22 de fevereiro de 2011

Convertir las escuelas en talleres: Juan Carlos Tedesco



Para LA NACION


Martes 22 de febrero de 2011 | Publicado en edición impresa
Los diagnósticos sobre la calidad de la educación argentina son bien conocidos. Sabemos que tenemos una educación de calidad mediocre y muy desigual.
Las causas de esos resultados son múltiples: condiciones materiales de vida de la población; equipamiento de las escuelas; limitada y desactualizada formación profesional docente; escaso tiempo disponible; contenidos curriculares poco significativos; cultura juvenil poco adicta al estudio riguroso; familias que no ayudan al trabajo de las escuelas; crisis de autoridad, etcétera.
En síntesis, cuando se trata de pensar y proponer estrategias de acción que permitan mejorar la calidad, debemos aceptar que no existe una "bala de plata" que nos garantice la solución. Habrá que hacer muchas cosas y durante un prolongado período de tiempo.
La organización es la clavePero reconocer la complejidad de los problemas no debe estimular ni la pasividad ni la ausencia de prioridades. Al respecto, me atrevo a postular que una de las claves para mejorar la calidad de la escuela secundaria se encuentra en el modo de organización del trabajo docente.
Tenemos una tradición de individualismo en el desempeño docente que privatiza la responsabilidad por los resultados y genera un bajo grado de compromiso con la calidad. Ahora bien, ¿cuál es el modelo de organización del trabajo que provoca mayor compromiso con la calidad? Paradójicamente, en este mundo donde todo parece novedoso, hay consenso en reconocer que debemos mirar al taller artesanal como un modelo posible para enfrentar los desafíos que plantea la educación del siglo XXI. La dinámica del trabajo artesanal representa, según Richard Sennet, "la condición específicamente humana del compromiso".
En el taller se comparte información, se ejerce tutoría, se brinda asesoramiento. La autoridad está basada en el mayor dominio de las habilidades que definen el oficio que se enseña.
En un taller son las habilidades del maestro las que le otorgan el derecho de mandar. Aprender de ellas y asimilarlas puede dignificar la obediencia del aprendiz. En el taller artesanal, corregir el error es una parte fundamental de la actividad y del aprendizaje, ya que a menudo es la reparación de las cosas lo que nos permite comprender su funcionamiento.
El manejo de los instrumentos implica aprender a enfrentar situaciones de resistencia y de ambigüedad, así como tener paciencia frente a la frustración. El trabajo docente es un trabajo artesanal, aunque podamos apoyarlo con las más modernas tecnologías. Si avanzamos en acciones que conviertan a las escuelas en talleres donde se enseñe el oficio de aprender, daremos un salto importante en la calidad de la educación.
El autor fue ministro de Educación

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