de los maestros”.
Una manera de conseguir fondos para contratar maestros más calificados es ampliar el número de estudiantes por clase, me dijo Schleicher. Corea del Sur y China tienen clases más grandes que México, y sin embargo logran mejores resultados en los tests estudiantiles, añadió.
“Si hay que elegir entre un maestro mejor y una clase más pequeña, hay que preferir un maestro mejor”, dijo Schleicher.
En cuanto a los sindicatos docentes en Latinoamérica, que exigen salarios más altos, pero se oponen a exámenes de ingreso, evaluaciones o pagos por mérito, Schleicher dijo muchos maestros aceptarían estos cambios si se les da un estatus profesional más elevado.
Mi opinión: Hay que empezar a glorificar la profesión de maestro, tal como ocurre en Corea del Sur o en Finlandia.
Una de las cosas que más me impresionó durante los cinco años en que viajé a varios países para hacer la investigación de mi último libro sobre educación, Basta de Historias, fue que en Corea del Sur y en Finlandia, sólo el 10 por ciento de los estudiantes con mejor promedio pueden postularse para estudiar la carrera docente en la universidad.
En esos países, si uno tiene una vecina que es maestra, uno piensa: “debe ser inteligente, porque de otra manera no podría ser maestra”. En muchos países latinoamericanos, si uno tiene un vecino maestro, uno piensa: “el pobre, no pudo ser abogado”.
Ya es hora de que los maestros latinoamericanos sean tratados como profesionales, como los abogados o los contadores. Para eso hay que pagarles mejor, a cambio de que los nuevos maestros rindan exámenes de admisión y que todos sean evaluados y ganen según sus méritos.
Las pancartas de Brasil que piden más dinero para la educación y menos para el fútbol podrían ser un gran paso inicial en esa dirección.

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Estudante brasiliense está mais suscetível à violência, mostra pesquisa


A maioria dos dados levantados pela Pesquisa Nacional de Saúde do Escolar revela que o estudante brasiliense também está mais suscetível às drogas e às doenças sexuais. Alguns números são maiores do que a média nacional


Publicação: 30/06/2013 07:00 Atualização:

Fachada de escola pública do Distrito Federal: ambiente propício a índices de violência mais altos, segundo a pesquisa do IBGE
Fachada de escola pública do Distrito Federal: ambiente propício a índices de violência mais altos, segundo a pesquisa do IBGE

Um levantamento sobre o perfil dos estudantes do 9º ano, feito pelo Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística (IBGE), acendeu o sinal de alerta na comunidade escolar de Brasília. Dados da Pesquisa Nacional de Saúde do Escolar (PeNSE) mostram que, na capital federal, os adolescentes entre 13 e 15 anos se envolveram mais vezes em brigas com armas branca ou de fogo, ficaram mais embriagados e usaram drogas com frequência maior do que a média nacional. Enquanto no Brasil 20,9% das meninas excederam o consumo de álcool, no DF, 28,5% admitiram ter ficado bêbadas pelo menos uma vez na vida (leia quadro).

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É difícil encontrar nas portas dos colégios algum aluno na faixa etária do estudo que não concorde com os percentuais. Numa roda de amigos, todos confirmaram o alto índice de embriaguez entre as colegas. “Conhecemos uma menina que vem para a escola alcoolizada. Ela bebe bastante. Acreditamos que é devido a problemas que ela tem em casa”, contaram duas meninas, estudantes do Centro de Ensino Fundamental 2, no Guará.
Quando o assunto é violência, 10,3% dos meninos brasilienses declararam ter participado de alguma briga na qual alguém portava revólver ou pistola. No país, o percentual é de 8,8%. É alto e crescente também o número daqueles que empunharam pedaços de pau, faca ou porretes. Em 2009, 7,9% dos moradores da capital se envolveram em algum conflito com a presença de armas brancas. Três anos depois, o percentual subiu para 11,4%. 


Segundo especialistas ouvidos pelo Correio, a prática pode levar ao desinteresse pelo aprendizado, à depressão e até ao suicídio

Publicação: 30/06/2013 07:00 Atualização: 29/06/2013 22:39

Nayara de Souza reclama das piadas de mau gosto: 'Muitos chegavam a me humilhar'
Nayara de Souza reclama das piadas de mau gosto: "Muitos chegavam a me humilhar"

Os xingamentos começaram cedo. Logo nos primeiros anos escolares de Nayara de Souza, ela começou a ouvir piadas dos colegas acerca de seu peso. “Eu era bem gordinha e muitos chegavam a me humilhar”, conta a menina, hoje, com 14 anos. O bullying sofrido pela adolescente engrossa as estatísticas dos estudantes do 9º ano que ficaram aborrecidos ou magoados após as provocações dos colegas. Segundo a Pesquisa Nacional de Saúde do Escolar (PeNSE), do Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística, o Distrito Federal ultrapassa a média nacional das pessoas com idade entre 13 e 15 anos que se sentiram ofendidos. No Brasil, 20,8% declararam ter sofrido bullying. No DF, são 24,9%.

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Hoje, Nayara não se preocupa mais com a brincadeira de mau gosto dos colegas, mas lembra que as provocações a deixaram deprimida. “Fiquei muito triste. Conversei com a minha mãe, e ela foi até a escola. Isso só piorou a situação, porque eles tinham mais um motivo para zombar de mim”, lamentou. Nayara está entre as 18,6% das meninas que passaram por essa situação. Entre os garotos brasilienses, a situação é ainda pior, chega a 32%. “É comum na escola. Já voltei para casa chateado até com grandes amigos que fizeram brincadeiras de mau gosto”, relata Bruno*, 15 anos, estudante do Centro de Ensino Fundamental 2, no Guará.


Elogio de Nelson Mandela, Mario Vargas Llosa

Transformó la historia de Sudáfrica de una manera que parecía inconcebible y demostró, con su inteligencia, honestidad y valentía, que en el campo de la política a veces los milagros son posibles



Nelson Mandela, el político más admirable de estos tiempos revueltos, agoniza en un hospital de Pretoria y es probable que cuando se publique este artículo ya haya fallecido, pocas semanas antes de cumplir 95 años y reverenciado en el mundo entero. Por una vez podremos estar seguros de que todos los elogios que lluevan sobre su tumba serán justos, pues el estadista sudafricano transformó la historia de su país de una manera que nadie creía concebible y demostró, con su inteligencia, destreza, honestidad y valentía, que en el campo de la política a veces los milagros son posibles.
Todo aquello se gestó, antes que en la historia, en la soledad de una conciencia, en la desolada prisión de Robben Island, donde Mandela llegó en 1964, a cumplir una pena de trabajos forzados a perpetuidad. Las condiciones en que el régimen del apartheid tenía a sus prisioneros políticos en aquella isla rodeada de remolinos y tiburones, frente a Ciudad del Cabo, eran atroces. Una celda tan minúscula que parecía un nicho o el cubil de una fiera, una estera de paja, un potaje de maíz tres veces al día, mudez obligatoria, media hora de visitas cada seis meses y el derecho de recibir y escribir sólo dos cartas por año, en las que no debía mencionarse nunca la política ni la actualidad. En ese aislamiento, ascetismo y soledad transcurrieron los primeros nueve años de los veintisiete que pasó Mandela en Robben Island.
En vez de suicidarse o enloquecerse, como muchos compañeros de prisión, en esos nueve años Mandela meditó, revisó sus propias ideas e ideales, hizo una autocrítica radical de sus convicciones y alcanzó aquella serenidad y sabiduría que a partir de entonces guiarían todas sus iniciativas políticas. Aunque nunca había compartido las tesis de los resistentes que proponían una “África para los africanos” y querían echar al mar a todos los blancos de la Unión Sudafricana, en su partido, el African National Congress, Mandela, al igual que Sisulu y Tambo, los dirigentes más moderados, estaba convencido de que el régimen racista y totalitario sólo sería derrotado mediante acciones armadas, sabotajes y otras formas de violencia, y para ello formó un grupo de comandos activistas llamado Umkhonto we Sizwe, que enviaba a adiestrarse a jóvenes militantes a Cuba, China Popular, Corea del Norte y Alemania Oriental.
En la soledad de la cárcel revisó sus ideas e hizo una autocrítica radical de sus convicciones
Debió de tomarle mucho tiempo —meses, años— convencerse de que toda esa concepción de la lucha contra la opresión y el racismo en África del Sur era errónea e ineficaz y que había que renunciar a la violencia y optar por métodos pacíficos, es decir, buscar una negociación con los dirigentes de la minoría blanca —un 12% del país que explotaba y discriminaba de manera inicua al 88% restante—, a la que había que persuadir de que permaneciera en el país porque la convivencia entre las dos comunidades era posible y necesaria, cuando Sudáfrica fuera una democracia gobernada por la mayoría negra.
En aquella época, fines de los años sesenta y comienzos de los setenta, pensar semejante cosa era un juego mental desprovisto de toda realidad. La brutalidad irracional con que se reprimía a la mayoría negra y los esporádicos actos de terror con que los resistentes respondían a la violencia del Estado, habían creado un clima de rencor y odio que presagiaba para el país, tarde o temprano, un desenlace cataclísmico. La libertad sólo podría significar la desaparición o el exilio para la minoría blanca, en especial los afrikáners, los verdaderos dueños del poder. Maravilla pensar que Mandela, perfectamente consciente de las vertiginosas dificultades que encontraría en el camino que se había trazado, lo emprendiera, y, más todavía, que perseverara en él sin sucumbir a la desmoralización un solo momento, y veinte años más tarde, consiguiera aquel sueño imposible: una transición pacífica del apartheid a la libertad, y que el grueso de la comunidad blanca permaneciera en un país junto a los millones de negros y mulatos sudafricanos que, persuadidos por su ejemplo y sus razones, habían olvidado los agravios y crímenes del pasado y perdonado.
Habría que ir a la Biblia, a aquellas historias ejemplares del catecismo que nos contaban de niños, para tratar de entender el poder de convicción, la paciencia, la voluntad de acero y el heroísmo de que debió hacer gala Nelson Mandela todos aquellos años para ir convenciendo, primero a sus propios compañeros de Robben Island, luego a sus correligionarios del Congreso Nacional Africano y, por último, a los propios gobernantes y a la minoría blanca, de que no era imposible que la razón reemplazara al miedo y al prejuicio, que una transición sin violencia era algo realizable y que ella sentaría las bases de una convivencia humana que reemplazaría al sistema cruel y discriminatorio que por siglos había padecido Sudáfrica. Yo creo que Nelson Mandela es todavía más digno de reconocimiento por este trabajo lentísimo, hercúleo, interminable, que fue contagiando poco a poco sus ideas y convicciones al conjunto de sus compatriotas, que por los extraordinarios servicios que prestaría después, desde el Gobierno, a sus conciudadanos y a la cultura democrática.
Como la gota persistente que horada la piedra, fue abriendo puertas en esa ciudadela de desconfianza
Hay que recordar que quien se echó sobre los hombros esta soberbia empresa era un prisionero político, que, hasta el año 1973, en que se atenuaron las condiciones de carcelería en Robben Island, vivía poco menos que confinado en una minúscula celda y con apenas unos pocos minutos al día para cambiar palabras con los otros presos, casi privado de toda comunicación con el mundo exterior. Y, sin embargo, su tenacidad y su paciencia hicieron posible lo imposible. Mientras, desde la prisión ya menos inflexible de los años setenta, estudiaba y se recibía de abogado, sus ideas fueron rompiendo poco a poco las muy legítimas prevenciones que existían entre los negros y mulatos sudafricanos y siendo aceptadas sus tesis de que la lucha pacífica en pos de una negociación sería más eficaz y más pronta para alcanzar la liberación.
Pero fue todavía mucho más difícil convencer de todo aquello a la minoría que detentaba el poder y se creía con el derecho divino a ejercerlo con exclusividad y para siempre. Estos eran los supuestos de la filosofía delapartheid que había sido proclamada por su progenitor intelectual, el sociólogo Hendrik Verwoerd, en la Universidad de Stellenbosch, en 1948 y adoptada de modo casi unánime por los blancos en las elecciones de ese mismo año. ¿Cómo convencerlos de que estaban equivocados, que debían renunciar no sólo a semejantes ideas sino también al poder y resignarse a vivir en una sociedad gobernada por la mayoría negra? El esfuerzo duró muchos años pero, al final, como la gota persistente que horada la piedra, Mandela fue abriendo puertas en esa ciudadela de desconfianza y temor, y el mundo entero descubrió un día, estupefacto, que el líder del Congreso Nacional Africano salía a ratos de su prisión para ir a tomar civilizadamente el té de las cinco con quienes serían los dos últimos mandatarios del apartheid: Botha y De Klerk.
Cuando Mandela subió al poder su popularidad en Sudáfrica era indescriptible, y tan grande en la comunidad negra como en la blanca. (Yo recuerdo haber visto, en enero de 1998, en la Universidad de Stellenbosch, la cuna del apartheid, una pared llena de fotos de alumnos y profesores recibiendo la visita de Mandela con entusiasmo delirante). Ese tipo de devoción popular mitológica suele marear a sus beneficiarios y volverlos —Hitler, Stalin, Mao, Fidel Castro— demagogos y tiranos. Pero a Mandela no lo ensoberbeció; siguió siendo el hombre sencillo, austero y honesto de antaño y ante la sorpresa de todo el mundo se negó a permanecer en el poder, como sus compatriotas le pedían. Se retiró y fue a pasar sus últimos años en la aldea indígena de donde era oriunda su familia.
Mandela es el mejor ejemplo que tenemos —uno de los muy escasos en nuestros días— de que la política no es sólo ese quehacer sucio y mediocre que cree tanta gente, que sirve a los pillos para enriquecerse y a los vagos para sobrevivir sin hacer nada, sino una actividad que puede también mejorar la vida, reemplazar el fanatismo por la tolerancia, el odio por la solidaridad, la injusticia por la justicia, el egoísmo por el bien común, y que hay políticos, como el estadista sudafricano, que dejan su país, el mundo, mucho mejor de como lo encontraron.

Takin’ It to the Streets By THOMAS L. FRIEDMAN


The New York Times
June 29, 2013



THE former C.I.A. analyst Paul R. Pillar asked this question in a recent essay in The National Interest: Why are we seeing so many popular street revolts in democracies? Speaking specifically of Turkey and Brazil, but posing a question that could be applied to Egypt, Israel, Russia, Chile and the United States, Pillar asks: “The governments being protested against were freely and democratically elected. With the ballot box available, why should there be recourse to the street?”
It is an important question, and the answer, I believe, is the convergence of three phenomena. The first is the rise and proliferation of illiberal “majoritarian” democracies. In Russia, Turkey and today’s Egypt, we have seen mass demonstrations to protest “majoritarianism” — ruling parties that were democratically elected (or “sort of” in Russia’s case) but interpret their elections as a writ to do whatever they want once in office, including ignoring the opposition, choking the news media and otherwise behaving in imperious or corrupt ways, as if democracy is only about the right to vote, not rights in general and especially minority rights.
What the protesters in Turkey, Russia and Egypt all have in common is a powerful sense of “theft,” a sense that the people who got elected are stealing something more than money: the people’s voice and right to participate in governance. Nothing can make a new democrat, someone who just earned the right to vote, angrier.
Here is what the satirist Bassem Youssef, the Jon Stewart of Egypt, wrote in the Egyptian daily Al Shorouk last week, on the first anniversary of the election of President Mohamed Morsi of the Muslim Brotherhood’s party: “We have a president who promised that a balanced constituent assembly would work on a constitution that everyone agrees on. We have a president who promised to be representative, but placed members of his Muslim Brotherhood in every position of power. We have a president and a party that broke all their promises, so the people have no choice but to take to the streets.”
A second factor is the way middle-class workers are being squeezed between a shrinking welfare state and a much more demanding job market. For so many years, workers were told that if you just work hard and play by the rules you’ll be in the middle class. That is just not true anymore. In this age of rapid globalization and automation, you have to work harder, work smarter, bring more innovation to whatever job you do, retool yourself more often — and then you can be in the middle class. There is just so much more stress on people in, or aspiring to be in, the middle class, and many more young people wondering how they’ll ever do better than their parents.
Too few leaders are leveling with their people about this shift, let alone helping them navigate it. And too many big political parties today are just vehicles for different coalitions to defend themselves against change rather than to lead their societies in adapting to it. Normally, this would create opportunities for the opposition parties, but in places like Turkey, Brazil, Russia and Egypt the formal opposition is feckless. So people take to the streets, forming their own opposition.
In America, the Tea Party began as a protest against Republicans for being soft on deficits, and Occupy Wall Street as a protest against Democrats for being soft on bankers. In Brazil, a 9 cent increase in bus fares set off mass protests, in part because it seemed so out of balance when the government was spending some $30 billion on stadiums for the Olympics and the World Cup. Writing in The American Interest, William Waack, an anchorman on Brazil’s Globo, probably spoke for many when he observed: “Brazilians don’t feel like their elected representatives at any level actually represent them, especially at a time when most leaders fear the stigma of making actual decisions (otherwise known as leading). ... It’s not about the 9 cents.”
China is not a democracy, but this story is a sign of the times: In a factory outside Beijing, an American businessman, Chip Starnes, president of the Florida-based Specialty Medical Supplies, was held captive for nearly a week by about 100 workers “who were demanding severance packages identical to those offered to 30 recently laid-off employees,” according to Reuters. The workers feared they would be next as the company moved some production from China to India to reduce costs. (He was released in a deal on Thursday.)
Finally, thanks to the proliferation of smartphones, tablets, Twitter, Facebook and blogging, aggrieved individuals now have much more power to engage in, and require their leaders to engage in, two-way conversations — and they have much greater ability to link up with others who share their views to hold flash protests. As Leon Aron, the Russian historian at the American Enterprise Institute, put it, “the turnaround time” between sense of grievance and action in today’s world is lightning fast and getting faster.
The net result is this: Autocracy is less sustainable than ever. Democracies are more prevalent than ever — but they will also be more volatile than ever. Look for more people in the streets more often over more issues with more independent means to tell their stories at ever-louder decibels.

'Há um desencontro entre os cidadãos e os seus governantes', Sergio Adorno

Para cientista social da USP, protestos revelam um país que deseja uma democracia mais participativa
O movimento atual, diz sociólogo, tem de aproveitar para recusar a violência e reinventar o modo de fazer política
SABINE RIGHETTIDE SÃO PAULO, Folha de S.Paulo, 30/6/2013
As manifestações recentes espalhadas pelo Brasil, de acordo com Sérgio Adorno, um dos principais sociólogos do país, mostram uma negação da sociedade ao modo atual de fazer política.
O problema é o surgimento da possível violência legitimada nos protestos e o risco de uma movimentação antidemocrática. Leia abaixo a entrevista exclusiva à Folha.
Folha - O que está acontecendo no Brasil?
Sérgio Adorno - Há um fenômeno historicamente conhecido, mas com suas singularidades. É um desencontro entre os cidadãos e as suas instituições. Não é algo novo, mas há especificidades na sua dinâmica e na sua organização --que muitas vezes parece desorganizada.
Quais são as causas disso?
Vejo uma forte negação do modo de fazer política no Brasil. As pessoas querem uma democracia que possa ouvir mais. Há muitas pessoas nas ruas com interesses diversos. Tem gente com ideais e tem gente que diz "vamos lá porque está acontecendo uma manifestação". Tudo é legítimo. Estamos acompanhando os desdobramentos, que podem ser bons para o fortalecimento da democracia. Mas se as manifestações derem força para quem quer a volta de um regime repressivo, o ambiente fica vulnerável.
O movimento antidemocracia pode ganhar força?
Por enquanto, não. A maioria das pessoas aposta na democracia. A democracia no Brasil veio para ficar. A pergunta é: qual democracia? Estamos caminhando para uma sociedade mais igualitária? Precisamos decifrar o fenômeno. Há fatos novos, como a recusa aos partidos.
O que quer dizer essa recusa?
É uma recusa ao modelo atual de se fazer política. A escola pública, a saúde pública e o acesso aos serviços de governo continuam produzindo desigualdades. E o transporte é muito sensível. O desgaste de uma pessoa que mora na periferia e que leva três horas para chegar ao trabalho é grande.
Existe um nível tolerável de vandalismo nos protestos?
Paralisações são parte da democracia. Estamos aprendendo a lidar com elas. Quanto ao vandalismo, ainda precisamos entender melhor. Temos atos de vandalismo em jogos de futebol. Mas o significado é o mesmo? O que me preocupa é que há uma linguagem de trazer de volta uma expectativa de que a violência seja legítima na política. O movimento tem de aproveitar a oportunidade para recusar a violência e reinventar a política.
E em relação à polícia? O que o senhor achou da ação da PM?
Quando a polícia reagiu às manifestações certamente prevaleceu uma linha mais dura da polícia que diz que "ordem é ordem". Mas não podemos imaginar que a polícia, ao ser provocada, aja como se estivesse se vingando. A polícia deve ser preparada para lidar com isso.
E a reação do governo? Haveria risco de golpe com uma Assembleia Constituinte?
Não acho que há possibilidade de golpe. Em 64, havia uma coalizão de setores da sociedade civil com a classe política. Havia conspiradores. Mas agora não há respaldo da sociedade. O tema tocou a todos. Há uma preocupação com o que vai acontecer.

    MARCELO GLEISER Futebol, efeito estufa e o jogo global

    Folha de S,Paulo, 30/6/2013

    Independentemente do resultado da partida, a Terra, nossa casa, continuará a se aquecer
    HOJE É DIA da final da Copa das Confederações, imagino que a maioria absoluta dos brasileiros esteja grudada na TV. (Eu sou um deles, mesmo daqui dos EUA).
    Interessante o contraste das culturas; por aqui, esse tipo de conexão nacional não existe em nenhum esporte. Não vejo os americanos unidos, torcendo pelo seu país em massa em um jogo, como ocorre no Brasil e em tantos outros países.
    Isso é coisa do futebol e da Copa, um fenômeno único mesmo. Olimpíada é diferente, uma outra espécie de manifestação patriótica. Não é tanto um esporte, mas muitos juntos, e cada um vê o que gosta mais.
    Isso faz do futebol uma coisa à parte, uma manifestação em massa quase que religiosa, algo que antropólogos culturais estudaram já em detalhe. Uma expressão de patriotismo, sem dúvida, mas muito mais do que isso. Aqui nos EUA, isso ocorre mais com as guerras do que com os esportes.
    O que me faz pensar no próximo nível de adesão cultural em massa, quando não somos mais um país, mas uma espécie. Uma das assinaturas do novo milênio é a transcendência cultural por meio da globalização digital; todos têm, em princípio, uma voz, a informação que antes era difícil é acessível com alguns cliques; cursos dados por grandes professores, palestras sensacionais sobre ideias de vanguarda, vídeos políticos (como aqueles mostrando as manifestações no Brasil), filosóficos, esportivos...tudo ao alcance, basta só saber procurar conteúdo. E é esse o grande desafio da educação moderna: orientar as pessoas a buscar conteúdo de qualidade, coisas que nos ajudem a aprender, a crescer como indivíduos e mesmo como espécie.
    Pois se uma coisa fica clara com essa globalização e com outra característica dos nossos tempos, o aquecimento global, é que qualquer ação local pode ter repercussão global. O moto "pense globalmente e haja localmente" diz tudo. Semana passada, o presidente Obama declarou a necessidade de os EUA mudarem sua política com relação à emissão de carbono: "Os cientistas estão convencidos na sua maioria absoluta de que o aquecimento global está sendo acelerado pelas atividades humanas; falo isso pelos meus filhos e as gerações futuras", declarou. Finalmente!
    Não há mesmo dúvida de que estamos pondo uma espécie de cobertor em torno do planeta, que vai ficando cada vez mais sufocado. A conscientização conjunta de uma globalização pela internet e pelo clima deveria também despertar uma noção da necessidade de lutarmos como espécie para a preservação da nossa casa cósmica. Algo que a ciência moderna nos ensina é que a vida é rara e a vida complexa mais ainda; ademais, dadas as variações de planeta a planeta, e dado como a vida depende dessas variações, podemos afirmar que nós, humanos, somos únicos, futebol e tudo.
    Se as variações culturais ainda são enormes, como no caso da devoção nacional ao futebol no Brasil e sua ausência nos EUA, estamos todos juntos neste mesmo planeta.
    Independentemente do resultado do jogo, a Terra continuará sendo nossa casa e continuará a se aquecer. Torço para que o Brasil ganhe, claro, e para que nosso planeta vença também. Pois neste jogo ganhamos ou perdemos todos juntos.

    HÉLIO SCHWARTSMAN Traidor ou herói?

    Folha de SÃO PAULO, 30/6/2013

     - Edward Snowden, o homem que revelou que os EUA bisbilhotam computadores e telefones de milhões de pessoas em todo o mundo, é um traidor ou um herói? Receio que a pergunta, que vem pautando a imprensa americana, não faça muito sentido. Mesmo que Snowden tenha violado alguma lei dos EUA aplicável a funcionários do governo ou de empresas terceirizadas, em termos de liberdades civis, que me parecem muito mais importantes, não há dúvida de que ele prestou um relevante serviço ao mostrar a escala maciça em que ocorria a espionagem. Isso faria de Snowden muito mais um herói do que um traidor, mas, na dúvida entre mandá-lo para a cadeia ou dar-lhe uma medalha, boa parte da mídia tem preferido destacar que ele possui uma personalidade narcisística, o que explicaria sua conduta. Mas explica mesmo? O que leva uma pessoa a atitudes altruístas que lhe atrapalham a vida, quando não a tiram? Santos, mártires e heróis existem de verdade? Madre Teresa dedicou a vida aos pobres por amor verdadeiro ou tentando garantir uma vaguinha no céu? A questão é capciosa. Até Kant, o filósofo que mais a sério levou a ideia de dever moral, teve de admitir que gestos desinteressados são bastante raros. Por vezes a própria virtude do ato é contestável. Reza a lenda que santo Eustáquio preferiu ser cozinhado vivo com mulher e filhos a oferecer sacrifício a deuses pagãos. A igreja o canonizou, mas, para mim, ele falhou miseravelmente em seu dever de pai. Pior ainda, experimentos da neurociência indicam que o livre-arbítrio, a matéria-prima da santidade, pode não passar de uma ilusão. Mas, mesmo que não sejamos autômatos que só respondem a mudanças no ambiente, já dá para afirmar que o heroísmo, mais que um fenômeno objetivo, é uma narrativa que aplicamos às histórias de que gostamos. Saio em férias por algumas semanas e retorno no final de julho.

    Salário médio de quem estudou mais de 12 anos cai 8% em uma década

    Junio 30, 2013. Estado de S.Paulo Ganho concentrado. O setor de serviços foi o mais favorecido pelos aumentos salariais Dois ritmos. Os profissionais mais escolarizados perderam renda porque passaram a enfrentar maior concorrência com a difusão do ensino médio e universitário, enquanto os salários de quem estudou menos subiram 32%, com o crescimento do setor de serviços Luiz Guilherme Gerbelli O salário médio mensal dos trabalhadores com mais anos de escolaridade recuou entre 2002 e 2011 no Brasil. A média de salário dos profissionais com 12 anos ou mais de estudo caiu 8% nesse período, de R$ 3.057 para R$ 2.821. A variação já desconta a inflação do período. Isso significa que o poder aquisitivo desse grupo caiu em 10 anos. O recuo do salário na faixa mais escolarizada ocorreu por diversos motivos. Foi influenciado pelo modelo de crescimento dos últimos anos passando até pelo descompasso entre as profissões escolhidas pelos universitários e a demanda do mercado de trabalho. Esse descompasso, aliás, ficou mais evidente na área de humanas. "O salário caiu mais na área de humanas, porque houve um aumento no número de profissionais", afirmou Naercio Menezes Filho, coordenador do Centro de Políticas Públicas do Insper e responsável pelo cruzamento do avanço médio salarial com os anos de escolaridade. Os dados têm como base a Pesquisa Nacional por Amostra de Domicílios (Pnad). O setor mais educado também viu aumentar a concorrência na última década. Os trabalhadores passaram mais tempo na escola, elevando a fatia dos brasileiros com ensino médio e superior em andamento ou concluído. Ou seja, houve mais ofertas de trabalhadores dessa classe. E muitos profissionais podem ter ingressado no nível mais elevado de escolaridade, mas com o mesmo salário, o que reduz a média de ganho da categoria. "Nos últimos anos, as pessoas ficaram mais tempo na escola e a oferta de profissionais com ensino médio e superior aumentou. O crescimento da escolaridade também foi impulsionado pelo aumento do número de universidades privadas", disse Naercio. Crescimento. Já a dinâmica da economia brasileira, de impulsionar o setor de serviços, fez com que a maior alta salarial fosse registrada entre os menos qualificados. Logo, cabeleireiros, manicures, pedreiros e jardineiros sentiram mais o ganho salarial. Na faixa dos profissionais com zero a quatro anos de estudo, por exemplo, o aumento médio foi de 32% no período - o salário pulou de R$ 566 para R$ 745. Para os menos escolarizados, também pesou a política de aumento real do salário mínimo dos últimos anos. "De alguma forma, a economia cresceu na direção desses setores, o que acaba favorecendo alguns tipos de trabalhadores. Grande parte da melhora na base da pirâmide decorre de um aumento da demanda pelo trabalhador menos qualificado", afirmou Fernando de Holanda Barbosa Filho, economista e pesquisador do Ibre. "Não é à toa que o ex-presidente Lula ficou tão popular. Ele introduziu na economia pessoas que, antes, não participavam dela." Nas classes intermediárias, também houve comportamento distinto nesse período em comparação com a evolução da média salarial por anos de estudo. Os trabalhadores com cinco a oito anos de escolaridade ganharam 21% mais (de R$ 741 para R$ 895) e os que têm entre 9 a 11 anos de estudo viram o salário crescer apenas 3%, de R$ 1.115 Para R$ 1.147. A média geral de alta foi de 22% nesses anos. "O crescimento muito alto dos salários dos menos qualificados é bom para reduzir a desigualdade", disse Naercio. "Mas o ideal seria que o salário de todos os trabalhadores aumentasse e os dos menos qualificados aumentasse ainda mais." Jovens. O recorte feito com os dados da Pnad levando em conta os anos de estudo mostra que os jovens estão melhor do que os trabalhadores mais velhos. O aumento salarial dos trabalhadores de 17 a 24 anos foi de 33% entre 2002 e 2011, passando de R$ 580 para R$ 773. Para os trabalhadores com 25 a 50 anos, o aumento foi menor, de apenas 14% - de R$ 1.206 para R$ 1.376. "O mercado de trabalho está favorável ao jovem. A taxa de desemprego diminui e o salário real tem aumentado", afirmou Naercio. ---

    How My Thinking about School Reform Has Changed over the Decades (Part 1) by larrycuban


    A few years ago, Richard Elmore asked me to write a piece about how my ideas have changed over the years. Daily experience in schools as a teacher, administrator, and researcher (and the reflections and writing that I did about those experiences)  altered key ideas I had about the nature of reform and how reform worked its way into districts, schools, and classrooms. He included my piece in a book called I Used to Think... And Now I Think (Harvard Education Press, 2011). I have divided the piece into two parts. Part 1 follows. 
    ****************************************************************************
    I used to think that public schools were vehicles for reforming society. And now I think that while good teachers and schools can promote positive intellectual, behavioral, and social change in individual children and youth, schools are (and have been) ineffectual in altering social inequalities.
    I began teaching high school in 1955 filled with the passion to teach history to youth and help them find their niche in the world while working toward making a better society. At that time, I believed wholeheartedly in words taken from John Dewey’s “Pedagogic Creed” (1897): “… education is the fundamental method of social progress and reform.”
    And I tried to practice those utopian words in my teaching in Cleveland (OH) through the early 1960s. While in retrospect I could easily call this faith in the power of teaching and schooling to make a better life and society naïve or unrealistic, I refuse to do so because that passionate idealism, that innocence, about the complex and conflicted roles that schooling plays in a democratic, market-driven society gave meaning and drive to the long days I worked as a teacher, getting married, starting a family, and taking university classes at night toward a masters degree in history.
    That confident belief in the power of schools to reform society took me to Washington, D.C. in 1963 (I arrived on the day of the civil rights March on Washington) to teach returned Peace Corps volunteers how to become teachers at Cardozo High School. I stayed nearly a decade in D.C. teaching and administering school-site and district programs aimed at turning around schools in a largely black city, a virtual billboard for severe inequalities. I taught history to students in two high schools. I worked in programs that trained energetic young teachers to work in low-performing schools, programs that organized residents in impoverished neighborhoods to improve their community, programs that created alternative schools and district-wide professional development programs for teachers and administrators. While well intentioned federal and D.C. policymakers attacked the accumulated neglect that had piled up in schools over decades, they adopted these reform-driven programs haphazardly without much grasp of how to implement them in schools and classrooms.
    I have few regrets for what I and many other like-minded individuals did during the 1960s. I take pride in the many teachers and students who participated in these reforms who were rescued from deadly, mismanaged schools, and ill-taught classrooms. But the fact remains that by the early 1970s, with a few notable exceptions, most of these urban school reforms I and others had worked in had become no more than graffiti written in snow. And the social inequalities that we had hoped to reduce, persisted.
    Since the early 1970s, a succession of superintendents and elected school boards have descended upon the D.C. public schools determined to fundamentally change that benighted district. Even after reforms aimed at the governance, curriculum, instruction, and organization of schools were adopted, even after the glories of parental choice, charter schools, and market competition have been championed as cure-alls for urban district ills—after decades of unrelenting geysers of reforms, schooling in D.C.—now under mayoral control--and most other urban districts remain educational disaster zones and a blight on a democratic society.
    After leaving D.C., my work as a superintendent, professor, and researcher into the history of school reform and teaching led me to see that the relationship between public schools, reform, and society was far more entangled than I had thought. I came to understand that the U.S. has a three-tiered system of schooling based upon performance and socioeconomic status.
    Top-tier schools—about 10 percent of all U.S. schools--such as selective urban high schools in New York, Boston, and San Francisco and schools in mostly affluent white suburbs such as New Trier High School (IL), San Ramon Valley (CA), Montgomery County (MD) meet or exceed national and state curriculum standards. They head lists of high-scoring districts in their respective states. These schools send nearly all of their graduates to four-year colleges and universities.
    Second-tier schools—about 50 percent of all schools often located in inner-ring suburbs (e.g., T.C. Williams High School in Alexandria, VA; Menlo-Atherton High School in Menlo Park, CA) often meet state standards and send most of their graduating classes to college. But, on occasion, they slip in and out of compliance with federal and state accountability rules, get reprimanded, and continue on their way as second-tier schools.
    Then there is the third tier of schools located in big cities such as D.C., Philadelphia, Detroit, St. Louis, Atlanta, and rural areas where large numbers of poor and minority families live. Most schools in these cities are low-performing and frequently on the brink of being shut down because they are on federal and state lists of failing schools. Occasionally, a stellar principal and staff will lift a school into the second tier but staying there is uncommon.
    Such a three-tier system in the U.S., schools cannot remedy national economic, social, and political problems or dissolve persistent inequities. Schools in these tiers cannot be the vanguard for social reform—ever. Public schools, I concluded, are (and have been) institutions for maintaining social stability (and inequalities) yet, and this is a mighty large “yet,” good teachers and schools can promote positive intellectual, behavioral, and social change in many children and youth even in the lowest tier of schools.
    The irony, of course, is that many current policymakers from President Obama through local school board presidents and superintendents still mime John Dewey’s words and act as if schools can, indeed, reform society. In President Obama’s 2010 State of the union speech, for example, he said, “in the 21st century, the best anti-poverty program around is a world-class education.”
    So nearly a half-century of experience in schools and the sustained research I have done have made me allergic to utopian rhetoric. Both my experience and research have changed my mind about the role of schools in society. I have become skeptical of anyone spouting words about schools being in the vanguard of social reform—even from a President I admire. Yet, I must confess that in my heart, I still believe that content-smart and classroom-smart teachers who know their students well can make significant differences in their students’ lives even if they cannot cure societal ills.

    29 de junho de 2013

    Manuel Castells: ‘O povo não vai se cansar de protestar’


    • Sociólogo afirma que ausência de líderes éuma das qualidades dos protestos no Brasil e diz que país vai influenciarpaíses vizinhos
    MAURÍCIO MEIRELES (EMAIL·FACEBOOK·TWITTER)
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    Na rua está “a sociedade em sua diversidade”, diz Castells
Foto: Luiz Munhoz/FatoPress/Folhapress/10-6-2013
    Na rua está “a sociedade em sua diversidade”, diz Castells Luiz Munhoz/FatoPress/Folhapress/10-6-2013
    Para o sociólogo catalão Manuel Castells, boa parte dos políticos é de “burocratas preguiçosos”. Ele é um dos pensadores mais influentes do mundo, com suas análises sobre os efeitos da tecnologia na economia, na cultura e, principalmente, no ativismo. Conhecido por sua língua afiada, o espanhol falou ao GLOBO por e-mail sobre os protestos.
    Os protestos no Brasil não tinham líderes. Isso é uma qualidade ou um defeito?
    Claro que é uma qualidade. Não há cabeças para serem cortadas. Assim, as redes se espalham e alcançam novos espaços na internet e nas ruas. Não se trata, apenas, de redes na internet, mas redes presenciais.
    Como conseguir interlocução com as instituições sem líderes?
    Eles apresentam suas demandas no espaço público, e cabe às instituições estabelecer o diálogo. Uma comissão pode até ser eleita para encontrar o presidente, mas não líderes.
    Como explicar os protestos?
    É um movimento contra a corrupção e a arrogância dos políticos, em defesa da dignidade e dos direitos humanos — aí incluído o transporte. Os movimentos recentes colocam a dignidade e a democracia como meta, mais do que o combate à pobreza. É um protesto democrático e moral, como a maioria dos outros recentes.
    Por que o senhor disse que os protestos brasileiros são um “ponto de inflexão”?
    É a primeira vez que os brasileiros se manifestam fora dos canais tradicionais, como partidos e sindicatos. As pessoas cobram soberania política. É um movimento contra o monopólio do poder por parte de partidos altamente burocratizados. É, ainda, uma manifestação contra o crescimento econômico que não cuida da qualidade de vida nas cidades. No caso, o tema foi o transporte. Eles são contra a ideia do crescimento pelo crescimento, o mantra do neodesenvolvimentismo da América Latina, seja de direita, seja de esquerda. Como o Brasil costuma criar tendências, estamos em um ponto de inflexão não só para ele e o continente. A ideologia do crescimento, como solução para os problemas sociais, foi desmistificada.
    O que costuma mover esses protestos?
    O ultraje, causado pela desatenção dos políticos e burocratas do governo pelos problemas e desejos de seus cidadãos, que os elegem e pagam seus salários. O principal é que milhares de cidadãos se sentem fortalecidos agora.
    O senhor acha que eles podem ter sucesso sem uma pauta bem definida de pedidos?
    Acho inacreditável. Além de passarem por uma série de problemas urbanos, ainda se exige que eles façam o trabalho de profissional que deveria ser dos burocratas preguiçosos responsáveis pela bagunça nos serviços. Os cidadãos só apontam os problemas. Resolvê-los é trabalho para os políticos e técnicos pagos por eles para fazê-lo.
    Com organização horizontal, esse movimento pode durar?
    Vai durar para sempre na internet e na mente da população. E continuará nas ruas até que exigências sejam satisfeitas, enquanto os políticos tentarem ignorar o movimento, na esperança que o povo se canse. Ele não vai se cansar. No máximo, vai mudar a forma de protestar.
    Outra característica dos protestos eram bandeiras à esquerda e à direita do espectro político. Como isso é possível?
    O espaço público reúne a sociedade em sua diversidade. A direita, a esquerda, os malucos, os sonhadores, os realistas, os ativistas, os piadistas, os revoltados — todo mundo. Anormal seriam legiões em ordem, organizadas por uma única bandeira e lideradas por burocratas partidários. É o caos criativo, não a ordem preestabelecida.
    Há uma crise da democracia representativa?
    Claro que há. A maior parte dos cidadãos do mundo não se sente representada por seu governo e parlamento. Partidos são universalmente desprezados pela maioria das pessoas. A culpa é dos políticos. Eles acreditam que seus cargos lhes pertencem, esquecendo que são pagos pelo povo. Boa parte, ainda que não a maioria, é corrupta, e as campanhas costumam ser financiadas ilegalmente no mundo inteiro. Democracia não é só votar de quatro em quatro anos nas bases de uma lei eleitoral trapaceira. As eleições viraram um mercado político, e o espaço público só é usado para debate nelas. O desejo de participação não é bem-vindo, e as redes sociais são vistas com desconfiança pelo establishment político.
    O senhor vê algo em comum entre os protestos no Brasil e na Turquia?
    Sim, a deterioração da qualidade de vida urbana sob o crescimento econômico irrestrito, que não dá atenção à vida dos cidadãos. Especuladores imobiliários e burocratas, normalmente corruptos, são os inimigos nos dois casos.
    Protestos convocados pela internet nunca tinham reunido tantas pessoas no Brasil. Qual a diferença entre a convocação que funciona e a que não tem sucesso?
    O meio não é a mensagem. Tudo depende do impacto que uma mensagem tem na consciência de muitas pessoas. As mídias sociais só permitem a distribuição viral de qualquer mensagem e o acompanhamento da ação coletiva.


     http://oglobo.globo.com/pais/manuel-castells-povo-nao-vai-se-cansar-de-protestar-8860333#ixzz2XfGeiUJP

    Não caiu a ficha, por Cristovam Buarque

    As surpreendentes mobilizações dos últimos dias podem ser explicadas em dez letras: “caiu a ficha”. Não se sabe exatamente o que levou a ficha a cair neste exato momento, mas todos os ingredientes já estavam dados. A maior surpresa foi a surpresa.
    Caiu a ficha de que o Brasil ficou rico sem caminhar para a justiça: chegou a sexta potência econômica, mas continua um dos últimos na ordem da educação mundial. Também caiu a ficha de que sem educação não há futuro, e de que por isso, 13 anos depois de criada, a Bolsa Família continua necessária, sem abolir sua necessidade.
    Caiu a ficha de que em 20 anos de governos socialdemocratas e dez anos do PT no poder ampliamos o consumo privado, mas mantivemos a mesma tragédia nos serviços sociais, nos hospitais públicos e nas escolas públicas. Caiu a ficha de que o aumento no número de automóveis em nada melhora o transporte, ao contrário, piora o tempo de deslocamento e endividamento das famílias. Caiu a ficha de que o PIB não está crescendo e se crescesse não melhoraria o bem estar e a qualidade de vida. Caiu a ficha de que no lugar de metrópoles que nos orgulhem temos “monstrópoles” que nos assustem.
    Caiu a ficha do repetido sentimento de que a corrupção não apenas é endêmica, ela é aceita; e os corruptos, quando identificados, não são julgados; e se julgados não são presos; e se presos não devolvem o roubo. E de que os políticos no poder desprezam as repetidas manifestações de vontade popular.
    Caiu a ficha de que o povo paga a construção de estádios, mas não pode assistir aos jogos. E de que a Copa não vai trazer benefícios na infraestrutura urbana das cidades-sede como foi prometido. Aos que viajam ao exterior, caiu a ficha da péssima qualidade de nossas estradas, aeroportos e transporte público.
    Caiu a ficha de que somos um país em guerra civil, onde 100 mil morrem por ano por assassinato direto ou indireto no trânsito.
    Caiu a ficha também de que as mobilizações não precisam mais de partidos que organizem, de jornais que anunciem, de carros de som que conduzam, porque o povo tem o poder de se autoconvocar por meio das mídias sociais. A praça hoje é do tamanho da rede de internet, e é possível sair das ruas sem parar as manifestações e voltar a marchar a qualquer momento. Na prática, caiu a ficha de que é fácil fazer guerrilha-cibernética: cada pessoa é capaz de mobilizar milhares de outras de um dia para o outro em qualquer cidade do país.
    Mas, entre os dirigentes nacionais ainda não caiu a ficha de que mais de dois milhões de pessoas nas ruas não se contentam com menos do que uma revolução. Mais de dois milhões não param por apenas 20 centavos nas passagens de ônibus. Eles já ouvem às ruas, mas ainda não entendem o idioma da indignação. Nem caiu a ficha de que só manifestações não bastam. É preciso fazer uma revolução na estrutura, nos métodos e nas organizações da política no Brasil: definir como eleger os políticos, como eles agirão, como fiscalizá-los e puni-los.

    Cristovam Buarque é professor da UnB e senador pelo PDT-DF.

    The Inside Story of Russia's Fight to Keep the U.N. Corrupt

    From bullying out reformers to blocking efforts to save millions.

    BY COLUM LYNCH | JUNE 25, 2013, FF

    When U.N. Secretary-General Ban Ki-moon and Russian President Vladimir Putin met in Sochi, Russia, they were supposed to discuss the civil war in Syria. But the Russian leader -- joined by his top diplomat, Sergei Lavrov, and defense secretary, Sergei Shoigu -- suddenly changed the subject to more mundane matters. A series of U.N. reforms aimed at streamlining billions of dollars of spending on U.N. peacekeeping was posing a threat to Russia's commercial interests. Putin and his national security team politely but firmly pressed the U.N. leader to back off, according to several senior U.N.-based sources briefed on the meeting.

    The high-level intervention on U.N. spending marked only the latest example of Russia flexing its diplomatic muscle to protect its commercial position at the United Nations. For much of the past decade, Russia has been engaged in a systematic effort to stymie attempts to root out corruption in U.N. spending. The Russians have pushed out U.N. reformers. They've defanged watchdogs. And they've blocked internal budget reforms aimed at saving costs.
    Russia's zeal for turning back reform has been felt most powerfully in the U.N.'s leasing of aircraft -- a $1 billion a year market -- that provide transport for the world's second-largest expeditionary force. An examination of U.N. procurement practices in the air-transport sector -- drawing on dozens of interviews with U.N.-based officials and diplomats, as well as a review of internal U.N. communications and audits -- suggests that Russia has enjoyed unfair advantages, including contracts that all but demand that the United Nations lease Russia's Soviet-era aircraft.
    The dispute provides a textbook example of the difficulties of implementing basic financial reforms at the United Nations when major powers have conflicting commercial interests in the outcome. As such, the secretary general and key countries have been unwilling to openly confront Russia because its cooperation is required on a wide range of critical issues at the United Nations.
    Since the end of the Cold War, Russian entrepreneurs have turned the Soviet-era air fleet into a thriving business, supplying the U.N. and other international agencies with low-cost surplus aircraft, including Antonov transport planes and Mi-8 and Mi-26 helicopters. The low-cost aircraft -- which Russian factories continue to produce -- have largely dissuaded Western air operators from competing for U.N. contracts, which must go to the lowest bidder. Russian companies now account for about 75 percent of all contracts for commercial helicopters, the most lucrative segment of U.N. peacekeeping's multibillion-dollar marketplace.
    But the near Russian monopoly is facing challenges from neighbors such as Ukraine, which produces similar helicopters. The United States and European powers like Germany, France, Italy, and Spain are also looking for new business opportunities as the NATO mission in Afghanistan winds down. Those countries have privately raised concern with the U.N. about the integrity of its procurement process. They claim that the U.N.'s purchasing system is rigged to favor Russian aircraft; its bidding specifications -- for instance, requirements of seating capacity for more than 20 passengers -- are tailored to exclude most competitors. "Procurement is done in a way which directly specifies a Russian helicopter," said one senior European diplomat. "We have asked for more transparency; we want to change to a new [bidding] system as soon as possible."
    Requests for helicopters and transport planes originate from the U.N.'s 15 peacekeeping missions and are routed through headquarters' air-transport section before being sent on to the U.N. procurement department, which invites companies to bid. Western diplomats have expressed concern that many of the key players -- including a Ukrainian procurement chief and a Russian aviation specialist -- come from countries with a major stake in the aircraft market.
    But a spokesman for the U.N. peacekeeping department, Kieran Dwyer, dismissed those concerns. "The secretariat has a system of management checks and balances that mean that no one individual can unilaterally set the procurement specifications for aviation requirements," he said. "It is true that helicopters from the Mi-8 family of aircraft do play a leading role in peacekeeping aviation assets and operations. These helicopters have key features which make them suitable to peacekeeping needs, including their flying range and payload capacities and the fact that they are economical."
    Despite Dwyer's claim, the U.N.'s internal corruption watchdog, the Office of Internal Oversight Services, said that the failure to open up the bidding to a broader range of aircraft has exposed the U.N. to a "high risk of acquiring air charter services at a higher cost than necessary," according to a confidential internal audit.
    The U.N. audit, which was obtained by Foreign Policy, bears out some of the concerns voiced by Western powers and flags the risks of possible collusion among helicopter providers. The December 2012 audit notes that the U.N.'s largest helicopter vendor has competed for contracts against wholly owned subsidiaries, a practice that "further emphasizes the urgent need for measures to mitigate the risk of collusion. "
    The audit also expresses concern that U.N. aviation officials were drawing up bids "in a manner that can often be associated with certain aircraft types and models." The practice, according to U.N. officials and diplomats, effectively eliminates potential competitors who might be able to fulfill the terms of the contract with different types of planes and helicopters.
    The audit does not mention which aircraft get preferential treatment. Nor does it name the favored vendors or identify their nationalities. But it does raise concern about the fairness of the U.N. bidding process, which, for instance, fails to measure fuel efficiency in determining a helicopter's cost. It's a lapse that favors older, cheaper, but less fuel efficient helicopters. That, according to diplomats, gives Russian operators, with their aging fleets, an unfair advantage.
    Several years ago, the U.N. launched an effort to enact a series of procurement reforms. One idea was to replace the practice of issuing vendors "invitations to bid" -- which sometimes specify the particular aircraft being sought -- with "requests for proposals," which define the U.N.'s general needs and allow helicopter operators the freedom to propose their own solutions using a wider variety of aircraft. "There are many cases where different types of flying equipment can perform the required tasks," according to a confidential review of U.N. bidding practices by the International Civil Aviation Organization. "A tender process requesting offers only for a specific type of equipment does not allow maximization of choice in the selection process."
    Russia has vigorously opposed the United Nations' plans to change its bidding procedures, one of a series of steps the country has taken to block changes in U.N. procurement. In 2012, Russia sought to force out an aviation specialist who had been transferred to New York to try to strengthen oversight of the United Nations' helicopter leasing practices. Russia seized on an internal audit that criticized the official's management of air operations in Africa. (The official's alleged misdeed? Hiring a local aircraft for a mission in sub-Saharan Africa instead of leasing it through headquarters. According to a Western diplomat, the move not only saved money -- it filled an urgent requirement.)
    For several years, the Russian government has also dragged out negotiations in the U.N. budget committee aimed at implementing the U.N. chief's procurement reforms, according to senior Western diplomats. Russia's U.N. envoy, Vitaly Churkin, said his government has no objections to reforming the U.N.'s buying practices, but he sees a raft of reforms as a direct threat to Russia's commercial interests at the United Nations. "Generally speaking, we are a little bit concerned about the number of reforms," Churkin said in an interview with FP. "We don't mind the competition. We understand that business is about competition. We don't want monkey business."
    In May, Secretary-General Ban traveled to Sochi, Russia, to meet with President Putin and his top diplomat, Lavrov, to forge a diplomatic strategy for ending the war in Syria.
    But the conversation quickly segued into a discussion of Russian misgivings over procurement matters. The Russian leadership was especially alarmed by a plan to delegate authority for leasing helicopters to U.N. field missions and logistical hubs in Entebbe, Uganda, and Brindisi, Italy, a move that would limit the ability of Moscow's powerful U.N. headquarters delegation to monitor and influence decisions.
    The Russians also objected to the plan to upgrade the bidding process. They pushed back on a plan to promote "staff mobility," a key element of Ban's reform effort. The initiative is aimed at offering U.N. officials a greater range of experiences and skills by having them periodically serve in the U.N.'s far-flung missions. Several diplomats said that the Russians are concerned that the move would dilute Russia's influence in New York and potentially force a Russian national who is involved with drawing up helicopter specifications to rotate out of his job.
    Churkin said that Russia is worried that the U.N. reforms pose a direct threat to its legitimate commercial interests and that the initiative to decentralize helicopter operations may undercut fair competition. 
    Russia has previously been the focus of concern about irregularities in U.N. procurement. In 2006, the U.N. established a Procurement Task Force to look into allegations of corruption within the United Nations after Alexander Yakovlev, a U.N. purchasing officer from Russia, pleaded guilty to U.S. federal charges that he received hundreds of thousands of dollars in bribes from companies doing business with the world body. The case led to the conviction on similar charges of Russian diplomat Vladimir Kuznetsov, who led the chief U.N. budget committee.
    Although the task force -- which was headed by former Connecticut prosecutor Robert Appleton -- played no role in prosecuting Yakovlev or Kuznetsov, it has conducted several investigations into their roles in the scheme, earning the ire of Russia and other U.N. member governments. In 2008, Russia proposed a resolution that would have forced Appleton and his team out of the United Nations. Although the measure failed to pass, Appleton was ultimately forced out of the United Nations by Ban, blocked his appointment as the U.N.'s chief of internal investigations on a technicality: No female candidates were included on a shortlist of candidates. The U.N.'s then top anti-corruption official, Inga-Britt Ahlenius, who had tried to hire Appleton, resigned over the matter and accused Ban of undercutting her independence.
    In the following years, the U.N.'s capacity to police itself has suffered, and the internal financial controls have not performed up to expectations, particularly in aviation. "The secretariat's governance, risk management and control process examined were unsatisfactory in providing reasonable assurance regarding the efficient, cost effective and timely acquisition and management of air charter services agreements," according to one U.N. audit. Russia has resisted efforts to modernize the U.N.'s air fleets with greener technologies, upgraded safety systems, and more fuel efficiency.
    The issue came to a head after a Russian Mi-8 slammed into a mountainside in the Democratic Republic of the Congo. Following the crash, a U.N. aviation official at the U.N.'s headquarters sent an email requiring that U.N. helicopters be upgraded with a safety device -- known as an enhanced ground proximity warning system -- that relies on a digital terrain mapping system to detect large physical objects, including buildings and mountains, in bad weather. But a senior U.N. official subsequently overruled that decision, saying that the U.N. safety review had not yet determined whether the system would be mandatory or not.
    The question circulating among the U.N. diplomatic community is whether the U.N. backed down under Russian pressure. Russian carriers have not installed the devices in their helicopters, and the leading Russian operator, UTair, was competing for a multimillion-dollar contract for three helicopters for the Democratic Republic of the Congo. A chief competitor, Ukraine, has been equipping its helicopters with the safety systems. In the end, UTair came in as the lowest bidder, making it highly likely that it will formally win the contract.
    A spokeswoman for UTair, Elena Galanova, wrote FP by email to say that the Russian Mi-8 and Mi-26 helicopters it provides to U.N. missions are equipped to faithfully comply with any of the U.N.'s requirements. But she said that UTair would be prepared to install the new warning system if the U.N. demanded it, but she noted that the warning system "is in fact not a mandatory requirement."
    Russia's U.N. envoy, Churkin, said that Moscow is also committed to embracing modern technologies and safety features, but not if progress is a cover for seeking an unfair edge in the marketplace.
    "We think we can continue to be very competitive if things are done fairly, but if there is going to be an effort to avoid fair competition," he added, "that's going to cause a problem for us and for the image of the United Nations."